19/7/09

Marimacho a la vista I


Capítulo 5. Marimacho a la vista.


Papá me llamó cuando me recuperé, tenía demasiadas cosas en la cabeza pero atendí su llamada lo mejor que pude. Él dijo que debía de conocer a alguien, una persona importante, mi hermana. Cuando dijo hermana me quedé frío, pensé que se volvió loco y consiguió un nuevo bebé para su pareja. Pero no, la chica era mayor que yo. Así que me tragué el orgullo y pensé que ser el mediano tendría sus ligeras ventajas. Decía que era muy terca, orgullosa, inteligente y liberal. Parecía describir a todos y cada uno de los Sakurai. Acepté la invitación a ir a las pistas con ambos, aunque poco después me aclaró que tendríamos que postergarla. Eso no me agradó, porque hice planes.

Sin embargo, terminé involucrándome en un nuevo trabajo. Quería subir nota para demostrar de lo que era capaz. Mi orgullo era todo lo que tenía. Sería un proyecto sobre historia del arte, muy interesante en la que el impresionismo tomaría forma no sólo de forma aburrida sino también didáctica. Normalmente cuando se habla de la historia y evolución de una corriente artística era algo incomible, demasiado terrible para algo tan hermoso como es la pintura.

Para ello decidí tomar un pequeño curso de pintura. Tendría que estar un mes dibujando a carboncillo, acuarelas y demás tipos de procedimientos artísticos. Buscaría la innovación y como creador vería distinto las obras de otro. Aunque no buscaba ser el nuevo Picasso, si saber qué se siente mientras se intenta crear un mundo distinto.

Por supuesto para las clases necesitaba materiales como un bloc. Me dijeron que tenía que ser A3 y con un grosor consistente, por si usábamos acuarelas. Supuse que también tendría que hacerme con lápices, acuarelas y demás utensilios. Así que pedí a mi madre dinero para poder comprar todo lo necesario, en mi bolsillo llevaba una lista amplia y mi guardaespaldas me acompañaba sin dejar de observarme ni un instante.

Llegué a la tienda y tomé una cesta para deambular por toda la gran superficie, un lugar donde seguro mi padre sería feliz... yo no había sacado sus dotes para pintar o escribir, era nulo o así lo veía. A pesar de tener mi pequeña libreta con textos, canciones, poemas y frases estúpidas, a mi ver. Pero mi padre decía que debía esforzarme y dar a leer mis textos a otros, claro que con un pequeño truco. Si deseaba saber la verdad, aunque me hirieran, no debía decir el autor de tales escritos.

-Lápices...listo.-iba tachando cada cosa que iba llenando el cesto.-Sacapuntas de metal y bolígrafo permanente...listo.-cuando vi los bloc me apresuré y fui a tomar el mismo que el de otro chico. Era rubio y de pequeño tamaño. El estante superior sería inaccesible para él, así que simplemente fui caballeroso y dejé que el lo tomara.-Gomen.-dije tomando otro de la estantería.

-No es nada.-creí escuchar de él. Parecía agradable a primera vista, bastante dulce por su tono de voz.

-Señorito Hizaki.-vino corriendo detrás de mí Hugo, como si fuera mi perro faldero. Bufé y le miré de reojo aún de puntillas para alcanzar el blog.

-¿No te dije que te quedaras en el coche?-interrogué alzando una ceja.

-Soy su guardaespaldas, debo de...-decía como si fuera un discurso ensayado mil veces frente al espejo.

-Olfatearme hasta el trasero si te lo piden! estoy harto! quiero comprar como un chico normal!-empecé a hacer un berrinche monumental y al seguir intentando agarrar el bloc caí sobre el chico que miraba el anterior.

-¡Hizaki!-Hugo me agarró del brazo, pero sus reflejos no evitaron el tropezón

-¡Ay que golpe!-dijo pasando su mano sobre el codo contrario, parecía que se había dado contra la repisa. Lo que parecía su guardaespaldas intentó ayudarlo.-Puedo solo.-respondió bastante cortante, aunque de forma cortés. Se notaba a leguas que intentaba que nadie lo tocara.

-Señorito... si su madre viera que no soy capaz de...-lo fulminé con la mirada.

-No soy un niño, tengo ya dieciocho años ¿Comprendes? pronto iré a la universidad y me iré de casa. No tendrás que aguantarme, ni cuidarme, como si fuera un niño pequeño.-estaba harto de los guardaespaldas. Me giré hacia el chico y lo observé.

-¿Estás bien?-interrogué. Papá siempre decía que era algo patoso, dos pies izquierdos o sordos. Pero cuando comenzaba a bailar esos pies se volvían mágicos, por así decirlo, como si llevara esos zapatos danzantes del cuento infantil. Si bien, para el resto del tiempo era alguien que siempre armaba líos.

Se levanto solo del suelo robándose el brazo, su maldito guardaespaldas no sabía qué hacer.

-Sí.-me contestó algo aturdido.-Sólo ha sido un pequeño golpe, nada grave.-murmuró- pero tenía un bloc en las manos…-parecía ser extraterrestre, como si viviera en su propia pompa.-Espero que no este doblado.-esa era su mayor preocupación, pero la mía era saber si aún le dolía.-lo recogió del suelo.-Mierda.-murmuró observándolo doblado, sucio y además para colmo algo estropeado en las puntas.

-No importa, yo lo pago.-dije caminando hacia él, era algo más bajo que yo. Si bien, para mí ya era algo normal. Mi padre y mi madre eran altos, además de que aunque se notaba poco era mestizo y eso me daba cualidades que a los puramente asiáticos.-Ha sido mi culpa, bueno no toda ¿cierto?-miré a mi guardaespaldas y noté que ambos hombres se miraban desafiantes.-Hay más de ese tamaño.-dije tomando el que había caído.-¿Ves?-tenía el mío aún en mis manos y sonreí de forma amplia e infantil.

No hay comentarios: