4/10/09

conversaciones X


Al apagar el móvil me sentí tan despreciable, tan patético. No podía decirle te amo, jamás lo hice con algún tipo de sentimiento. Seguramente él imaginaba algo muy distinto a lo que hablamos realmente. Posiblemente incluso soñó despierto con mis labios sobre su cuerpo y mi cuerpo cubriéndolo. Él no decía que deseaba sexo, sino hacer el amor. Yo siempre lo llamaba sexo, sin embargo siempre me corregía. Solía decir que otros hacen el sexo, que nosotros nos amábamos y nos entregábamos en cada segundo.

-Hizaki, la cena.-dijo Clara tras mi puerta, ella siempre me avisaba.

-No tengo apetito.-alcé la voz desde el interior de mi cuarto.

No quería comer, no podía. Sentía mi estómago revuelto y tan sólo quería dormir.

-¡Hiza hay macarrones!-gritó mi hermano desde detrás de la puerta.-¿Verdad nana?-siempre la llamaba nana en su presencia, no Clara.

-Sí.-le escuché decir, o al menos eso logré oír.

-¡No quiero!-respondí en un grito girándome hacia la ventana.

Clara abrió la puerta y me giró agarrándome por la ropa para que cayera al piso. Grité, me zarandeé, pero al final ella me dejó allí tirado con la camiseta dada de sí.

-¡Ve a comer ahora mismo Hizaki Sakurai De la Rosa!-mi hermano se reía detrás de ella, como si fuera una linda travesura.

-Ya voy.-murmuré levantándome.

Al final comí. Comí los macarrones algo fríos pues no paraba de revolverlos, mi madre me observaba atentamente pero no dijo nada. Creo que se guardaba lo que opinaba de juguetear con la mesa. El postre no lo tomé, no me encontraba con ánimos para tomar nada. Tampoco quise tomar un vaso de leche con cacao, pues Clara se preocupaba que volviera a comer poco.

La noche fue eterna, sobretodo porque escribí mil veces la forma en que se lo diría. No me valía ninguna de las formas en que lo decía. Pero al final hice algo constructivo, inicié un relato. Empecé a contar mi vida, a descargarme y a notar que eso me reconfortaba un poco. Dejé de pensar en Yue y terminé dormido sobre la mesa del escritorio. Al levantarme por el despertador me vestí rápido y fui a la casa del que aún era mi pareja.

Él me recibió con una sonrisa increíble, incluso se atrevió a rozar sus labios en el hall de su casa. Iba sonrojado y nervioso, sobretodo cuando le pedí que teníamos que ir a un hotel. Debíamos hablar en privado, no era agradable para nadie ver que una multitud te ve llorar. Si bien él pensaba que era porque le deseaba de nuevo, porque quería hacerlo como hacía mucho tiempo.

-Hizaki, estoy algo nervioso como si fuera la primera vez.-murmuró temblando.-Me he pasado la noche ensoñando con este paseo, con estar a solas y poder vivir una mañana completa a tu lado.

-Tan sólo hablaremos Yue.-cuando dije eso se abrazó a mí.

-Pero tumbaditos en una cama, hablando de todo y de nada. Hizaki, te he escrito una canción anoche y quiero que la cantes para el grupo. Sería bonito oír eso de tus labios, mis palabras como si fueran tuyas. Porque en realidad lo son, son nuestros sentimientos.-besó mi mejilla y yo me alejé.

-Estamos en la calle, pueden vernos.-dije bastante seco.

-Lo siento, se me olvida.-murmuró melancólico…supongo que pensaba ser feliz a mi lado y caminar de la mano como pidió.

-Llegaremos en poco.-él me miró de reojo cuando dije aquello y se sonrojó.

-Quiero besarte.-dijo acariciando suave mi mano con uno de sus dedos.

Cuando llegamos al hotel y entramos en el ascensor, eso lo puso nervioso. Se pegó a mí pecho recargándose mientras su mano pasaba por mi rostro, mirándome fijamente.

-Hizaki.-susurró.-Hizaki quiero que me hagas tuyo, quiero sentirte tan adentro que mi cuerpo se vuelva frágil.-buscó mis labios y me besó de forma tierna.-Más de lo que es bajo tu figura.

-Yue.-no sabía como encarar la situación.

-Quiero darte el sexo que mereces.-sus brazos rodearon mi cuello y me besó de nuevo.

-Tenemos que hablar, quiero hablar contigo de varias cosas.-susurré y él sonrió.

-¿De vivir juntos?-sus ojos se llenaron de ilusión.

-No Yue.-

Por suerte el ascensor se abrió y lo llevé a la habitación. Allí él corrió hacia la cama recostándose de forma apetecible.

-Ven.-murmuró observándome.

Yo me senté en el borde de la cama y suspiré pesado. Tenía un discurso ensayado, pero no era capaz de afrontarlo.

-Tenemos que dejarlo.-fui directo, opté por no dar más rodeos que le esperanzaran más.

-¡Hiza bromas no!-gritó y me abrazó por la espalda.-Hizaki no me gustan esas bromas.-reía bajo.-Pero no importa, porque me las pagarás por hacerme temblar.

-Yue, no es broma.-murmuré.-Quiero dejarlo.-inmediatamente se bajó de la cama y se arrodilló frente a mí tomándome del rostro.-Yue

-¿En qué fallo?-interrogó.-Puedo ser más dulce, más atento e incluso darte sexo a diario. Puedo dejar a un lado el romanticismo, todas esas tonterías de niño iluso que tengo. Seré el mejor amante, ya lo verás.-me besó de forma intensa y yo lo aparté empujándolo por los hombros.

-Yue no te amo, no puedo estar con alguien que no ame.-sus ojos se llenaron de lágrimas, pude escuchar como su corazón se rompía y como todos sus sueños explotaban como pompas de jabón.

-¡No!-gritó apartando sus manos de mí, lloraba abrazándose temblorosamente.

-Yue, te quiero pero no puedo amarte. No he logrado amarte.-me incliné hacia él y lo abracé.

-No, no puedes dejarme.-a penas se le oía cuando hablaba.-Tú eres mío, yo soy tuyo. Nos entregamos uno al otro y todo fue perfecto.-le había mentido tantas veces que la verdad era demasiado dolorosa.

-No te amo.-comencé a llorar de impotencia, también por la rabia que sentía al haber actuado de esa forma y no darme cuenta de que no era la correcta.

-Hizaki hasta ayer me amabas, hasta ayer podía notar una conexión especial entre ambos.-me miraba rogándome que no le dejara.-No puedes dejarme.

-Yue, quiero protegerte y hacerte feliz pero como amigo.-intentaba secar sus lágrimas y él lo negaba.

-No, no vamos a dejarlo.-lo dijo con firmeza.- ¡No! ¡No voy a dejarte!

-Yue hay alguien que me interesa.-me miró con rabia.

-¡Quién! ¡Quién toca lo que es mío!-se puso colérico.

-¡Yue!-grité intentando evitar que se hiciera daño.

-¡Dime quien es!-lo pegué bien contra mi pecho y poco a poco lo calmé.-No me dejes, por favor. Yo puedo ser mejor que él, puedo darte un amor más intenso.

-No hay nadie, tan sólo me gusta alguien más.-besé su sien.-No quiero hacerte más daño, tampoco quiero hacérmelo a mí.

-Hizaki démonos unos días, unas semanas, y volvamos. Esto se puede solucionar, podemos estar un tiempo a solas con nuestros pensamientos y volver. Mi padre y mi madre lo hicieron en una ocasión y les reforzó.-su voz temblaba

-No.-tenía que dejarlo, por mucho que le dañara.

-Mi amor no podemos.-me miró con una sonrisa dulce.-Hacemos una pareja maravillosa, sólo que yo te pido demasiado ¿verdad? No quiero caminar ya de la mano.-sonreía pensando que podía arreglarlo.-No voy a pedir esas cosas absurdas.

Me rogó horas. Creo que jamás estuve escuchándolo tanto tiempo. Dos horas más tarde seguía empeñado en que debíamos seguir.

-No puede ser.-le decía por enésima vez.

-Hizaki te quise desde el primer momento en que te vi, sabía que estábamos hechos el uno para el otro.-era dócil y dulce, eran como me solían gustar en mayoría. Últimamente esa clase de chicos me atraían, pero eso no significaba nada.

-Pero yo no opino igual.-respondí.

-Hizaki, yo quiero seguir contigo e incluso quiero casarme contigo.-me besó en la mejilla y acarició mi rostro lentamente.

-Yo no.-empezaba a molestarme que no entendiera.

-Me amas, me lo has dicho muchas veces y si es por miedo a que algo malo ocurra.-susurró mordisqueando mi cuello.-Yo estaré siempre a tu lado.

-Te lo he dicho, pero era mentira.-se encogió en mi pecho al escuchar aquello y comenzó a llorar de nuevo, más fuerte que la otra vez.-No te quiero, nunca lo he hecho. No te he amado de la forma que pretendes, sí como un amigo e incluso como un hermano. Pero no pidas que te ame, no puedes forzar a alguien a que te ame.

-¡Puedo demostrarte que soy el mejor!-gritaba aferrado a mí.

Yo sólo me quedé en silencio, después de un rato me di cuenta que terminó dormido. Supongo que el cansancio por tanto llanto le hizo caer fulminado. Yo le aparté y lo tumbé en la cama, después bajé y pagué la habitación para un día entero. Cuando despertara yo no estaría.

Era prácticamente medio día, así que ya no tenía sentido ir a clases. Fui al parque central, me senté bajo uno de los cipreses y me prendí un cigarrillo. Aún había una caja nueva, sin estrenar, en la mesilla de mi dormitorio. Mi hermana no podía acceder a ellos.

Encendí un cigarrillo y dejé que el humo llegara a mis pulmones. Estaba aturdido, los ojos rojos y un tremendo dolor de cabeza. Tenía que relajarme, como fuera. Me quedé con los ojos cerrados y el pitillo en los labios, meditando. Daba pequeñas caladas y me preguntaba si algún día me perdonaría. Intentaba que se alejara de mí, pero él más se aferraba a la idea.

Estuve allí sentado hasta la hora de regreso de clases. Cuando llegué a casa mi madre no estaba, tampoco mi hermano pequeño. Aún no habían llegado y Clara me notó distinto. No dijo nada, pero pude ver como me observaba preocupada. Seguramente se veía que estaba hundido, que me sentía peor que una colilla.

Esperé a que viniera mi madre, en la comida estuvimos hablando de poder conversar mejor una tarde. Ella quería conocer como me iba en los estudios, también en mi vida en sí. Quizás también notó mis ganas de tirarme por un precipicio y dejar de causar problemas. Jamás estuve tan hundido. Había dañado a alguien por capricho, por un capricho estúpido.

Esa noche también fue eterna. El día entero fue eterno. Hice las actividades propuestas, lo conocí por un compañero de clases. Después estuve estudiando, pero no me centraba. Y a la hora de ir a la cama tuve que fumarme la caja que me quedaba, jamás había fumado tanto en un día. Mi habitación apestaba a nicotina, apestaba a Kool.

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