
Capitulo 4: Demasiado rápido
Digamos que todos tenemos un angelito bueno y otro malo. El malo siempre nos impulsa a realizar las locuras más espectaculares y desafiante, para luego quedar como un inútil o un chulo sin remedio, el angelito nos incita a ser pulcros y decentes, pero hoy en día nadie quiere ese camino de santurrón sin remedio. ¿Adivinan a quién hago siempre caso? A las ideas más estúpidas que tengo, a pesar de que mi conciencia diga que no.
Mis amigos y yo teníamos un plan, ser los mejores de la ciudad. Yo no quería ser el mejor de la ciudad por el simple hecho de ser el mejor, no. Yo quería ser el mejor para aplastar al idiota de la pistola. Amaury no merecía tener tanto éxito. Además a más éxito más ofertas, a más ofertas más dinero y a más dinero más para invertir en mejores instrumentos y grabación. Así que me preparaba a diario en clases de canto, gimnasia, baile y todo lo que tenía a mano. Inclusive el teatro que estábamos montando para fin de curso estaba ayudándome para saber interpretar, también para canalizar mis impulsos y sensaciones.
Aquí viene el plan estúpido: Dejar los estudios para dedicarme a la música. Pensaba sacar las mejores notas, simplemente por competitividad y cabezonería, pero a la vez para demostrarle a mi madre que no era porque me fuera mal, sino porque realmente amaba la música. Mi padre estaba iniciando un proyecto con sus compañeros, algo novedoso para la ciudad. Así que tenía la excusa perfecta. Si él podía ¿por qué yo no?
Simplemente me preparaba en secreto para lanzarme en plancha frente a una piscina vacía. Estaba loco, lo sé. Pero también hay que estarlo para hacer parkour por toda la ciudad. Para quién no sepa de qué hablo es saltar obstáculos, edificios o en cualquier espacio urbano, sin ninguna ayuda salvo la de tus reflejos y estado físico. Amo hacer eso, aún lo hago, aunque menos. Si bien, si estaba harto de partirme la crisma ¿por qué no hacer que me la partieran mis padres?
Con mi madre no estaba preparado, pero con mi padre sí. Él me entendería mejor que ella, o eso pensaba, así que un día sin más llamé a su teléfono para poder quedar con él en algún lugar. El prefirió la tetería, como siempre, y ambos fuimos allí como si nada hubiera pasado. Era Abril, estaba cerca de los exámenes finales, y él pensó que era para hablar de mi futuro académico. No esta mal encaminado ¿cierto? Pero de futuro había poco.
Cuando entré con el cigarrillo en los labios, actitud de adolescente rebelde sin remedio y mirada descarada a una de las chicas… tan sólo tuve como respuesta una fría mirada inquisidora de mi padre. Digo fría, porque podía haberme caído un grito y un buen puñetazo. Nada más entrarme me quitó el cigarro de los labios y lo apagó.
-Te he dicho que quiero que dejes esa mierda.-dijo sin más mientras se desabotonaba su camisa, parecía algo tenso.
-Papá vengo a entregarte tu regalo de cumpleaños, atrasado eso sí, pero a tiempo porque nunca hay lugar para darte algo.-era una forma de suavizar todo. La verdad es que me había olvidado y cuando recordé que tenía que contarle algo… recordé la fecha. Así que compré un móvil de última generación y lo dejé frente a él, en una hermosa caja de color negro con lazo rojo.-Adelante, ábrelo.
-Sé bastante bien que te has olvidado, ni me felicitaste, tendrás muchas cosas en la cabeza ¿no Hizaki?-su mirada me taladraba, no tanto como la de mi madre, pero sabía que a él se le veía venir y cuando ponía esa cara era porque iba a caerme la del siglo.-Aunque es un detalle que me quieras comprar con esto.-cuando abrió la caja sonrió y me miró.-Un móvil, vaya, pensé que sería alguna horrible corbata como en los dos anteriores.-aún no me perdonaba que hiciera esa broma, pero en realidad costaban caras aunque doliera la vista nada más verlas.
-No te estoy comprando.-dije nervioso, con esa sonrisa nerviosa que aparecía cuando él me fichaba tan rápido.
-Soy tu padre, te conozco mejor incluso que tu madre.-tragué saliva.-Aunque el móvil me gusta, me lo quedo.
-Me alegro que te guste, eres un gran padre y te mereces lo mejor.-mis dedos tambolireaban sobre la mesa.
-Pero que majo es mi hijo.-dijo dándome una cachetada para agarrarme de la nuca con cierta fuerza.-¿Qué tramas?
-Dejar los estudios, señor.-murmuré aturdido y acojonado, ambas cosas bien mezcladas.
-¡Qué!-gritó y yo me acojoné aún más.
-Ni loco vas a dejar los estudios, nos costó mucho a tu madre y a mí daros lo mejor para que seáis superiores al resto no sólo en notas.-apartó su mano de mi cuello, más bien su garra.
-Papá, es que yo quiero hacer otros estudios.-entonces se suavizó un poco, sólo un poco.
-¿Cuáles?-interrogó.
-Arte dramático y danza. Quiero aprender ambas materias, creo que soy bueno, también entrar en el conservatorio más adelante con el piano. Pero, por ahora, quiero cantar, bailar y actuar. Papá, es lo que quiero. No mates mis sueños como tú matates los tuyos.-susurré agachando la mirada, esperando que entendiera.
-Comprendo, pero quiero ver los mejores resultados este año. Porque después de esos estudios tendrás otros, de lo que sea menos artístico. Quiero que tengas ambas posibilidades ¿entiendes?-yo asentí a sus palabras y noté que él no encendió ningún cigarrillo.
-¿Y los cigarros?-pregunté confuso al ver que no había encendido aún alguno.
-Los he dejado.-respondió tajante.-Como tú deberías hacer.
-Lo dejaré, algún día.-clavó de nuevos sus ojos de gangster en mí, ojos que te fusilaban sin más.-Lo dejaré.-dije convencido, aunque tan sólo fuera para que me dejara vivo un día más.
-Bien ¿eso es todo?-preguntó dando un sorbo al té frío que se había pedido.
-Sí.-habían más asuntos, pero preferí que fuera lo más tarde posible.
-Me voy, pagas tú por hacerme esperar quince minutos.-dijo levantándose mientras se colocaba uno de sus sombreros y se marchaba.
-Genial.-suspiré alzando la mano para que me cobrara lo suyo.
-Hacía mucho que no os veía por aquí.-comentó la camarera.-Anne tampoco viene, ¿ya sabías que dejó de trabajar aquí hace meses?
-Sí, lo sabía.-respondí bastante serio.
-Es un euro veinte.-comentó con una leve sonrisa, aunque había notado mi desgana al responder y mi seriedad.
-Toma dos, cóbratelo de propina lo que sobre.-me levanté sin esperar un gracias, me marché sin más esperando que mi padre no se hubiera decepcionado demasiado y que nadie más me la recordara.
Caminando por la ciudad me detuve frente a una tienda, observaba artículos para el bebé. Muchas chicas se quedaron mirándome de lejos, preguntándose si era yo o no. Yo simplemente miraba todo lo que tendría que comprar y me perturbaba que al final fuera mío. Una de ellas se aproximó a mí tocándome el hombro.
-¡Sí! ¡Es él!-gritó como loca colgándose a mi cuello cuando me giré.-¡Es Hizaki!-decía como si le hubiera entrado un alien dentro del cuerpo.
-¡Para!-dije apartándola y echando a correr.
-¡Además de guapo y con dinero es tímido! ¡Vamos a por él!-dijo una de ellas y yo ya sentía como cinco chicas tiraban de mí.-¡Sale más guapo que en las revistas! ¡Dicen que ganó un nuevo torneo de Aikido! ¡Será campeón nacional!-gritaban como locas, como autenticas locas.
Corría como loco cuando tropecé con un melenudo, tenía el cigarro en los labios pero cayó al suelo. Nada más cruzar nuestros ojos nos reconocimos. Ellas también comenzaron a gritar su nombre. Eran colegialas con su uniforme y sus coletas, el sueño de cualquier pervertido y nuestras pesadillas. Él saltaba como gamo al igual que yo. Corríamos ya por competición.
-¡Marica! ¡Esto es culpa tuya! ¡Pedazo de maricón!-estaba enfurecido e intentaba golpearme por ello.
-¡Qué dices anormal! ¡Como si me gustara que me persiguiera media ciudad!-acabamos deteniéndonos para golpearnos mejor.
Rodábamos por el suelo, nos jalábamos de la ropa y terminamos sin nuestras respectivas prendas. Sólo teníamos los pantalones, él sus botas y yo mis deportivas. Las patadas volaban, como los puñetazos, y también las mordidas.
-¡Hijo de puta! ¡No muerdas desgraciado o te sacaré los dientes!-le dije y él escupió como si hubiera tragado veneno
-¡Tranquilo no quiero morir infestado!-eso me cabreó más, creo que mi cara lo decía todo.
Pero esas estúpidas creían que nos pegábamos por ellas, no por rivalidad pura y dura. Estaban sin saber decidirse con alguno de los dos, pero cuando caí sobre él en cuclillas y lo miré él por un instante se sonrojó.
-¡Si serás marica!-grité y él automáticamente se separó.
-¡El marica eres tú!-rugió casi dándome un golpe que esquivé.
-¡Amaury!-en ese mismo instante vi venir a un chico con el cabello bicolor, los ojos como los de un demonio agarrándolo por la oreja tirando de él.-Nada más te dejo solo, nada más te digo que me esperes en la puerta de la barbería, y mira que haces. ¡No puedo estar cuidando de ti todo el puto día!-agarró la chupa de cuero de Amaury y su camisa de tirantas.-¡Vístete y deja de pegarte con mocosos!
-¡Oye más respeto!-dije y el chico me miró de arriba hacia abajo.
-Perdón, quería decir con pendejos de papá.-me descontroló aquello, pero ya venían los otros dos.
-¿Qué pasa? ¿No podéis estar unos sin los otros? ¿También vais al baño juntitos?-las chicas aplaudían como si fuera un teatro.
-¡Callaros so furcias!-rugió Amaury y volvió a ser retorcida su oreja.
-Tienes suerte de que me lleve a mi hermano, porque si no fuera porque no quiero problemas tú y tu culo se fusionarían.-tiraba de Amaury como si fuera un muñeco y los otros dos tan sólo observaban todo como si nada.
Cuando me vi solo noté como ellas seguían mirándome, devorándome como si fuera carne.
-Después dicen del machismo, joder.-dije colocándome la camisa que tenía todos los botones rotos, ese maldito cabrón me había destrozado una camisa de firma que yo mismo me pagué. Pensaban que yo no era capaz de pagarme mis cosas, de ganármelo, sino que todo lo tenía hecho y eso era lo que me molestaba de ser de la supuesta clase alta.
Digamos que todos tenemos un angelito bueno y otro malo. El malo siempre nos impulsa a realizar las locuras más espectaculares y desafiante, para luego quedar como un inútil o un chulo sin remedio, el angelito nos incita a ser pulcros y decentes, pero hoy en día nadie quiere ese camino de santurrón sin remedio. ¿Adivinan a quién hago siempre caso? A las ideas más estúpidas que tengo, a pesar de que mi conciencia diga que no.
Mis amigos y yo teníamos un plan, ser los mejores de la ciudad. Yo no quería ser el mejor de la ciudad por el simple hecho de ser el mejor, no. Yo quería ser el mejor para aplastar al idiota de la pistola. Amaury no merecía tener tanto éxito. Además a más éxito más ofertas, a más ofertas más dinero y a más dinero más para invertir en mejores instrumentos y grabación. Así que me preparaba a diario en clases de canto, gimnasia, baile y todo lo que tenía a mano. Inclusive el teatro que estábamos montando para fin de curso estaba ayudándome para saber interpretar, también para canalizar mis impulsos y sensaciones.
Aquí viene el plan estúpido: Dejar los estudios para dedicarme a la música. Pensaba sacar las mejores notas, simplemente por competitividad y cabezonería, pero a la vez para demostrarle a mi madre que no era porque me fuera mal, sino porque realmente amaba la música. Mi padre estaba iniciando un proyecto con sus compañeros, algo novedoso para la ciudad. Así que tenía la excusa perfecta. Si él podía ¿por qué yo no?
Simplemente me preparaba en secreto para lanzarme en plancha frente a una piscina vacía. Estaba loco, lo sé. Pero también hay que estarlo para hacer parkour por toda la ciudad. Para quién no sepa de qué hablo es saltar obstáculos, edificios o en cualquier espacio urbano, sin ninguna ayuda salvo la de tus reflejos y estado físico. Amo hacer eso, aún lo hago, aunque menos. Si bien, si estaba harto de partirme la crisma ¿por qué no hacer que me la partieran mis padres?
Con mi madre no estaba preparado, pero con mi padre sí. Él me entendería mejor que ella, o eso pensaba, así que un día sin más llamé a su teléfono para poder quedar con él en algún lugar. El prefirió la tetería, como siempre, y ambos fuimos allí como si nada hubiera pasado. Era Abril, estaba cerca de los exámenes finales, y él pensó que era para hablar de mi futuro académico. No esta mal encaminado ¿cierto? Pero de futuro había poco.
Cuando entré con el cigarrillo en los labios, actitud de adolescente rebelde sin remedio y mirada descarada a una de las chicas… tan sólo tuve como respuesta una fría mirada inquisidora de mi padre. Digo fría, porque podía haberme caído un grito y un buen puñetazo. Nada más entrarme me quitó el cigarro de los labios y lo apagó.
-Te he dicho que quiero que dejes esa mierda.-dijo sin más mientras se desabotonaba su camisa, parecía algo tenso.
-Papá vengo a entregarte tu regalo de cumpleaños, atrasado eso sí, pero a tiempo porque nunca hay lugar para darte algo.-era una forma de suavizar todo. La verdad es que me había olvidado y cuando recordé que tenía que contarle algo… recordé la fecha. Así que compré un móvil de última generación y lo dejé frente a él, en una hermosa caja de color negro con lazo rojo.-Adelante, ábrelo.
-Sé bastante bien que te has olvidado, ni me felicitaste, tendrás muchas cosas en la cabeza ¿no Hizaki?-su mirada me taladraba, no tanto como la de mi madre, pero sabía que a él se le veía venir y cuando ponía esa cara era porque iba a caerme la del siglo.-Aunque es un detalle que me quieras comprar con esto.-cuando abrió la caja sonrió y me miró.-Un móvil, vaya, pensé que sería alguna horrible corbata como en los dos anteriores.-aún no me perdonaba que hiciera esa broma, pero en realidad costaban caras aunque doliera la vista nada más verlas.
-No te estoy comprando.-dije nervioso, con esa sonrisa nerviosa que aparecía cuando él me fichaba tan rápido.
-Soy tu padre, te conozco mejor incluso que tu madre.-tragué saliva.-Aunque el móvil me gusta, me lo quedo.
-Me alegro que te guste, eres un gran padre y te mereces lo mejor.-mis dedos tambolireaban sobre la mesa.
-Pero que majo es mi hijo.-dijo dándome una cachetada para agarrarme de la nuca con cierta fuerza.-¿Qué tramas?
-Dejar los estudios, señor.-murmuré aturdido y acojonado, ambas cosas bien mezcladas.
-¡Qué!-gritó y yo me acojoné aún más.
-Ni loco vas a dejar los estudios, nos costó mucho a tu madre y a mí daros lo mejor para que seáis superiores al resto no sólo en notas.-apartó su mano de mi cuello, más bien su garra.
-Papá, es que yo quiero hacer otros estudios.-entonces se suavizó un poco, sólo un poco.
-¿Cuáles?-interrogó.
-Arte dramático y danza. Quiero aprender ambas materias, creo que soy bueno, también entrar en el conservatorio más adelante con el piano. Pero, por ahora, quiero cantar, bailar y actuar. Papá, es lo que quiero. No mates mis sueños como tú matates los tuyos.-susurré agachando la mirada, esperando que entendiera.
-Comprendo, pero quiero ver los mejores resultados este año. Porque después de esos estudios tendrás otros, de lo que sea menos artístico. Quiero que tengas ambas posibilidades ¿entiendes?-yo asentí a sus palabras y noté que él no encendió ningún cigarrillo.
-¿Y los cigarros?-pregunté confuso al ver que no había encendido aún alguno.
-Los he dejado.-respondió tajante.-Como tú deberías hacer.
-Lo dejaré, algún día.-clavó de nuevos sus ojos de gangster en mí, ojos que te fusilaban sin más.-Lo dejaré.-dije convencido, aunque tan sólo fuera para que me dejara vivo un día más.
-Bien ¿eso es todo?-preguntó dando un sorbo al té frío que se había pedido.
-Sí.-habían más asuntos, pero preferí que fuera lo más tarde posible.
-Me voy, pagas tú por hacerme esperar quince minutos.-dijo levantándose mientras se colocaba uno de sus sombreros y se marchaba.
-Genial.-suspiré alzando la mano para que me cobrara lo suyo.
-Hacía mucho que no os veía por aquí.-comentó la camarera.-Anne tampoco viene, ¿ya sabías que dejó de trabajar aquí hace meses?
-Sí, lo sabía.-respondí bastante serio.
-Es un euro veinte.-comentó con una leve sonrisa, aunque había notado mi desgana al responder y mi seriedad.
-Toma dos, cóbratelo de propina lo que sobre.-me levanté sin esperar un gracias, me marché sin más esperando que mi padre no se hubiera decepcionado demasiado y que nadie más me la recordara.
Caminando por la ciudad me detuve frente a una tienda, observaba artículos para el bebé. Muchas chicas se quedaron mirándome de lejos, preguntándose si era yo o no. Yo simplemente miraba todo lo que tendría que comprar y me perturbaba que al final fuera mío. Una de ellas se aproximó a mí tocándome el hombro.
-¡Sí! ¡Es él!-gritó como loca colgándose a mi cuello cuando me giré.-¡Es Hizaki!-decía como si le hubiera entrado un alien dentro del cuerpo.
-¡Para!-dije apartándola y echando a correr.
-¡Además de guapo y con dinero es tímido! ¡Vamos a por él!-dijo una de ellas y yo ya sentía como cinco chicas tiraban de mí.-¡Sale más guapo que en las revistas! ¡Dicen que ganó un nuevo torneo de Aikido! ¡Será campeón nacional!-gritaban como locas, como autenticas locas.
Corría como loco cuando tropecé con un melenudo, tenía el cigarro en los labios pero cayó al suelo. Nada más cruzar nuestros ojos nos reconocimos. Ellas también comenzaron a gritar su nombre. Eran colegialas con su uniforme y sus coletas, el sueño de cualquier pervertido y nuestras pesadillas. Él saltaba como gamo al igual que yo. Corríamos ya por competición.
-¡Marica! ¡Esto es culpa tuya! ¡Pedazo de maricón!-estaba enfurecido e intentaba golpearme por ello.
-¡Qué dices anormal! ¡Como si me gustara que me persiguiera media ciudad!-acabamos deteniéndonos para golpearnos mejor.
Rodábamos por el suelo, nos jalábamos de la ropa y terminamos sin nuestras respectivas prendas. Sólo teníamos los pantalones, él sus botas y yo mis deportivas. Las patadas volaban, como los puñetazos, y también las mordidas.
-¡Hijo de puta! ¡No muerdas desgraciado o te sacaré los dientes!-le dije y él escupió como si hubiera tragado veneno
-¡Tranquilo no quiero morir infestado!-eso me cabreó más, creo que mi cara lo decía todo.
Pero esas estúpidas creían que nos pegábamos por ellas, no por rivalidad pura y dura. Estaban sin saber decidirse con alguno de los dos, pero cuando caí sobre él en cuclillas y lo miré él por un instante se sonrojó.
-¡Si serás marica!-grité y él automáticamente se separó.
-¡El marica eres tú!-rugió casi dándome un golpe que esquivé.
-¡Amaury!-en ese mismo instante vi venir a un chico con el cabello bicolor, los ojos como los de un demonio agarrándolo por la oreja tirando de él.-Nada más te dejo solo, nada más te digo que me esperes en la puerta de la barbería, y mira que haces. ¡No puedo estar cuidando de ti todo el puto día!-agarró la chupa de cuero de Amaury y su camisa de tirantas.-¡Vístete y deja de pegarte con mocosos!
-¡Oye más respeto!-dije y el chico me miró de arriba hacia abajo.
-Perdón, quería decir con pendejos de papá.-me descontroló aquello, pero ya venían los otros dos.
-¿Qué pasa? ¿No podéis estar unos sin los otros? ¿También vais al baño juntitos?-las chicas aplaudían como si fuera un teatro.
-¡Callaros so furcias!-rugió Amaury y volvió a ser retorcida su oreja.
-Tienes suerte de que me lleve a mi hermano, porque si no fuera porque no quiero problemas tú y tu culo se fusionarían.-tiraba de Amaury como si fuera un muñeco y los otros dos tan sólo observaban todo como si nada.
Cuando me vi solo noté como ellas seguían mirándome, devorándome como si fuera carne.
-Después dicen del machismo, joder.-dije colocándome la camisa que tenía todos los botones rotos, ese maldito cabrón me había destrozado una camisa de firma que yo mismo me pagué. Pensaban que yo no era capaz de pagarme mis cosas, de ganármelo, sino que todo lo tenía hecho y eso era lo que me molestaba de ser de la supuesta clase alta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario