
-No fue broma.-respondió en un tono tan bajo que me costó distinguir bien lo que decía.-No fue broma.-repitió algo más elevado.-Pero no debí.-dejé de darle la espalda y alcé su rostro. Estaba empapado en lágrimas y noté que eso no era un juego, más bien era algo importante para él.-Sé que no eres gay, que te gustan las chicas y pensé que coquetear sin decirte lo que había era…-lo callé besándolo y empujándolo hasta dentro de aquel pequeño departamento.
-No era broma, está bien.-dije dando un portazo bien sonado.-Pues si no es una broma empecemos.-él no sabía si hablaba en serio o no, pero tan sólo se arrodilló ante mí acariciando mi bragueta.
-¿No bromeas tú?-interrogó inquieto.-¿Voy a tenerte bien dentro?
-No me gustan los rubios, pero contigo haré una excepción.-dije antes de alejarlo de mis pantalones para bajarme la cremallera.
-A mi me gustas mucho y te conozco bien, lo de esta mañana lo hice para despistar. No quería, no deseaba, que supieras que te necesitaba.-sus ojos estaban clavados en mi entrepierna.
-Deja de hablar y mirar.-murmuré tomándolo del mentón.-Empieza de una vez.
-Sí.-susurró algo más calmado y de rodillas.
Antes no dije como era, quizás por descuido, pero aquellos cabellos rubios y largos te incitaban a tirar de ellos. Sus ojos azules se fijaban en los míos, tan cafés como los de mi padre. Era un extraño contraste, un chico de orígenes ingleses pegado a mi entrepierna. Su piel clara parecía suave, y al tocarla con la yema de mis dedos noté que aún lo era más de lo que simulaba ser. Gemí profundo al notar sus labios sobre mi sexo, aún no estaba erecto pero ese contacto tan experto me hizo echar hacia atrás la cabeza. Mis caderas iniciaron un movimiento lento y sin pausa, quería aumentar la fricción de su boca. Su lengua humedecía el glande y notaba también sus dientes mordisquear la piel contigua.
-Joder.-susurré agarrando mejor su cabeza, apoyando mis manos sobre esta y sus hombros. Mis ojos estaban entreabiertos observándole, él parecía sonreír bastante excitado y me incitaba a decir ya basta.-Para.-dije apartándolo para levantarlo prácticamente en peso.
-¿Vamos a mi cuarto?-preguntó rodeándome el cuello con sus débiles brazos.
-Será lo mejor ¿vives solo?-dije acariciando sus caderas que sensualmente se rozaban contra mi cuerpo.
-Sí, no nos interrumpirá nadie.-besó mis labios de forma dulce.-Anda, vamos a la cama.-dijo separándose de mí para caminar casi contoneándose.-Quiero saber como es ese estilo que dicen tener los asiáticos, más pasionales que los latinos y a la vez pervertido.-murmuró riendo bajo para quedarse pegado en el quicio de la habitación contigua. Allí estaba su dormitorio, donde lo haríamos.
-Créeme el estilo de los Sakurai es mil veces mejor al de un asiático cualquiera.-no sé si habló mi orgullo o mi ego, quizás ambas partes de mí se pusieron de acuerdo.
Me aproximé a él tomándolo por las caderas, subiendo su camiseta para quitársela. Su musculatura era leve, delgado y con algo de cadera que le daba una forma indiscutiblemente atractiva. Los huesos de sus caderas estaban algo pronunciados y se veía por encima de aquel bode del pantalón. Mis dedos recorrían su pecho y él jadeaba nada más al sentirlos próximos a sus pezones.
-¿Es una de tus zonas erógenas?-pregunté y él solo me miró con los ojos cargados de deseo.-Ya veo.-dije antes de lamerlos para notar su cuerpo estremecerse.
-Vamos a la cama.-rogó con la voz ronca, sus piernas temblaban y sabía que hoy me estrenaría con los hombres de una forma distinta.
-Si así te pones sólo jugando ¿qué sentirás a la hora del momento crucial?-murmuré besando su cuello.
-Llévame a la cama, por favor.-respondió con los ojos cerrados y la respiración agitada.-No sabes lo excitado que estoy.-sí lo sabía, nada más verlo y notarlo. Bajo sus pantalones debía haber bastante presión, pues el bulto de su pantalón era considerable.
-Iremos a la cama.-dije tomándolo de las muñecas para maniatarlo y pegarlo más a la pared. Mi pierna rozó su entrepierna y él se estremeció.
-Hizaki.-susurró mordisqueándose el labio inferior.
-¿No me vas a dejar jugar ni un poco?-pregunté soltando una de sus manos para desabrochar su pantalón.-¿No?-mordisqueé su cuello en el lado derecho, para luego depositar un beso en el lado contrario. Entonces, solté su pantalón dejándolo alrededor de sus pies descalzos.
-Hizaki.-su voz cada vez estaba más perdida y ronca, cada vez se ahogaba más en su excitación.
-Mario, sé buen chico y no me detengas.-comenté rozando mis labios con los suyos.-Mejor quédate gimiendo nada más.-lamí la comisura de su boca y su lengua buscó instintivamente la mía.
Mientras nos besábamos bajé sus boxer y acaricié su sexo erguido. Reí internamente al ver lo divertido que era descontrolarlo. Dejé de besarlo únicamente para hacerle girar y rozar mi miembro por entre sus nalgas.
-¿Te gusta?-pregunté mordisqueando la cruz de su espalda.-Dime.
Tan sólo le pregunté para que abriera bien su boca e introducir dos de mis dedos, jugueteaba con su lengua y él succionaba. Me excitaba y también lo excitaba a él. Al apartarlos, de entre sus labios y lengua, los hundí en su entrada. Ese agujero íntimo que me llevó hasta su esfínter para palpar su próstata.
-Hizaki, vamos a la cama.-dijo aferrándose al marco de la puerta de su dormitorio.
-Sí, será lo mejor.-dije dejando tranquilo su cuerpo para quitarme la camisa, zapatos, calcetines y pantalones. Me dejé los boxer dirigiéndome hacia donde él se había metido.
Al entrar lo vi tirado en la cama de forma sensual, parecía decirme que todo era para mí por esa noche. Me bajé los boxer frente a él y eso hizo que se incorporara del colchón. Terminó arrodillado frente a mis caderas, en la cama, acariciando mi sexo y humedeciendo, con su saliva, mis testículos.
-Así.-murmuré colocando una mano sobre su cabeza.-¿Dónde tienes los preservativos?
-En la cómoda de ahí.-respondió al apartarse mientras la señalaba.
Fui hasta donde dijo y hurgué por entre su ropa interior, al final encontré una caja de condones estriados. Sonreí nada más acomodarlo sobre mi sexo ya que él me esperaba con las piernas abiertas. Me invitaba a entrar, pero pensaba que aún no estaría dilatado lo suficiente.
-¿Tienes lubricante?-pregunté y él asintió señalando de nuevo el mueble.
Volví a la búsqueda y di con un buen bote de vaselina. Tenía un aroma parecido al chocolate, según leí incluso era comestible. Reí bajo al ver un dildo entre sus boxer.
-Juguetitos y todo.-lo mostré sin pudor alguno, lo contrario que él en sus mejillas.-No te pongas así, es normal. Aunque a mi me va más estar en el lado contrario.-lo introduje en sus entrañas empapado de ese bálsamo, y comencé a girarlo lentamente. Sus gemidos eran tan profundos, sus manos se aferraban a mi espalda y yo me masturbaba ante todo aquello.-¿Así estás más calmado?-dije algo ronco porque yo también empecé a excitarme más de la cuenta.-Creo que ya basta de juegos.-lo retiré dejándolo a un lado para entrar de una vez entre sus nalgas. Ese trasero tan duro me recibió gustoso, al igual que sus piernas rodeándome como sus brazos.
-Hizaki.-gimió bien alto mi nombre, más bien lo aulló, sin tiendo mi impetuosidad entre sus paredes chocando con la próstata. Di rápido con su punto de placer, fue cuestión de suerte.
-Mario.-me oculté en su cuello, lamía su piel y la mordisqueaba. Fui hasta su pecho y dejé rodar mi lengua en sus pezones. Estaba tan necesitado de mí y yo tanto de sexo que nos fundíamos a la perfección.
Tras unos minutos que me parecieron segundos nos vinimos, él antes que yo y yo intenté hacerlo con rapidez para no molestarle. Al recostarme a su lado agotado eché de menos un cigarro. Fui hacia mis ropas y tomé la cajetilla, me alegré de llevarla encima. Encendí uno y lo fumé como si mi vida se fuera en cada calada. Él estaba aferrado a mí con sus cabellos pegados a su cuello, sus hombros y su frente.
-Nunca pensé que te gustaran los chicos, tantas chicas que van tras tu fama de conquistador y de bomba sexual en la cama.-dijo con la respiración aún entrecortada.
-Soy bisexual, los hombres me llamaban poco la atención hasta hace unos meses.-comenté con el pitillo bailando sobre mis labios.
-¿Quieres ir mañana al cine? Podemos ir ya que no tenemos nada que hacer por la huelga. Además la cartelera está repleta de estrenos nuevos.-me estaba invitando a una cita.-Me encantará lucirme a tu lado, bien pegado a ti y hacerte lo que más te guste en pleno film.-agarró mi miembro y lo acarició, tan sensible que estaba me hizo reaccionar.
-No, espera. No quiero que nadie sepa de mi bisexualidad, lo siento.-sus ojos cambiaron, se volvieron algo fríos.-No es por ti, me gustas, pero no estoy dispuesto a que me cuelguen un cartel que ponga maricón.-apagué el cigarro en el suelo y me giré hacia él.-Escucha.-dije tomándolo del rostro.-No me importará ir contigo al cine, sin embargo nuestro comportamiento será de amigos.
-Está bien, supongo que es demasiado pedir para un chico de una noche.-besó mi mejilla y se acomodó entre mis brazos.-Envidio a quien te pueda tener todos los días de este modo.-su frente se apoyó sobre mi torso.
-Supongo.-fue lo único que dije hasta quedar dormido.
-No era broma, está bien.-dije dando un portazo bien sonado.-Pues si no es una broma empecemos.-él no sabía si hablaba en serio o no, pero tan sólo se arrodilló ante mí acariciando mi bragueta.
-¿No bromeas tú?-interrogó inquieto.-¿Voy a tenerte bien dentro?
-No me gustan los rubios, pero contigo haré una excepción.-dije antes de alejarlo de mis pantalones para bajarme la cremallera.
-A mi me gustas mucho y te conozco bien, lo de esta mañana lo hice para despistar. No quería, no deseaba, que supieras que te necesitaba.-sus ojos estaban clavados en mi entrepierna.
-Deja de hablar y mirar.-murmuré tomándolo del mentón.-Empieza de una vez.
-Sí.-susurró algo más calmado y de rodillas.
Antes no dije como era, quizás por descuido, pero aquellos cabellos rubios y largos te incitaban a tirar de ellos. Sus ojos azules se fijaban en los míos, tan cafés como los de mi padre. Era un extraño contraste, un chico de orígenes ingleses pegado a mi entrepierna. Su piel clara parecía suave, y al tocarla con la yema de mis dedos noté que aún lo era más de lo que simulaba ser. Gemí profundo al notar sus labios sobre mi sexo, aún no estaba erecto pero ese contacto tan experto me hizo echar hacia atrás la cabeza. Mis caderas iniciaron un movimiento lento y sin pausa, quería aumentar la fricción de su boca. Su lengua humedecía el glande y notaba también sus dientes mordisquear la piel contigua.
-Joder.-susurré agarrando mejor su cabeza, apoyando mis manos sobre esta y sus hombros. Mis ojos estaban entreabiertos observándole, él parecía sonreír bastante excitado y me incitaba a decir ya basta.-Para.-dije apartándolo para levantarlo prácticamente en peso.
-¿Vamos a mi cuarto?-preguntó rodeándome el cuello con sus débiles brazos.
-Será lo mejor ¿vives solo?-dije acariciando sus caderas que sensualmente se rozaban contra mi cuerpo.
-Sí, no nos interrumpirá nadie.-besó mis labios de forma dulce.-Anda, vamos a la cama.-dijo separándose de mí para caminar casi contoneándose.-Quiero saber como es ese estilo que dicen tener los asiáticos, más pasionales que los latinos y a la vez pervertido.-murmuró riendo bajo para quedarse pegado en el quicio de la habitación contigua. Allí estaba su dormitorio, donde lo haríamos.
-Créeme el estilo de los Sakurai es mil veces mejor al de un asiático cualquiera.-no sé si habló mi orgullo o mi ego, quizás ambas partes de mí se pusieron de acuerdo.
Me aproximé a él tomándolo por las caderas, subiendo su camiseta para quitársela. Su musculatura era leve, delgado y con algo de cadera que le daba una forma indiscutiblemente atractiva. Los huesos de sus caderas estaban algo pronunciados y se veía por encima de aquel bode del pantalón. Mis dedos recorrían su pecho y él jadeaba nada más al sentirlos próximos a sus pezones.
-¿Es una de tus zonas erógenas?-pregunté y él solo me miró con los ojos cargados de deseo.-Ya veo.-dije antes de lamerlos para notar su cuerpo estremecerse.
-Vamos a la cama.-rogó con la voz ronca, sus piernas temblaban y sabía que hoy me estrenaría con los hombres de una forma distinta.
-Si así te pones sólo jugando ¿qué sentirás a la hora del momento crucial?-murmuré besando su cuello.
-Llévame a la cama, por favor.-respondió con los ojos cerrados y la respiración agitada.-No sabes lo excitado que estoy.-sí lo sabía, nada más verlo y notarlo. Bajo sus pantalones debía haber bastante presión, pues el bulto de su pantalón era considerable.
-Iremos a la cama.-dije tomándolo de las muñecas para maniatarlo y pegarlo más a la pared. Mi pierna rozó su entrepierna y él se estremeció.
-Hizaki.-susurró mordisqueándose el labio inferior.
-¿No me vas a dejar jugar ni un poco?-pregunté soltando una de sus manos para desabrochar su pantalón.-¿No?-mordisqueé su cuello en el lado derecho, para luego depositar un beso en el lado contrario. Entonces, solté su pantalón dejándolo alrededor de sus pies descalzos.
-Hizaki.-su voz cada vez estaba más perdida y ronca, cada vez se ahogaba más en su excitación.
-Mario, sé buen chico y no me detengas.-comenté rozando mis labios con los suyos.-Mejor quédate gimiendo nada más.-lamí la comisura de su boca y su lengua buscó instintivamente la mía.
Mientras nos besábamos bajé sus boxer y acaricié su sexo erguido. Reí internamente al ver lo divertido que era descontrolarlo. Dejé de besarlo únicamente para hacerle girar y rozar mi miembro por entre sus nalgas.
-¿Te gusta?-pregunté mordisqueando la cruz de su espalda.-Dime.
Tan sólo le pregunté para que abriera bien su boca e introducir dos de mis dedos, jugueteaba con su lengua y él succionaba. Me excitaba y también lo excitaba a él. Al apartarlos, de entre sus labios y lengua, los hundí en su entrada. Ese agujero íntimo que me llevó hasta su esfínter para palpar su próstata.
-Hizaki, vamos a la cama.-dijo aferrándose al marco de la puerta de su dormitorio.
-Sí, será lo mejor.-dije dejando tranquilo su cuerpo para quitarme la camisa, zapatos, calcetines y pantalones. Me dejé los boxer dirigiéndome hacia donde él se había metido.
Al entrar lo vi tirado en la cama de forma sensual, parecía decirme que todo era para mí por esa noche. Me bajé los boxer frente a él y eso hizo que se incorporara del colchón. Terminó arrodillado frente a mis caderas, en la cama, acariciando mi sexo y humedeciendo, con su saliva, mis testículos.
-Así.-murmuré colocando una mano sobre su cabeza.-¿Dónde tienes los preservativos?
-En la cómoda de ahí.-respondió al apartarse mientras la señalaba.
Fui hasta donde dijo y hurgué por entre su ropa interior, al final encontré una caja de condones estriados. Sonreí nada más acomodarlo sobre mi sexo ya que él me esperaba con las piernas abiertas. Me invitaba a entrar, pero pensaba que aún no estaría dilatado lo suficiente.
-¿Tienes lubricante?-pregunté y él asintió señalando de nuevo el mueble.
Volví a la búsqueda y di con un buen bote de vaselina. Tenía un aroma parecido al chocolate, según leí incluso era comestible. Reí bajo al ver un dildo entre sus boxer.
-Juguetitos y todo.-lo mostré sin pudor alguno, lo contrario que él en sus mejillas.-No te pongas así, es normal. Aunque a mi me va más estar en el lado contrario.-lo introduje en sus entrañas empapado de ese bálsamo, y comencé a girarlo lentamente. Sus gemidos eran tan profundos, sus manos se aferraban a mi espalda y yo me masturbaba ante todo aquello.-¿Así estás más calmado?-dije algo ronco porque yo también empecé a excitarme más de la cuenta.-Creo que ya basta de juegos.-lo retiré dejándolo a un lado para entrar de una vez entre sus nalgas. Ese trasero tan duro me recibió gustoso, al igual que sus piernas rodeándome como sus brazos.
-Hizaki.-gimió bien alto mi nombre, más bien lo aulló, sin tiendo mi impetuosidad entre sus paredes chocando con la próstata. Di rápido con su punto de placer, fue cuestión de suerte.
-Mario.-me oculté en su cuello, lamía su piel y la mordisqueaba. Fui hasta su pecho y dejé rodar mi lengua en sus pezones. Estaba tan necesitado de mí y yo tanto de sexo que nos fundíamos a la perfección.
Tras unos minutos que me parecieron segundos nos vinimos, él antes que yo y yo intenté hacerlo con rapidez para no molestarle. Al recostarme a su lado agotado eché de menos un cigarro. Fui hacia mis ropas y tomé la cajetilla, me alegré de llevarla encima. Encendí uno y lo fumé como si mi vida se fuera en cada calada. Él estaba aferrado a mí con sus cabellos pegados a su cuello, sus hombros y su frente.
-Nunca pensé que te gustaran los chicos, tantas chicas que van tras tu fama de conquistador y de bomba sexual en la cama.-dijo con la respiración aún entrecortada.
-Soy bisexual, los hombres me llamaban poco la atención hasta hace unos meses.-comenté con el pitillo bailando sobre mis labios.
-¿Quieres ir mañana al cine? Podemos ir ya que no tenemos nada que hacer por la huelga. Además la cartelera está repleta de estrenos nuevos.-me estaba invitando a una cita.-Me encantará lucirme a tu lado, bien pegado a ti y hacerte lo que más te guste en pleno film.-agarró mi miembro y lo acarició, tan sensible que estaba me hizo reaccionar.
-No, espera. No quiero que nadie sepa de mi bisexualidad, lo siento.-sus ojos cambiaron, se volvieron algo fríos.-No es por ti, me gustas, pero no estoy dispuesto a que me cuelguen un cartel que ponga maricón.-apagué el cigarro en el suelo y me giré hacia él.-Escucha.-dije tomándolo del rostro.-No me importará ir contigo al cine, sin embargo nuestro comportamiento será de amigos.
-Está bien, supongo que es demasiado pedir para un chico de una noche.-besó mi mejilla y se acomodó entre mis brazos.-Envidio a quien te pueda tener todos los días de este modo.-su frente se apoyó sobre mi torso.
-Supongo.-fue lo único que dije hasta quedar dormido.
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