26/12/09

Estrés VII


Cuando colgué me saqué la ropa y quedé en boxer, me coloqué los pantalones de deporte y los guantes de boxeo. En mi cuarto tenía un saco, a veces lo usaba para desfogarme, y en aquel momento tenía que desfogarme de todo lo que había pasado. Esa mancha de inútiles, niños bobos, se creían que podían vencerme y golpearme hasta la saciedad por unas acciones de las cuales ellos eran los únicos causantes. No tenía culpa que esos imbéciles no entendieran la materia y se buscaran estratagemas para copiar. Por ello siempre aprobaban, a pesar que se saltaban varias horas lectivas importantes. No me extrañaba que no fuera el único profesor, que hubiera algún que otro implicado en sus fechorías. Es decir, que no fuera el único estafado sino que la mayoría del centro lo estuviera. Era algo normal, los padres querían la mejor educación peor la esencial se muestra en casa y esos eran hijos de tiburones de los negocios, tiburones sin honor ni orgullo.

No me agradaban los niños consentidos de las clases altas, a pesar de ser uno de ellos. Sin embargo, yo era distinto. Por mucho que me pareciera en los uniformes que lucía, en que mis padres asistían a fiestas y reuniones de estúpidos snop, por mucho que cuando niño asistiera a equitación y por supuesto a pesar de mi ropa... yo era distinto. Tenía buena educación, unos padres preocupados y entregados, pero la rebeldía del chico de clase media e incluso baja. Me gustaba el rock, me gustaba destacar por mi mismo y no por mis apellidos. Pero esos estúpidos tan sólo lloraban porque su yate se cascarillara.

Mi madre solía decirme que debía tener clase, orgullo y respeto. Pero esos no tenían pedigri más allá de sus apellidos, ellos se conformaban con ser “hijos de” y a mi eso me abría ulceras enormes en mi estómago. Yo quería ser Hizaki, ser yo mismo y sin que mis padres tuvieran nada en ello. Se habían creado sus propios universos empresariales, habían conseguido metas por ellos mismos, y yo quería hacerlo igual. Tal vez por ello no era como el resto, porque mis padres se imponían metas y no como los padres de esos desgraciados. Muchos eran ricos a costa de guerras, de hambrunas, y de explotar a empleados. Mi padre lo era gracias a su ingenio, al igual que mi madre.

Ese tipo de gentuza era con la que tenía que convivir, pero yo quería hacer lo mismo que mi hermana. Deseaba ser anónimo y estudiar lo que me apetecía, no tener que depender de egocéntricos engominados con cara de no haber follado en su vida. Era demasiado para mí tener que soportar caras largas y amargas, sus estúpidos acentos inventados para no parecerse al “proletariado”. En ocasiones me sentía presionado y observados por los nuevos canes de Hitler. Ellos no eran racistas contra razas, pero sí contra quienes no tenían ni un céntimo. Sin embargo, a mi me gustaba conversar con chicos que prácticamente vivían con el dinero justo y se la pasaban en la calle practicando cualquier deporte. Me sentía más cercanos a ellos que a los hijos de los amigos de mis padres.

Cuando me tranquilicé un poco fui directo al despacho de mi madre. Entré sin pedir permiso con los ojos llameantes. Ella se quedó en silencio observándome, creo que verme de esa forma la descontroló. Eran los ojos de mi padre, los ojos que a veces sacaba tras una llamada poco acertada.

-Dices que debo llevarme bien con los chicos del instituto, que debo conversar con ello y hacer alianzas para el futuro.-murmuré con los ojos clavados en los suyos.-Esos chicos que tanto quieres que sean mis amigos, esos mismos que van a mi escuela, son los que me quieren pegar una paliza.

-Hizaki.-susurró.-¿Qué diablos estás diciendo?-interrogó totalmente incrédula.

-Me quieren apalear porque han desmontado una red de copias en los exámenes, todo porque yo fui de los pocos que se dio cuenta de un error en un ejercicio... el resto lo hizo sin preguntas y mal.-tomé aire y lo dejé ir.-Intentaron hacerme una trampa para destrozarme, ya lo sabe el profesor y el director... en breve me llamaran para saber en qué queda el asunto.

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