6/7/09

De los errores se aprende IV


-No.-se apartó.-No quiero ser tu novio porque yo lo quiera, ¿somos novios porque tú quieres?-interrogó esperanzado.

-Yo lo daba por hecho.-sonreí y él se inclinó de nuevo para lamerlo con timidez.

-Nunca he hecho esto.-dijo con las mejillas ardiendo por la vergüenza y la excitación que le provocaba la situación.-Pero quiero hacerlo, quiero que disfrutes conmigo.-esa mirada inocente lo decía todo, no había falta que dijera nada más.

-Calla, tan sólo hazme gozar.-acariciaba sus cabellos rubios, como los de su madre, y largos hasta un poco más de su cintura. Totalmente perfecto para desvirginarlo y no sentir remordimientos.

Le veía como una bomba sexual a punto de estallar, su cuerpo era delicado y fino. Era y es de esos hombres delgados que puedes hacerle cualquier cosa, porque al ser tan flexibles pueden tomar cualquier posición en la cama. Él seguía lamiendo y explorando el sexo por primera vez bajo mi atenta mirada. No eran sus lamidas lo que me excitaban, sino su forma de mirarme atento a mis reacciones.

-¿Voy bien?-preguntó confuso.

-Más que eso.-dije agarrándolo firmemente de los cabellos, pegándolo más a mi entrepierna y dejando que mi cuerpo se arqueara por el placer.

-Hiza.-murmuró antes de introducirse la punta de mi sexo.

Pronto lo tenía ahogándose, por culpa de un deseo insaciable de verlo cubierto por el estallido del placer. Mis caderas se movían con cierta furia controlada, hasta que decidí que tenía que desnudarlo. Lo puse en la cama y le retiré la ropa. El pudor volvió a su rostro e intentaba taparse con las sábanas. Sin embargo, yo tan sólo le abrí bien de las piernas empezando a masajearle.

-¡Hiza!-gritó tapándose la cara, estaba rojo por completo.

Despegué sus manos del rostro y lo agarré por las muñecas con mi mano libre, pero pronto lo embestí, antes de tenerlo del todo preparado. Lo sentí tan cálido, tan estrecho, que jadeé y él me rodeó con sus brazos sollozando. Robaba su inocencia mientras mordisqueaba su cuello, él no paraba de repetir entre jadeos que me amaba. No me hacía sentir miserable, simplemente lo tomaría como pareja para no estar solo. Odiaba verme solo. Cuando terminamos él comenzó a besar mis labios con cierta cautela y timidez.

-Ha estado bien.-dije acariciando su cintura, dejando rodar mis dedos por su espalda. Él se había recostado sobre mí sintiendo así su aliento golpear mi pecho. Era erótico sin duda verlo de esa forma.

-Te amo, no sabes cuanto te amo.-comenzó a llorar aferrado a mí.-Pensé que jamás me mirarías como mirabas a las chicas. Todas eran golosinas ante tus ojos y yo no era nada. Quería darte lo mejor de mí, mostrarte que yo te ofrecía un sexo puro y un amor inmenso. Tú te ibas con ellas, te reías de sus bromas estúpidas y las invitabas para luego tenerlas. Sabía que las usabas, pero yo quería ser usado por ti.-besó mi cuello, mis labios y después se sentó en mis caderas observándome triunfante.-Ahora soy tuyo, la espera mereció la pena ¿verdad? Somos novios y puedo decírselo a todas para que me envidien, que vean quien ganó.

-No Yue.-respondí algo preocupado.-Esto queda entre nosotros ¿comprendes? Mi madre no debe saber que estamos juntos.-su rostro cambió de ilusión a una profunda confusión.

-¿Te avergüenzas de mí?-interrogó.

-No cariño, de eso nada.-en realidad me avergonzaba, pero era normal. Mi madre no sabía que era bisexual.

-Pero podríamos decírselo a nuestras madres.-sonrió encantado con la idea, aunque a mi me aterraba.

-No.-dije bastante cortante.-Si haces eso jamás volveré a confiar en ti, no volveremos a vernos y puedes irte olvidando que te apoye en lo que digas.-su rostro cambió completamente, se ensombreció.

-No lo haré.-estaba a punto de llorar.

-Tranquilo, no pasa nada.-susurré acariciando su rostro, besando sus labios para calmarlo.

-¿Me dejarás?-preguntó recostado sobre mi pecho.-¿Lo harías?

-Si terminas confesando todo por supuesto, no tengas la menor duda de ello. No quiero que mi madre lo sepa, no aún.-acariciaba sus cabellos mientras él descargaba su frustración.

-No me quieres.-murmuró.

-Sí lo hago, lo que sucede es que temo a mi madre.-acariciaba su espalda lentamente hasta llegar a sus nalgas.-Pero tú me vuelves loco.

-Y tú a mí.-dijo con una sonrisa mientras acariciaba mi torso.

-Vístete, más bien vistámonos y vayamos a dar una vuelta.-él asintió y noté como se movía algo escaldado.

-¿Vamos a la ducha juntos?-interrogó esperando que aceptara.

-No, ve tú y ahora te sigo.-sus ojos se desesperaban, quería tenerme pegado a él todo el día y yo no estaba dispuesto a eso.

Se duchó y luego me di yo también una rápida, nos vestimos y salimos a pasear. Ambos comenzamos a conversar sobre el instituto, lo que nos deparaba el futuro, la música y todo el tiempo intentaba dar rodeos para no hablar de nosotros. No quería hablar de una relación duradera, no existiría tal relación en mi vida o eso pensaba. Cuando me ilusionaba, dejaba abierta la puerta y la ilusión empezaba, todo se iba al demonio. Por ello no me hacía a la idea de que todo fuera maravilloso como él lo pintaba. Cada vez que veía que deseaba abrazarme me apartaba.

-Hizaki sólo es un abrazo.-dijo algo confuso.

-Sí ¿y?-mis ojos fríos se quedaron clavados en él.

-Nada.-susurró con los brazos cruzados sobre su pecho, la cabeza gacha y dejando que el silencio se hiciera presente.-¿Dónde iremos de vacaciones?

-¿Vacaciones?-no quería ir con él en el verano, no sabía porqué pensaba de esa forma.

-Tu mamá dijo que podrías ir donde quisieras cuando terminaras los estudios, incluso que podrías ir con algún amigo para que no te vieras solo.-sonrió parándose frente a mí.-¿Qué mejor amigo que tu novio?

-No digas eso en voz alta idiota.-le recriminé y él agachó la mirada de nuevo.-Además si me voy me voy solo, aunque dudo poder irme.-recordé lo de mi hijo, si era cierto no sería capaz de dejar a esa loca sola en la ciudad y con mi primogénito en su vientre.

-¿Por qué?-esos ojos cautivadores, no los quería ver. Giré la cabeza hacia otra dirección suspiré.

-Hay algo importante aquí.-no era él, aunque así lo pensó.

-Hiza… es lo más bonito que me han dicho nunca.-notaba sus ganas de besarme, de atraparme entre sus débiles brazos. Incluso creo que cerró los ojos esperando un beso.

-No…-le quería decir que no era un halago para él, que no iba en ese sentido. Sin embargo, me gustó verlo ilusionado y completo.-No tienes porqué decir eso.-murmuré.

Terminamos el paseo dejándolo en casa y yo regresando a la mía. Mi hermano ya había vuelto y no paraba de pedirme que le mostrara como dibujar un maldito músculo. ¿Para que le servían a los niños saber ese tipo de cosas? Era absurdo. Era más importante las matemáticas, literatura y música que chorradas de músculos. Si quisiera ser cirujano, fisioterapeuta o cualquier trabajo relacionado con el cuerpo humano pues supongo que sería indispensable.

No hay comentarios: