11/12/09

Estrés III


-Ya van a empezar con sus juegos de críos.-escuché de lejos a mi hermana.-Tu viejo, compórtate como lo que eres y tú.-dijo mirándome con aquellas enormes gafas de sol.-Tú si que no tienes remedio.-me levanté y fui hacia ella quedando a su lado, me dio un leve golpe en el hombro intentando tranquilizarme.

-Miho, no se secretea cuando hay más personas en la habitación.-su madre parecía más pendiente a Miho que la mía, mi madre simplemente carraspeaba cuando hacía algo indebido.

-Sí, mamá.-sacó entonces unos papeles de su bandolera, con ellos comenzó a abanicarse y yo me pegué un poco intentando buscar un poco de aire.

-Pondré el ventilador, aunque pronto vendrá la reina de hielo y todo se congelará un poco.-escuché las palabras de Yutaka y supe que eran referencia a mi madre, me dolía que todo el mundo pensara así de ella pero era la verdad. Era una mujer fría en su aspecto, pero por dentro sabía que podía ser un volcán a punto de erupción.

-Clarissa.-balbuceó mi padre con un enorme tic en el ojo.- ¡Para qué demonios viene Clarissa!-gritó muy molesto.

-Sabe lo de Miho, creo que pasa olímpicamente del tema.-al decir aquello se vino hacia mi y me levantó del suelo, en peso, agarrándome del cuello.

-¡Te mato! ¡Jodido cabrón! ¡¿Cómo te atreves?!

-Mi...Mi...Miho.-estiraba el brazo intentando que ella me ayudara, era la que tenía más cerca.

-¡Atsushi!-gritaba y Megumi no sabía que hacer.

-¡Bestia! ¡Me lastimas!-le agarré el brazo de forma fuerte, pero es que era lo único que podía hacer. Él incrementó la fuerza de su agarre y yo perdía las mías.-Inútil.-dijo ella interviniendo.- ¿Qué no le dijiste que venia tu madre?-tanto Miho, como mi padre... y por supuesto yo, miramos hacia un lado y vimos la expresión de cera que tenía Megumi.

-¿Clarissa?-interrogó y Miho corrió hacia ella para tomarla del rostro.

-Sí, ella también viene.-entonces la agarró de las manos y la miró con cierta preocupación por la expresión de su madre.-No tienes que preocuparte de nada, no te hará nada.-decía en susurros arrodillándose frente a frente.-Lo hace y la mato.- “la mato” esa expresión tan Sakurai, tan nuestra, en sus labios se oía incluso dulce.

-Dime que pasa, anda, dime de una buena vez.-dijo tomando el rostro de su hija entre sus manos, soltándose del agarre de ella.

-Nada, no pasa nada.-comenzó a decir Yutaka con un tono de voz suave.-Sólo pensaron que era bueno ajustar cuentas.-tomó a mi padre por la muñeca y lo apartó.-Ven, yo te voy a relajar por el hotel y cuando llegue tu madre Hizaki...márcame al busca.

-Bestia... casi me aplasta las vértebras.-murmuré turbándome en el sofá mientras me sobaba el cuello.

Nos quedamos a solas y en silencio sepurcral. Creo que ni Miho ni yo queríamos decir nada, nada hasta que Uta estuviera cerca y pudiera echarnos una mano. Yo me sentía un inútil y más aún cuando escuché el timbre de la habitación. Al abrir estaba ahí mi madre con esos ojos glaciales y tras ella llegaban aquellos dos de muy buen humor, humor que se quedó cortado por la leve inspección que hizo mi madre.

-Bien tomad asiento, ambos tenemos que dar una noticia a nuestro padre y bueno.-carraspeé.-No quiero morir solo, ni ella tampoco, así que como el asunto es parecido en ambos...nos... Uta, tío Uta.-miré a Yutaka rogándole que me echara una mano.

-Serás... igual que tu padre cuando intentaba explicarle algo a Miho.-cuando dijo Miho supuse que era a mi abuela.-No los matéis, yo estoy con ellos en este asunto y es más estoy aquí por mero apoyo. Lo que van a decir no es tan duro... sólo quedaréis un rato en shock.-comentaba todo aquello mientras yo me preguntaba si mi abuela, estuviera donde estuviera, estaría orgullosa de mí. Uta se sentó al lado de Megumi y ella iba enterrando sus uñas en el sofá. El momento era tenso, muy tenso, y casi se podía cortar el aire con un cuchillo como si fuera mantequilla.

-Atsushi sostén a mi madre, que si me zafo de ella seguro que cae al suelo.-murmuró Miho mirándolos unos segundos.

-Gracias, así sólo nos van a matar.-mascullé a Yutaka quedando al lado de mi hermana e intentando tener un poco de valentía.

-Pues sí, tenemos que decirles algo.-dijo tomando las manos del que consideraba prácticamente su padre, nuestro tío-Pero que primero empiece Hizaki.-murmuró quitándose las gafas.

-No, querida no.-respondí bastante nervioso.-Soy todo un caballero y creo que tú primero.-estaba nervioso, no acobardado, simplemente tenía miedo que mi padre tuviera un infarto y que ellas se pusieran mal.-Primero las damas Miho.-cerré bien fuerte los puños y luego para liberar tensiones jugueteé con mi pendiente. Mi madre me miraba directamente a los ojos, aunque intentara bajar la cabeza sabía que me observaba.

-Idiota, si fue idea tuya.-respondió Miho prácticamente bufando.

-Hizaki o lo dices o te juro que mueres ahora mismo.-intervino mi padre agarrando bien a Megumi, porque parecía desfallecer.

-Ahí va...-suspiré tomando la determinación que ya era hora, no podía huir.-He dejado en estado a una chica y Miho también lo está de su novio.-cerré los ojos esperando un grito huracanado de mi padre, de esos que te peinan con solo una vocal.

-Pues sí, yo estoy embarazada de Eduart y ese inútil dejo preñada a una chica.-la muy cobarde se quedó detrás mía.

-Hiza.-balbuceó mi madre, sentía que había roto todos sus esquemas.-Hizaki.-susurró notando que intentaba controlarse, sus ojos lo decían todo pues en ese momento los abrí y la miré-¿De cuánto tiempo estamos hablando?

-Será niño, está de seis meses pero tranquila que no me pienso casar con ella.-en ese momento la cara de mi padre era un poema, podía recitarlo de pe a pa. Se llevó la mano al pecho intentando tomar aire y ahí vino el gran estallido.

-¡Yo os mato! ¡Hijos de la grandísima puta! ¡Yo os mato! ¡A ti y a Eduart! ¡Os mato a los dos! ¿¡Como se atreve ese idiota de casi cuarenta años dejar preñada a mi princesa?! ¡Joder! ¡Ese tio es un soberano gilipollas! ¡Me cago en su putísima madre! ¡Me lo cargo! ¡Y tú! ¡¿Qué estás diciendo?! ¡Te casaras con la chica y punto!-el Atsushi conservador se mezcló con el neurótico atolondrado de su juventud y dio una mezcla muy extraña y prácticamente letal. Yo, no podía pensar en nada. Creo que simplemente sentía que el mundo se abría bajo mis pies y el infierno me llamaba con una canción desfasada de guateque de los sesenta.

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