26/11/09

Medidas del alma XVIII


Fui hasta él y lo puse en su mano, esperaba que no lo tirara durmiendo o que lo arrugara demasiado.

Cuando llegué a casa casi me golpea mi padre con un gancho de izquierda. Me había demorado demasiado, pero aún así había llegado. Rogué que me dejaran cambiarme con la ropa que había llevado el día anterior, aún estaba ahí mis pantalones anchos y mi camiseta. Me vestí y arreglé con la colonia de mi padre, además de con su cepillo y espuma de afeitar; mientras lo hacía ellos me iban dando indicaciones de lo que debía de hacer. Tenía que quitarle el pijama al pequeño, bañarlo, acicalarlo y ponerle la ropa que Phoenix había dejado en la mecedora de su habitación. Al salir con mis pantalones anchos militares y mi camiseta de tirantas negras miré a Jun. Él me observaba desde la cuna mordisqueando y babeando uno de sus sonajeros.

-Tú tenías algo que conjuntaba conmigo.-comenté aquello sin más, pero él parecía haberme entendido. Se puso agitado aplaudiendo y moviendo el sonajero hasta tirarlo con rabia al suelo.

-Hiza.-gritó riendo mostrándome sus pequeños dientes. Ya le habían comenzado a salir, y según tenía entendido a Phoenix a ellos les causaba problemas de trastorno del sueño.

-Nueve meses, como creces.-comenté revolviéndole los cabellos para dirigirme a su armario haciendo caso omiso a lo que habían dicho.

-Uta.-al escuchar ese nombre vi como alzaba su conejo de peluche.-¡Uta!-reí pues pensé por un momento que Uta podía estar en la casa. Sin embargo, eso era impensable y demasiado peligroso para él, Phoenix y mi padre.

Saqué unos pantalones también militares anchos, una camiseta negra de mangas cortas con un neko dibujado de color rojo. Por supuesto busqué su gorra roja, como la que yo llevaba en esos instantes, pero la suya tenía manchas de patas de gato y orejas. Después le quité el pañal, le di un pequeño baño y lo lo vestí con cuidado.

-¡Oh! ¡mírate! si pareces mío y no del viejo.-dije alzándolo y él movió sus manos.-Phoenix creo que preparó la bolsa por si íbamos a pasear... a ver.-miré por la habitación y sí, estaba.-¡Vámonos!-balbuceaba y se llevaba el conejo a la boca llenándolo de babas.

Al llegar al coche lo puse en una sillita para niños, una especializada. Lo abroché bien y él abrazaba su conejo durante todo el camino... miraba todo señalando. Era despierto, muy despierto. Cuando aparqué él me miró ceñudo agitando sus brazos, quería seguir con el paseo.

-Espera, me pondré el canguro.-dije sacando una de esas bolsas donde se mete al niño y él se agarró a mi cadena.-No hagas eso.-entonces tiró de mi pendiente.-¡Eso menos!-él reía al ver mis reacciones... mientras recogía su mochila de paseo, cerraba el coche y dejaba puesto la capota.-Marchando.-

-¡Ato!-gritó señalando un gato callejero.-¡Ato!-

-No, vamos a ver a la zanahoria.-comenté tocándole su pequeña nariz.

-Anoria.-balbuceó orgulloso por haber aprendido una nueva palabra. Sin duda, era un niño chicle, como así lo definía yo a todo niño que aprendía todo y se le pegaba cualquier modismo.

Al montarlo en el ascensor se miraba al espejo y se señalaba, hablaba con su reflejo y eso me hizo reír a carcajadas. Por unos instantes me pregunté si Olivier era tan coqueto como él cuando niño, porque en esos momentos lo era y mucho. Nada más salir del ascensor llamando al timbre.

-Espero que esté despierto y visible... para que te conozca, eres una monada ¿lo sabías?-sonrió y puso una de sus manos sobre una de mis mejillas. Volví a dar al timbre esperando que abriera... que no se hubiera ido al no ver la nota.

Cuando al final abrió lo hizo con el cabello chorreando y parte del jabón pegado a la cara. Sus ojos eran la expresión del asombro, creo que su mandíbula se desencajó por unos momentos y balbuceó algo que a penas se oía. Iba en bata blanca, de esas de ducha, y estaba descalzo. Se notaba que se estaba acicalando y yo llegué antes de tiempo.

-Buenas, baby sister a domicilio con niño incluido de nueve meses.-mi hermano movía los brazos mientras hablaba.-Tienes mi representación infantil frente a ti.-entonces me miró y comenzó a pellizcarme la cara.-Jun, no... para.-aparté sus rechonchas manitas y luego él volvió a mirar a Oly.-Te presento a mi hermano pequeño.-dije acomodando mejor su gorra.-Jun di hola.

-Anoria.-no es que lo hubiera reconocido como zanahoria, pero era su nueva palabra y por lo tanto la soltó sin más en un gran momento estelar.-¡Uta!-dijo alzando su conejo mientras se lo mostraba tan campante.

-Zanahoria, no Anoria.-dije y él infló los cachetes.

-¡Anoria!-gritó y me golpeó con conejo casi dejándome cao.

-Pasa.-dijo algo confuso mientras se apartaba.-y.-frunció el ceño al pasar.-¿por qué?-intentó pensar unos instantes rascándose la cabeza al cerrar la puerta tras él.-¿Por qué te ha tocado?- preguntó jugando con el cinturón de su bata.

-Mi padre, que sin sexo no vive y me encasqueta el crío a mí o a mi hermana.-pasé dentro y besé su mejilla. Mi hermano estiró sus manos hacia él haciendo morros.-No tú no lo besas, lo llenarías de babas.-me volvió a mirar con esos ojos yakuza en miniatura, todo un sakurai desde nacimiento.-Tan sólo son unas horas, sólo eso.

-Uta.-comentó antes de morder la oreja del conejo de aquel conejo de peluche.

-Deja voy a cambiarme.-susurró como ido.-pasa a la sala...-dijo señalándome el pasillo que ya me sabía de memoria.-sólo...cuidado con mis diseños.

No entendía que podía pasar, supuse que se molestó por haberlo traído. Sin embargo, yo quería pasar el día con él y si tenía que tener un poco al crío en su compañía todo lo merecía. Adoraba a Jun, como lo adorábamos todos, y con él a mi lado sería uno de los mejores días que tendría en años.

Busqué por la mochila su leche, parecía algo hambriento porque estaba intranquilo. Se aferró con fuerza al biberón mientras yo se lo daba. Lo miraba con orgullo y también con ternura. Era mi primo, pero lo consideraba un hermano y me preguntaba si mi hijo se parecería un tanto a él o tendría más de Anne que de mi familia.

Cuando salió lo vi entrar en el salón con unos jeans CK deslavados y una camiseta negra, sus cabellos estaban recogidos en unas pinzas para el pelo. Tenía un look bastante corriente, pero deslumbraba ante cualquiera.

-¿Necesita algo?-preguntó.

-No, creo que simplemente se agotó.-sonreí y le miré.-No muerde, tiene la antitetánica echada creo y el chip por si se pierde.-reí bajo y lo fui recostando mejor entre mis brazos.

-Hiza.-murmuró bien pegado a mí.

-Lo siento.-se abrazó enroscando sus débiles brazos sobre su tronco, sus ojos se perdieron en el paisaje del ventanal cercano.-No...no soy bueno con niños.-intentaba excusarse por su reacción, pero era normal. No pedía que fuera perfecto.-El desayuno...-susurró girándose hacia mí.-¿Tú quieres comer algo?-dijo con un intento de sonrisa.- cuidar de adultos creo que se me da un poco mejor.

-Phoenix me hizo uno de sus bocadillos, antes de venir tuve que comermelos o no me dejaba marchar.-comenté quitándome la mochila que llevaba a la espalda.-Quiero que veas algo. Moda de música visual.-puse un buen taco de revistas sobre su mesa, me ayudé con una sola mano.

Los diseños eran todos imitación al siglo dieciocho, el lolita y casi todos eran hombres. Parecía algo estrafalario pero muy sugerente. La moda de Japón estaba totalmente influenciada por las tendencias musicales y artísticas en otros ámbitos, como el manga o las películas. Era un mundo sorprendente y que apabullaba a cualquiera. Sin duda el ejemplo perfecto de androginia, sutileza, pasión, clasicismos y como mezcla de símbolos renacentista y romanticismo. Además tenía aires del Japón ancestral, como los detalles para el pelo o algunos estampados.

-Ahí tienes a Mana-sama con sus diseños, creo que se nota y bien que es hombre ¿no crees? Te dije que estoy acostumbrado a estas cosas...-también había una revistas de diseños de Jasmine.-Este es Jasmine.-iba con kimono y se lo mostré.-Parece Geisha... pero te juro que es chico y... este.-señalé a su lado.-Es Kamijo.-vestía a modo visual...-Dentro hay fotos de más modelos.-lo miré fijamente a los ojos notando las manitas de Jun aferrándose a mi ropa.-Así te culturizas en algo no occidental y puedes preguntar lo que quieras, Phoenix no para de llevarme de compras porque mi padre pasa de eso.

-¿No quieres ponerlo en un sillón? ¿En una cama? ¿En algo?-lo dijo con un leve balbuceo, cosa que lo hacía sumamente adorable.

-Sí, pero me daba vergüenza pedirlo.-me rasqué la cabeza.

-Apa.-balbuceó aferrándose más a mí.

Como pude lo saqué del canguro sin que se despertara. Se llevó una mano a la boca y le quité la gorra, tenía el mismo peinado que yo y realmente nos parecíamos.

-¿Donde puedo dejarlo?-dije quedando frente a él.-Así podremos hablar mejor si lo dejo tumbado en algún lugar.

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