18/6/09

Ser O No Ser III


En definitiva, odiaba el comportamiento territorial de mi madre. Estaba herida, yo era idéntico a él según ella y todo iba para mí. Sin embargo, nunca había visto a mi padre dejar una habitación como la mía. Era el orden en persona, podía morir si veía una mota de polvo en la pantalla de su ordenador. Pero si ella lo decía sería por algo, no me daban ganas de discutir y menos de escucharla.

Ese día fue largo y duro, tanto porque empecé a crear huecos en mi calendario para exámenes como para exhibiciones. Pero tuvo sus frutos en la hora de descanso. Busqué al organizador del evento y rogué que me hiciera una audición, me quedaría incluso con la estatua con tal de participar. Terminó dándome un libro y el número para la audición. Tendría que aprenderme varias partes del diálogo de Don Juan y ya vería si encajaba en él, o en cualquier otro. No era él quien elegía, sino un profesor, pero él colaboraba estrechamente siempre en ese tipo de actos y tenía efecto en la decisión.

-Así que únicamente tengo que estudiarme este pequeño fragmento.-dije con una sonrisa ojeando la obra.-Siempre me atrajo Don Juan, pero jamás me dio por profundizar en ello.-el chico estaba frente a mí, sentado en una mesa escuchándome como si fuera algo interesante.

-Muchos no se leen jamás la obra, tampoco acuden a conocerla en el teatro.-susurró encendiendo un cigarrillo, para luego dejar pasar el aire lentamente entre sus labios.

-Yo tengo una pequeña biblioteca en casa, leo de todo y me gusta porque me da respuestas, en ocasiones, a problemas que caen sobre mí de la nada.-al decir aquello comenzó a reír a carcajadas.

-Eres el Quijote, más que un Tenorio.-murmuró bajando de la mesa, donde se había sentado, para venir hacia mí.

-Quizás.-dije sin perder ojo al libreto. Releía una frase y otra, me sentía cómodo en ese papel y lo quería.

-Eres atractivo, pero sería el primer don Juan que fuera asiático.-comentó aproximándome a mí, calando su cigarro y dejando su aroma en mí uniforme.

-Gracias, pero soy mestizo.-respondí girándome hacia la ventana. Sentía el frío en mi cara y podía notar la tormenta que se avecinaba. Amaba la lluvia, sería un día especial con relámpagos hasta que la ciudad pareciera consumirse en ella misma.

-Lo supuse, por tu apellido.-me giré cuando dijo aquello y noté su sonrisa.-Sakurai podía haber otra familia japonesa, pero De la Rosa, no. Tu madre es muy conocida en el círculo de la alta aristocracia y tu padre tiene cierta fortuna.-realmente nadie conocía a cuanto ascendía. Si decían que los judíos eran buenos con los negocios, nosotros éramos aún mejor. Sabíamos ver venir las crisis económicas, vender todo lo que era posible antes de las recesiones y tomar un suculento jugo de los cadáveres que quedaban después. Tiburones financieros tan bien equipados contra cualquier fatalidad que jamás moríamos en las costas, sino que mejorábamos la especie.-Pensé que los asiáticos erais bajos de estatura, nunca vi a tu padre lejos del atril.-mi padre era de mi estatura, causaba pavor a los oponentes cuando los tenía cara a cara. Ese maldito imbécil no sabía ni con quien trataba, había escuchado campanas en el aire y no sabía en qué iglesia.

-Vaya, pues mi padre tiene mi estatura y que yo sepa hay personas de escasa altura en cualquier pueblo.-no me gustaba hablar de raza, me sentía como un racista sin escrúpulos. Si bien, yo me sentía superior a muchos y no era por mis rasgos sino por mi fuerza además de agudeza mental.

-Eso lo desconozco, no soy muy dado a la política.-quedó junto a mí en la ventana.-Espero que mañana haga mejor día.-comentó como si nada.

-No lo hará, lloverá hasta el fin de semana próximo.-sonreí observando las primeras gotas caer hasta la cancha de basket al aire libre próxima al gimnasio.

-Vaya, mal tiempo entonces.-murmuró.

-No, el mejor de todos.-sonreí colocándome bien el flequillo para luego girarme e ir hacia la puerta.-Nos veremos el día de la audición.-dije girándome para despedirme con la mano.

-Claro, pero si tienes alguna pregunta que plantearme ya sabes dónde encontrarme.-

No tenía dudas. Conocía la obra, me apasionaba el teatro y su representación siempre era el día de San Juan por tradición. Pensaba hacer un buen papel y después ir a la playa, allí había fogatas y celebraría mi cumpleaños. Mi cumpleaños era el día cinco, pero jamás lo festejaba ese día ya que siempre tenía exámenes o trabajos para aumentar mis notas globales. Por ello se hacía de forma tardía, no me importaba en absoluto.

En mi vuelta a casa vi el cielo aún más oscuro, llovía y las gotas se precipitaban con violencia sobre la tierra reseca. Eché a correr con la chaqueta quitada. La maleta tiraba de mí hacia atrás, si bien lo tomé como una especie de entrenamiento. Cuando llegué a casa lo hice calado hasta los huesos, me despojé de la camisa y la corbata en la entrada.

-¡Hizaki!-esa era la voz de Clara.-Vas a terminar con una gripe o una pulmonía.-me arrebató la mochila y la chaqueta.-Ve a la ducha.-me tomó del mentón y me hizo mirarla.-Ahora.-indicó y yo sonreí como un diablo.-Hizaki Sakurai, si te ve tu madre así terminarás sin salir en un mes. Ve a la ducha y cámbiate de ropa ya.-asentí sin respiración. Había hecho el trayecto en menos de diez minutos, había tomado mis atajos, corrido hasta matar mi alma en cada pisada.

Nada más llegar a mi cuarto me quité lo que me quedaba de ropa, incluso los calzoncillos estaban empapados. Al meterme bajo el agua caliente jadeé y agité mi cabeza. Me sentía un animal salvaje, lo que era realmente, que se liberaba tras haber estado encerrado semanas.

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