6/6/09

Se rompió el encanto II




Me alejé de ella, me fui a mi habitación y respiré profundo. Mi hermano estaba en el pasillo y simplemente lo tomé en brazos llevándolo a su cuarto. Allí lo recosté en su cama y besé su frente, le dije que le daría de comer después de una ducha. Él no quería estar solo, tenía miedo, pero comprendió. Su miedo era el mío, sin duda era el mismo. Nuestro mundo, tal y como lo conocíamos, se rompía como hielo quebradizo bajo nuestros pies y explotaba la bomba en nuestra cara.

Cuando fui hacia el baño de mi habitación pasé por una estantería llena de foto grafías de vacaciones pasadas. Mi padre siempre sonreía abrazado a mi madre, su vida parecía resuelta y ambos hechos a medida. Recogía premios por su esfuerzo a los más necesitados, cosa que la llenaba de paz, y él aplaudía con las ansias de un animal en busca de libertad. Pequeñas representaciones infantiles donde aparezco con diez años disfrazado de árbol y mis padres sonriendo. Había fotos que creí que ya no volvería a ver, que había olvidado. Mis ojos se aferraron a la última. Hacía tan sólo unas semanas, mi padre estaba con la mirada perdida y mi madre parecía la de siempre. Su sonrisa a veces parecía forzada, pero quizás por miedo a ser ella misma. Ese era el fallo de ella y el de él. Si se había ido con un hombre me explicaba muchos puntos de sus fobias, de sus comentarios y de su política.

He de reconocer que rompí a llorar al entrar en el baño. Comencé a odiar que mi madre se sintiera humillada, que mi padre no hubiera resuelto mejor las cosas y que mi familia se rompiera. Tenía miedo, miedo al dolor que se formaba en mi pecho. Quería gritar pero no salía, no podía desfogarme. Me convertí en el hombre de la casa, demasiada responsabilidad para un adolescente. El mundo me aplastaba, ya no era divertido ni motivador nada de aquella casa. El agua parecía abrazarme, acariciar mi piel. Compadecí a mi madre y a mi padre. Los compadecí a ambos. Uno tendría que afrontar una nueva vida desde cero, las críticas, humillaciones, su conciencia y también mil obstáculos. Mi madre tan sólo reconstruir su orgullo, aprender que no todo puede ser perfecto y salir adelante.

No había terminado de ducharme cuando entró mi hermano. Me miró fijamente a los ojos y comenzó a llorar como yo lo había hecho antes. No le importó que estuviera desnudo y empapado, él se abrazó a mí y yo lo tomé en brazos intentando calmarlo.

-Papá no volverá.-gimoteó.-Ahora no volverá a casa, yo quiero que papá venga.-acariciaba sus cabellos mientras él se aferraba aún más a mí.

-Papá vendrá a vernos, te llevará al zoo como prometió y también al parque de atracciones una vez al mes si sigues con buenas notas. Papá siempre cumple sus promesas.-besé su sien y él se separó.

-¡No! Papá le dijo a mamá que siempre estaría a su lado.-sus brazos temblaban, todo él era una masa tambaleante.

Decidí no decir nada, llevarlo a mi cuarto y vestirme apurado. Le extendí la mano y él la tomó, lo llevé al salón y le puse su abrigo favorito. Tenía que sacarlo de casa, hacer que se calmara quizás en los columpios y después una buena hamburguesa. Mamá odiaba que comiéramos ese tipo de comidas, pero papá siempre nos invitaba al burger cercano.

-¿Dónde vamos? ¿Con papá?-preguntó y yo negué con la cabeza.-¿Dónde?

-Vamos a comer una hamburguesa, un helado y a caminar un buen rato hasta que mamá se desahogue todo lo posible.-era mejor dejarla sola, al menos yo así lo desearía.

-Señorito Hizaki ¿le soy de ayuda?-preguntó Lexter, el hombre de confianza de mi madre y de toda la familia. Era su guardaespaldas personal y también en ocasiones mío.

-No, tan sólo salíamos a dar una vuelta.-dije secando las lágrimas del rostro de mi Hero.

-No deberían salir a estas horas.-dijo mirando el reloj.-Les acompañaré, me quedaré más tranquilo y su madre también.-mi madre no dejaba que saliéramos más allá de las diez sin un guardaespaldas, mi padre tenía enemigos y no se sabía bien cómo iban a reaccionar.

-De acuerdo.-observé sus prendas y noté que vestía sin su traje chaqueta, simplemente unos jeans.

Lexter es el tipo de hombres serio, pero que cuando lo conoces ves que es alguien desenfadado y casi una bestia si entras en su territorio. Fue policía pero por culpa de la corrupción se alejó de ella, se sentía demasiado tentado quizás a caer y quiso mantenerse limpio. Le hirieron prácticamente en el corazón, salió a sano y salvo. Mi padre lo contrató cuando se restableció y le dio una habitación en nuestro hogar. Estaba a nuestro servicio las veinticuatro horas del día, para todo. Él siempre me atrajo, no era alguien que se dejara domar fácilmente pero con él lo deseaba. Me percaté que mi bisexualidad era idéntica a la de mi padre, no podía odiarlo quizás por ello. Sus ojos verdes se clavaron en mí, pues me quedé observándole como un idiota. Regresé la mirada a mi hermano y terminé de abrigarlo.

En la salida conseguí que mi hermano se olvidara de todo. Hero era un niño sensible, cuidado entre algodones aunque no tan caprichoso como yo. Al dejarlo dormido en su cama y arroparlo, noté a Lexter observándome desde el marco de la puerta. Al pasar por su lado me dio las buenas noches y me puse nervioso. Ese hombre me atraía y era bastante atento, aunque supuse que era por su trabajo.

1 comentario:

Mrs.Sakurai dijo...

Odio a Lexter ¬¬ antes le temia pero ahora mi odio es más que mi miedo.

¡¡Matemos a Lexter!! ><

Mi esposa dira que si gustosa XD