15/7/09

Demasiado rápido III





-Yue yo no quiero eso.-le dije cuando ya la cabeza me explotaba.-No estoy preparado para una relación tan seria como quieres.-él estaba recostado en mi cama, junto a mí, y su rostro se ensombreció.

-¿No?-preguntó acariciando mi rostro.-Pero podíamos ir poco a poco hasta algo como lo que quiero.-se pegó a mí quedando entre mis brazos.-Quiero ser el mejor chef de la ciudad, o quizás una pequeña tienda donde vender los mejores pasteles. Ya sabes que mi padre tiene fábricas y fábricas de bollería industrial, quizás me viene de familia.-sonrió alzando el rostro.-Pero me gustaría también modelar… como hizo mi madre en su día.

-Yue, no creo que yo esté contigo mucho tiempo.-se aferró con fuerza a mi camiseta y comenzó a llorar.

-No digas eso, me da miedo cuando te pones pesimista.-susurró y sonrió.-No voy a dejar de amarte.

-No te das cuenta.-no entendía o no quería entender, era necio en ese sentido.-Tú me quieres más que yo.

-Lo sé.-respondió con una enorme sonrisa.-Ya es un paso que estemos juntos, con el tiempo me querrás y…-acariciaba mi vientre bajo mi camiseta.-necesitarás. Sé que si te alejas vendrás a mí, me buscarás, porque otro no podrá quererte como yo.-besé sus labios fundiéndome con él, con el sabor que aún tenía a dulce.

-Sabes a chocolate.-él rió cuando dije eso.

-Estuve preparando tartas, mi madre quería llevar algo a la fundación que hizo el padre Lionel hace meses. Llevarles dulces a los niños y yo me propuse hacerlos.-se mordisqueó los labios y eso me incitó. Me gustaba físicamente, no iba a negarlo, pero no podía amarlo. No sabía que me sucedía, él era perfecto para mí y sin embargo lo despreciaba.

-Eso lo explica todo.-dije acariciando sus pómulos algo marcados, su pequeño mentón y él se sonrojó.

-Pero aunque comí chocolate, me gusta más el sabor que tiene tu piel… y como hueles.-susurró ocultando su rostro en mi cuello, besándolo lento y lamiéndolo.-Siempre quise estar así contigo, desde la primera vez que te vi.-su voz era sensual, sabía modularla.

-No empieces Yue.-decía eso mientras acariciaba el borde de su pantalón, el borde hacia sus nalgas pequeñas y perfectas.

-Je t’aime.-murmuró en un jadeo bajando su mano hasta mi bragueta.-Dime que puedes dármelo.

-Yue puede venir mi madre.-respondí y él se apartó riendo.

-Eso lo hace más atractivo.-se quitó la camiseta y se sonrojó dejando que sus cabellos ocultaran parte de su rostro.-Yo quiero darte todo de mí, todo.-se recostó sobre mí mordisqueando mi cuello.

-Yue.-susurré agarrándolo bien del trasero, pellizcándolo y notando como mis pantalones sobraban.

-Hizaki, por favor rómpeme en dos.-me besó sentándose sobre mis caderas.

-Ven, te haré sentir vivo.-noté como pasaba sus manos bajo mi camiseta.

-Dios, me gusta tanto tu cuerpo.-susurró acariciando el vientre algo marcado.

-A mi también el tuyo.-respondí y él sonrió con las mejillas ardiendo prácticamente.

-No mientas Hiza, no es bueno mentir porque yo terminaré creído.-acariciaba su cuerpo como él hacía con el mío.

-No miento, me gusta.-eso era cierto. No conocía a ningún chico de su edad con un cuerpo tan perfecto como el suyo.

-A mi el tuyo, pero lo que más me gusta es tu corazón… lo quiero para mí.-besó mi cuello lentamente, acariciaba mi vientre arañándolo y mientras hacía eso restregaba su bragueta con la mía.-Briser mon corps.-rogó con los ojos entrecerrados y en francés.

-Sí, te romperé el cuerpo y tu alma.-susurré recostándolo en el colchón para quitarle todo.

Comenzó a gemir sólo con caricias, eran caricias leves. Lo hacía en varios idiomas, iba del francés al coreano y del coreano al español y del español al inglés. Sabía tantos idiomas como países donde había viajado con su madre, con su padre y sus hermanos. Era un chico que conocía bien mis puntos débiles, sólo con un par de veces sabía qué es lo que quería. Se bajó para quedar frente a mi bragueta y lamió la entrepierna sobre la tela. Verlo tan sumiso era como saber que jamás se iría de mi lado, lo tenía bien agarrado.

-¿Quieres? ¿O no quieres?-preguntó mirando mi entrepierna.

-Házmelo.-susurré acariciando sus cabellos, haciendo que se inclinara un poco más. Sus manos eran torpes aún, sin embargo sentí un alivio inmenso al notar que lo liberaba.

-Junior se alegra de verme.-así lo llamaba y así lo llamé desde entonces.

-Sí, parece que sí.-respondí agarrándolo del cabello, notando como su lengua recorría mi sexo y yo apartaba los pensamientos pesimistas. Ya no era un desgraciado, tan sólo un afortunado que tenía un chico a sus pies.

Su forma de hacerlo era dulce, entregada y además parecía enloquecerle. Tiraba de su pelo para hundir su cabeza más entre mis piernas, quería notar mi miembro llenar su boca y notar como él perdía los papeles. Logró zafarse y me miró tiritando.

-¿Lo quieres? ¿No es así?-él se ruborizó ante mis palabras, ocultó su rostro tras sus cabellos y sonrió al despejarlos.

-Claro que lo quiero, es mío.-respondió.

Me levanté para quitarle lentamente la ropa, él pegaba su piel a la mía y dejaba que el calor de ambos cuerpos se fusionaran. Las caricias de ambos nos excitaban, pero podía notar que su falta de experiencia lo convertía en una bomba de relojería. Al mínimo movimiento estallaría, entonces la fiesta acabaría demasiado pronto y sin satisfacción para ambos.

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