31/10/09

Medidas del alma VIII


-No, para nada. Ya sabes que eres mi princesa de la Zanahoria.-susurré tomándolo en brazos y besé su frente.-Debes comer más, si enflacas tanto te verás muy delgado y frágil...tendré miedo de abrazarte y de hacerte daño.-como si eso ocurriera fácilmente, pero tenía esperanzas que al menos me dejara hacerlo. Salí con él en brazos y todos se quedaron mirando.-Nos marchamos, mañana os veo a todos.-un silencio enorme se hizo en la sala...pero escuché de modo bajo "desgraciado" que no supe distinguir quien fue.

-Gracias.-dijo algo sonrojado, supuse que le avergonzaba que le vieran de esa forma.

Lo llevé hasta el parking. Estaba con él en brazos, no me importaba que me vieran junto a él. Con Yue jamás fue de ese modo. El Hizaki de hacía unos meses atrás hubiera salido corriendo, no quería ser relacionado con una sexualidad o con otra. Si bien, a él incluso lo había besado en plena calle.

-Me da pena ser así...-murmuró una vez colocado en el auto.-pero tendrás días libres sin hartarte conmigo a un lado.-dijo con una sonrisa leve mientras acomodaba sus gafas de sol.- ¿Quieres que te traiga algo de París?-preguntó algo emocionado, me hizo sonreír a mí también al ver que ya parecía estar bien.

-Me conformo con que me concedas tu regreso sano y salvo.-dije acariciando su rostro y dirigiéndolo para que me mirara. Sonreí de forma dulce y abroché el cinturón.- ¿Necesitas que abra las ventanillas? es mejor que el aire acondicionado, te dará en la cara y evitará mareos.-besé su frente y me fui a mi lado del conductor. Me maldecía por no saber cuidarlo. Bajé su ventanilla y puse una de las canciones que me motivaban.-Pusiste la te define... creo que esta es la mía.-Pronto comenzó los primeros acordes de I want to break free, como no la genial voz de Mercury inundaba el aire con un sabor de años que no volverían. Mercury siempre fue un grande, tuvo un hueco en mi corazón y en mi mente. Por ello lo puse, porque esa canción iba anillo al dedo a todo lo que iba aconteciendo en mi vida. Sonreí abiertamente esperando que entendiera lo que significaba... era una indirecta.

Al principio sonrió al escuchar los primeros acordes, pero luego suspiró. No entendía porqué lo hacía, pensé que era porque quité su música.

-Es una canción buena.-simplemente dijo eso mientras cerraba sus ojos, parecía querer olvidar mis palabras y todo lo que le rodeaba.-Te traeré un llavero de la Torre Eiffel.-dijo cambiando de tema de forma radical.-Es broma, encontraré algo que te guste.

-Tú vuelve de una pieza y todos felices.-no quería ningún regalo, en sí no creía que me mereciera nada. Conducía de forma concentrada hacia su apartamento.-¿Has pensado bien a qué santo rezar cuando mil viejas se te arrimen y arrinconen buscando el milagro de la eterna juventud?-reí a carcajadas imaginándome a todas aquellas viejas gallinas de corral, todas con mil potingues y horas de peluquería, esperando una respuesta.-La única mujer que vale la pena en la ciudad es mi madre, bueno y mi hermana. Pero ella no tendría dinero ni ganas de ponerse tus diseños, es muy marimacho ¿lo he dicho?-realmente lo único femenino que le había visto era aquella falda punk y algún que otro escote. Sin embargo, tampoco es que hubiera hurgado en su armario.

-Si, ya habías mencionado esa parte de ella.-respondió con una sonrisa.-Aunque no creas, ya estoy acostumbrado.-comentó sin más.-Es parte del negocio, hay ente divina, conoces personas que admiras, genios en esto.-se le iluminaban los ojos, pude notarlo al parar en un semáforo. Sus ojos brillaban nada más hablarle de su trabajo, tanta dedicación y tanta pasión sobre un papel con un boceto emborronado. Luego tendría que ser maravilloso, casi mágico, verlo salir del papel y convertirse en la ilusión de cualquier mujer.-Si te contara el día que conocí a Lagerfeld...casi me infarto...pero hay de todo tipo.-deseé besar su mejilla y abrazarlo, siempre deseaba eso. Protegerlo y verlo de esa forma era como un impulso hacia otro mundo. Quería enjaularlo en una vitrina de cristal y que de ahí nadie lo tocara, o lo bajara.-Me ha tocado conocer a toda clase de personas, desde modelos con IQ impresionantemente altos a tipos que por verse uno como se ven ya creen que pueden hacer lo que quieran.-eso me recordó a Yue. Él pensaba que verse bonito ante mí, degustarme con una pose erótica, me tendría en su poder y podría hacer conmigo lo que quisiera.-Digamos que es lo divertido de una carrera como la mía, nunca es aburrida

-El hijo del novio de mi hermana es atractivo, podría modelar fácilmente.-recordé aquel sonrojo, ese cabello lacio y sobretodo el toque delicado de Eduart junior. Ese chico lo había visto en un par de ocasiones más, pero junto al amigo de mi hermana y jamás me permití acercarme a él. Mi hermana me había comentado que únicamente podía hablarse con él de temas respectivos a la ciencia o astronomía, era un pequeño cerebrito andante.-Pero le pasa algo parecido a ti... su timidez.-reí bajo ya que ambos eran muy parecidos, demasiado. Supuse que cuando se conocieran se sentirían reflejados.-Simplemente atiende cuando conversamos algo interesante sobre ciencias o culturas distintas, si no es así a penas habla y sólo tartamudea.-paré en otro semáforo y observé al peatón pasar.-Mi hermana es atractiva, pero dudo que se deje poner vestido.-y para la gala tendría que hacerlo, sería divertirlo verla caminar con tacones o eso imaginaba.

-A mi me gustan los vestidos.-dijo de forma inconsciente y se sonrojó, además de una forma muy notable.-En las colecciones, para diseñar.-se puso bastante rojo mirando hacia otro lado mientras jugaba con los flecos del palestino. Estaba nervioso, pero no parecía ir nada mal en él. Intentaba averiguar si se enfermaba y poder acudir a tiempo.

El semáforo cambió y yo seguí conduciendo. Me sentía bien a su lado, él también se veía cómodo junto a mí.

-Por supuesto, ya me lo dijiste. Piensas que la moda masculina es algo rígida, un día te invitaré a que conozcas el vestuario de Kamijo, el amigo de mi padre y novio del amigo de Phoenix.-dije con una sonrisa en mis labios.-Usa lo que se genera visual, es como ver a un vampiro del siglo dieciocho caminando, como ver al mismísimo Lestat. Es increíble, además su talento tocando al piano es único.-paré en un semáforo.-Un día te invitaré a un concierto de música clásica dado por él.

-Claro, algún día me llevas.-parecía tener la mente en otro lugar, aunque respondió añadiendo algo más que me dio una buena idea.-En realidad no sé mucho de música... escucho jazz cuando estoy en plena "inspiración", pero el resto del tiempo...-giró los ojos hacia un lado de la carretera a pesar de tener la cabeza al frente.-Pues lo de las pistas de baile... que es lo que me gusta en realidad...bailo terriblemente, pero aun así lo disfruto con toda el alma.-quería decirle que yo le enseñaba a bailar, si bien supuse que lo tomaría como un atrevimiento o un intento en vano de conquista.-Ya llegamos.-musitó sin muchas ganas.

Aparqué y bajé del vehículo para abrir su puerta, lo ayudé a bajar tendiéndole la mano. Quería ser caballeroso con él, tratarlo con cuidado, porque aún podía marearse, claro que no sabía que fue una simple estratagema para que yo lo tomara en brazos, o lastimarse de nuevo el pie. Le acompañé hasta la puerta de su piso y besé su mejilla antes de marcharme. Prometí ir a verlo, no me perdería esa gala.

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