7/6/09

Se rompió el encanto III





Al día siguiente tenía que ir a una fiesta, puede sonar algo frívolo pero decidí ir a ella. Mi madre estaba repuesta de todo, su frialdad regresó e hizo como si nada hubiera ocurrido. Yo simplemente hice lo mismo, para mí todo se había desvanecido, al menos cara a ella. Lexter me llevaría a mi cita, era en la casa de un amigo de estudios y me incordiaba a veces tener que rodearme de idiotas. Sin embargo, él no lo era y me parecía atractivo. Mi chofer me guiaba por la ciudad y el tráfico era tan denso que terminamos conversando como de costumbre.

-Espero que la fiesta sea entretenida para que valga la pena esperar tanto tráfico.-dijo bajando el visor de cristal de la limusina. Pretendía dejar boquiabiertos a los desgraciados que se creían más que yo porque sus padres eran europeos, una limusina sería lo bastante ostentoso.

-Es normal, es día festivo y todos se lanzan a sus planes.-estaba recargado sobre el cristal de la ventana.-Yo te he jodido los tuyos, lo siento Lexter.-él rió ante lo que dije y se giró.

-No lo lamentes, me agrada conducir más de lo que imaginas.-me guiñó y yo por alguna razón me puse nervioso. No llegaba a sonrojarme, pero sí a inquietarme.

-Entonces todo bien.-dije acomodándome en el asiento.

-Tienes tus revistas de motor en el hueco justo al lado de la puerta, además de cocacola bien fría.-esos detalles no se lo pedía yo y mi madre tampoco, los tenía conmigo porque así era. Eso es lo que más me agradaba de él, regalos inesperados y sin esperar sobresueldo.

-Gracias.-las tomé entre mis manos y comencé a leerlas, me fijaba en las novedades del mercado y sobretodo en las más potentes. Estaba por pedirle a mi padre que me dejara ponerle un motor más potente a la de carreras, pero sabía que no me iba a dejar y en esos momentos estaba molesto con él. No había sabido llevar bien sus asuntos, terminarían aireándose públicamente y afectándonos a todos.

-Seguro que estás impaciente por ir a la fiesta, debe de haber muchas chicas guapas.-mi mirada se fijó en él cuando dijo eso.

-Sí, pero no estoy interesado ahora en una niña de alta sociedad. No soy de ese tipo de hombres.-comenté rascándome la cabeza para proseguir mi lectura.

-¿No te gustan las chicas? ¿Eres homosexual?-preguntó y yo me quedé sin habla. Creo que balbuceé. Tenía miedo, miedo a decir algo que sonara mal, no quería que mi madre supiera de mi bisexualidad.-No me importa qué condición sexual tengas, es más, yo soy bisexual y me considero un afortunado.-aquello me hizo sonreír y lanzarme como un gilipollas.

-Yo soy bisexual, pero me refería al tipo de mujer que va a ese tipo de eventos.-yo no quería una mujer como mi madre, yo quería una chica como las del servicio.

-Vaya.-susurró parando el vehículo en una larga cola.-Es una fortuna para los hombres que también juegues en nuestro equipo.-bajé mi revista observándole mejor, estaba deseando saber porqué decía eso.

-¿Suerte?-interrogué ansioso de que dijera las palabras mágicas.

-Sí, me gustas y gustarías a cualquier hombre con dos dedos de frente.-me quedé en shock, dijo lo que quería oír y sin embargo no sabía donde meterme.

-A mí también me gustas.-me sinceré creyendo que era lo correcto.

-Sabes podríamos salirnos de lo acordado, ir a un lugar más íntimo y tomar algo. Pasar la tarde juntos siguiendo esta conversación hasta la madrugada.-me estaba proponiendo una cita, yo nunca había estado en una cita con un hombre aunque sí con una mujer.

-Sí.-acepté con el corazón en la boca, tenía el pulso tan acelerado que juraría que ni el correcaminos llegaría a tanto tras una carrera.

Me pregunté donde iríamos, qué local sería el oportuno para que nadie nos dijera nada y la prensa no molestara luego con titulares sensacionalistas. Sonreía como cualquier adolescente en su primera cita, porque eso es como lo vi. Nos desviamos hacia un camino algo polvoriento, llegamos a un Motel y mi sonrisa se borró. No fue porque no deseara estar con él, sino porque tenía miedo de que jugara conmigo. Me estaba exponiendo demasiado, no quería deshonrar a mi familia. Además él dijo tomar algo, no ir a la cama. Me pegué al asiento cuando un hombre vino a conversar con él. Hablaron de negocios, parecían conocerse y le aseguró total discreción. Después me hizo salir de la limusina y entonces sentí como me agarraba por las caderas.

-Te voy a dejar claro cuanto me atraes, Hizaki.-susurró próximo a mis labios y los besó. Mi boca se volvió un volcán en erupción y me aferré a él besándolo con desesperación. Aceptaría ese juego, estaba nervioso porque sabía que tendría que ser el pasivo, sin embargo todo valía la pena.-Vamos a la habitación, aquí nos pueden ver.-me agarró de la mano y tiró de mí haciéndome caminar tras él. Estaba excitado, pero tan nervioso que no sabía donde mirar.

Al llegar al ascensor cerró la puerta de seguridad, marcó el piso tres e inició su juego. Mordisqueaba mi cuello y yo únicamente me aferraba su corbata. Cerré los ojos y mis labios propusieron leves gemidos entre suspiros. Ahora que lo recuerdo me siento idiota, un inútil, pero en ese momento me creía un Dios. El hombre del cual me había fijado hacía algo más de un año me hacía caso y de esa forma.

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