
Nada más despertarme lo noté bien pegado a mí, se aferraba a mi colgante y parecía algo inquieto. Eran las ocho de la mañana y para él ya se hacía tarde. Lo agité un poco y únicamente cambió de posición. Suspiré arropándolo mientras lo despegaba de mí. Sus cabellos estaban empapados en sudor y tenía un toque vulnerable. Jamás permitiría que le hicieran daño, mucho menos mis padres. Decidí dejarlo descansar, si no iba tampoco sucedería nada o al menos así lo veía. Fui al baño y me di una buena ducha, al regresar él seguía soñando quizás con algo agradable. No lo levantaría, no podía hacer eso después de la noche tan inquieta que había tenido.
-Hero.-era la voz de mi madre por el pasillo buscándolo, y no sólo su voz sino también sus manolos, terminó encontrándolo en mi cama y a mí con la toalla por la cintura.-Eres un descuidado, deberías haberlo levantado ya. Menuda clase de hermano mayor que eres, Hizaki. Todo un irresponsable, no sabrías cuidar ni de una mosca.-aquello me hacía arder de ira, pero únicamente fijé mis ojos en la estantería cercana y me quedé en silencio.-Para colmo ni te defiendes, aunque no hace falta pues no tienes raciocinio.-mi hermano se movía adormilado en las sábanas y ella lo levantó tomándolo de la mano.
-Mamá tengo sueño.-susurró frotándose los ojos.
-Si durmieras, pero seguro que estaríais haciendo el imbécil en medio de esta pocilga. Por Dios Hizaki arregla tu habitación, enseguida.-lo dijo en su tono normal, uno lineal, que a veces me hacía cuestionarme si estaba enojada o simplemente lo hacía porque eso diría una madre común.-¿Es qué no vas a decir nada?
-Mami no es así.-dijo Hero tras tirar de su chaqueta de Armani, su favorita. Esa de la cual no se desprendería nunca, quizás una vez muerta volvería de la tumba para admirarla en su armario.
-¿No? Pues que lástima que no os creeré a ninguno de los dos. Sois incorregibles.-lo tomó en brazos como si no pesara nada, aunque seguramente le costó cierto esfuerzo.-Iguales que él, sin duda alguna.-
-¿Y qué? ¿Qué tiene de malo ser como papá? ¿A caso no te enamoraste de él? ¿No fue así? Pues déjanos ser como somos, madre.-no toleraría, ni antes ni ahora, que sacara defectos de mi padre para lanzármelos a la cara de forma sutil. Sus ojos azules se quedaron fijos en mí, Hero dormitaba abrazado a ella.
-No vuelvas a permitirte el lujo de reprocharme nada de esa forma.-se giró y su taconeo se marchó de mi cuarto hacia el pasillo.
-Mami no quiero ir al colegio.-susurraba mi hermano, mientras ella cerraba la puerta de la habitación de Hero.
Di un buen golpe al saco de boxeo que colgaba de mi habitación y después una buena patada. La detestaba, detestaba que echara todo en cara de una forma sutil pero hilarante.
No entendía a las mujeres, ni las entiendo ahora y mucho las entenderé en un futuro. Ellas mismas se matan entre sí, se clavan puñaladas a cual más grande y para colmo se llaman amigas en galas de sociedad. Amigas que sonríen con esos perfectos labios pintados de carmín, que besan como Judas en medio de la fiesta y después se van a rincones oscuros a criticar sobre el vestido que lleva otra.
Dos mujeres juntas pueden elaborar planes tremebundos. Son como la lacra de la sociedad, la furia social y el movimiento de la controversia en sus caderas. Sin embargo, a la vez sus miradas nos hacen temblar y sus curvas ceder más que cualquier mirada implacable. Morimos porque nos besen, deseamos que nos cuiden cuando enfermamos, que lleven negocios como si nada y a vez que lleven el mundo entero en sus espaldas.
Una mujer es cruel con otra por un motivo de territorialidad, los hombres lo somos por cualquier memez. Somos idénticos aunque nuestro comportamiento dista mucho de los vuestros. Todo lo arreglamos con un trago conversando, aunque pensemos que el tipo que está frente a nosotros es idiota, o nos gritamos mientras nos sacudimos fuera del bar o quizás simplemente nos callamos todo y a la mínima dejamos la sopita bien fría sobre la mesa del contrario. Somos iguales, salvo que en vez de desgreñarnos nos sacamos empastes. Llamadme machista, hacedlo o feminista, pero es algo demostrado.
En definitiva, odiaba el comportamiento territorial de mi madre. Estaba herida, yo era idéntico a él según ella y todo iba para mí. Sin embargo, nunca había visto a mi padre dejar una habitación como la mía. Era el orden en persona, podía morir si veía una mota de polvo en la pantalla de su ordenador. Pero si ella lo decía sería por algo, no me daban ganas de discutir y menos de escucharla.
-Hero.-era la voz de mi madre por el pasillo buscándolo, y no sólo su voz sino también sus manolos, terminó encontrándolo en mi cama y a mí con la toalla por la cintura.-Eres un descuidado, deberías haberlo levantado ya. Menuda clase de hermano mayor que eres, Hizaki. Todo un irresponsable, no sabrías cuidar ni de una mosca.-aquello me hacía arder de ira, pero únicamente fijé mis ojos en la estantería cercana y me quedé en silencio.-Para colmo ni te defiendes, aunque no hace falta pues no tienes raciocinio.-mi hermano se movía adormilado en las sábanas y ella lo levantó tomándolo de la mano.
-Mamá tengo sueño.-susurró frotándose los ojos.
-Si durmieras, pero seguro que estaríais haciendo el imbécil en medio de esta pocilga. Por Dios Hizaki arregla tu habitación, enseguida.-lo dijo en su tono normal, uno lineal, que a veces me hacía cuestionarme si estaba enojada o simplemente lo hacía porque eso diría una madre común.-¿Es qué no vas a decir nada?
-Mami no es así.-dijo Hero tras tirar de su chaqueta de Armani, su favorita. Esa de la cual no se desprendería nunca, quizás una vez muerta volvería de la tumba para admirarla en su armario.
-¿No? Pues que lástima que no os creeré a ninguno de los dos. Sois incorregibles.-lo tomó en brazos como si no pesara nada, aunque seguramente le costó cierto esfuerzo.-Iguales que él, sin duda alguna.-
-¿Y qué? ¿Qué tiene de malo ser como papá? ¿A caso no te enamoraste de él? ¿No fue así? Pues déjanos ser como somos, madre.-no toleraría, ni antes ni ahora, que sacara defectos de mi padre para lanzármelos a la cara de forma sutil. Sus ojos azules se quedaron fijos en mí, Hero dormitaba abrazado a ella.
-No vuelvas a permitirte el lujo de reprocharme nada de esa forma.-se giró y su taconeo se marchó de mi cuarto hacia el pasillo.
-Mami no quiero ir al colegio.-susurraba mi hermano, mientras ella cerraba la puerta de la habitación de Hero.
Di un buen golpe al saco de boxeo que colgaba de mi habitación y después una buena patada. La detestaba, detestaba que echara todo en cara de una forma sutil pero hilarante.
No entendía a las mujeres, ni las entiendo ahora y mucho las entenderé en un futuro. Ellas mismas se matan entre sí, se clavan puñaladas a cual más grande y para colmo se llaman amigas en galas de sociedad. Amigas que sonríen con esos perfectos labios pintados de carmín, que besan como Judas en medio de la fiesta y después se van a rincones oscuros a criticar sobre el vestido que lleva otra.
Dos mujeres juntas pueden elaborar planes tremebundos. Son como la lacra de la sociedad, la furia social y el movimiento de la controversia en sus caderas. Sin embargo, a la vez sus miradas nos hacen temblar y sus curvas ceder más que cualquier mirada implacable. Morimos porque nos besen, deseamos que nos cuiden cuando enfermamos, que lleven negocios como si nada y a vez que lleven el mundo entero en sus espaldas.
Una mujer es cruel con otra por un motivo de territorialidad, los hombres lo somos por cualquier memez. Somos idénticos aunque nuestro comportamiento dista mucho de los vuestros. Todo lo arreglamos con un trago conversando, aunque pensemos que el tipo que está frente a nosotros es idiota, o nos gritamos mientras nos sacudimos fuera del bar o quizás simplemente nos callamos todo y a la mínima dejamos la sopita bien fría sobre la mesa del contrario. Somos iguales, salvo que en vez de desgreñarnos nos sacamos empastes. Llamadme machista, hacedlo o feminista, pero es algo demostrado.
En definitiva, odiaba el comportamiento territorial de mi madre. Estaba herida, yo era idéntico a él según ella y todo iba para mí. Sin embargo, nunca había visto a mi padre dejar una habitación como la mía. Era el orden en persona, podía morir si veía una mota de polvo en la pantalla de su ordenador. Pero si ella lo decía sería por algo, no me daban ganas de discutir y menos de escucharla.
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