
Me levanté y me fui directo a la calle. Aún hacía esa leve brisa de primavera, tan agradable. Fui hacia la parada de taxi, estaba próxima. Tuve que caminar tan sólo unos metros hasta dar con uno libre. Me monté y le di la dirección de la casa, la cual tuve que buscar en mi móvil. Sabía que quizás molestaba, interrumpía algo importante o tan sólo hacía una fisura en sus particulares momentos de paz.
Llegué en un cuarto de hora, me salió por un pico el taxi pero pensé que merecía la pena. Pasé la cancela que estaba cerrada. Busqué el timbre al lado de los setos y llamé de forma nerviosa, quería verlo y hablar. Pero quien me abrió no fue mi padre, sino él. Había un perro no dejaba de brincar, además de ladrar.
-¡Astaroth! quieta chica.-dijo desde el pórtico de la casa, primero pensé que era un nombre extraño para una hembra y después que mi padre tenía buen gusto.-Ast...-se quedó clavado mirándome, para después venir casi a trompicones hacia mí.-Hola.-dijo al acercarse y dio una orden al perro, el cual obedeció.
-¿Y mi padre?-pregunté seco observándole bien. Era atractivo pero no mi tipo. Mis ojos estaban cargados de orgullo como los de mi padre, una arrogancia externa que en realidad no era así. Sin embargo, mi aspecto era el que era porque no sabía cómo reaccionar y mejor era ocultarme bajo un velo.-¿Si o no?
-Claro, pasa.-dijo mirándome aún en shock.-Astaroth es mansita, no hace nada.-sonrió mientras me decía eso, sus mejillas estaban rojas y no quería pensar que cosa estaban haciendo esos dos.-¿Esperas en la sala?-comentó al entrar en la casa y yo seguirle.
-Antes quiero hablar contigo.-dije mirándole fijamente, mi mirada parecía peligrosa aunque mi aspecto infantil no tanto. Era el calco de mi padre, pero en juvenil y la verdad no inspiraba tanto miedo. Dejé la bolsa de los materiales en el sofá y me senté recostándome en el respaldo, tomé la misma pose que mi padre y luego observé la casa.
Nada más entrar me quité los zapatos, noté que todo era japonés y de buena calidad. Mi padre había conseguido una casa a su gusto. Mi madre era muy europea y siempre contrataba diseñadores de interior. Eso a mi padre le molestaba, no podía tener un hogar a su medida sino a la medida de otros.
-Claro Hizaki.-dijo sentándose frente a mí doblando una pierna sobre otra. Sus piernas cruzadas y sus manos sobre estas. Era la pose típica de una chica, simplemente desvié mi mirada hacia las fotografías. Había algunas que reconocía, mías y de Hero o de mi padre con sus amigos de negocios, luego estaban las suyas.-Te pareces mucho a tu padre ¿Sabes?-se notaba su nerviosismo. Seguro que se pensaba que lo iba a trocear por haber roto el matrimonio perfecto, como decían las revistas de sociedad.
-Afortunadamente.-declaré de forma seca.-Te vas a casar con él y no sé quien eres.-sentencié fijando mi mirada en la suya, fusilándolo como lo hacía mi padre.-A penas te conozco de la televisión y eso no son referencias claras.-iba a continuar con mi monólogo de “¿y tú de donde sales?” cuando le escuché cantar en el piso de arriba, Entonces, giré mi rostro hacia las escaleras y luego volví hacia él.-¿Qué pretendes?
-No pretendo quitarte a tu padre.-respondió como si él pudiera ser obstáculo. Nada más dijera algo malo de nosotros mi padre lo dejaba. Él podría ponerme prácticamente a parir cuando hacía algo mal, pero otros no podían ni mencionarme.-Él os quiere mucho a ti y a tu hermano.-otra evidencia más, eso lo sabía y eso no era lo que buscaba.-Yo le amo Hizaki.-y eso otro ya lo comprobaría yo poco a poco. Parecía cansado y pensé que había llegado en mal momento.
Iba a contestar a todo lo que había dicho cuando noté que él bajaba. Mi padre estaba vestido con la yukata que le había regalado. Era de color negra y bastante larga, abrigaba bien y no daba demasiado calor. Fui hasta él observando al niño. Era bastante pequeño, me observaba con sus enormes ojos, bien aferrado a mi padre.
-Hola.-dije dejando un beso en su mejilla y agarré al niño que estiró sus brazos hacia mí.
-Así que por eso me falta.-comentó tras la estupefacción. Lo que llevaba era suyo, era parte de su vestuario habitual.-Ten cuidado con el bebé.-murmuró mientras yo lo observaba.
-No te quejes, a mi me sienta mejor.-respondí con media sonrisa y noté como el otro se escabullía. Se iba sin poder tirarle de la lengua como quería. -Quiero quedarme aquí contigo hoy, pero mamá no debe saberlo. Dice que tiene pruebas para lastimarte, ya te lo dije.-miré al pequeño como si fuera un muñeco, este me acariciaba el rostro y reía, ambos lo hacíamos.-Es mono.-creo que desde ese día forjé un vínculo especial con Jun. Un vínculo que aún perdura y que por circunstancias de la vida espero que simplemente se haga más fuerte. Ese niño tiene algo que a todos enamora, que a todos conquista el corazón y hace que se quede con un trozo como si fuera el mejor de los ladrones.
-Él se parece bastante a ti cuando tenías su edad.-dijo acariciando mi cabeza, revolviendo mis cabellos y sonreía quizás pensando que soñaba. No era algo que pudiéramos hacer usualmente ya, vernos quiero decir, y todo por no dañar más a mi madre de lo que ya estaba.
-Papá ¿me puedo quedar?-pregunté con la voz algo lastimera, siempre me servía esa estrategia.
-No lo sé, tu madre no quiere que estemos juntos. Ya sabes como es, no deberías de estar aquí.
Al final lo logré. Además, que comenzamos a conversar sobre una cosa y otra. Me preguntó como estaba mi madre. Él quería saber si lo estaba superando o seguía con sus conversaciones con Lexter. Yo simplemente dije que parecía entera, pero que la conocía bien para saber que aún le quería y le dañaba todo lo que había en la prensa amarillista. Después de casi una hora me llevó al cuarto de los invitados y me dijo que tendría compañía. Cuando vi ese gato tan canijo correr hacia mí lo tuve que tomar en brazos, era como el que quise cuando tenía unos siete u ocho años. Sí, había pedido un gato como mi hermano. Lo pedía cada año, hasta la saciedad, pero nunca tenía resultados. Los últimos años era un coro de tres pidiendo un felino y mi madre respondía con un no tajante.
-Se llama Cheshire.-argumentó mientras se giraba.-Que os llevéis bien.
-Sí.-dije alzando al gato que maullaba y lamía mis manos.
Llegué en un cuarto de hora, me salió por un pico el taxi pero pensé que merecía la pena. Pasé la cancela que estaba cerrada. Busqué el timbre al lado de los setos y llamé de forma nerviosa, quería verlo y hablar. Pero quien me abrió no fue mi padre, sino él. Había un perro no dejaba de brincar, además de ladrar.
-¡Astaroth! quieta chica.-dijo desde el pórtico de la casa, primero pensé que era un nombre extraño para una hembra y después que mi padre tenía buen gusto.-Ast...-se quedó clavado mirándome, para después venir casi a trompicones hacia mí.-Hola.-dijo al acercarse y dio una orden al perro, el cual obedeció.
-¿Y mi padre?-pregunté seco observándole bien. Era atractivo pero no mi tipo. Mis ojos estaban cargados de orgullo como los de mi padre, una arrogancia externa que en realidad no era así. Sin embargo, mi aspecto era el que era porque no sabía cómo reaccionar y mejor era ocultarme bajo un velo.-¿Si o no?
-Claro, pasa.-dijo mirándome aún en shock.-Astaroth es mansita, no hace nada.-sonrió mientras me decía eso, sus mejillas estaban rojas y no quería pensar que cosa estaban haciendo esos dos.-¿Esperas en la sala?-comentó al entrar en la casa y yo seguirle.
-Antes quiero hablar contigo.-dije mirándole fijamente, mi mirada parecía peligrosa aunque mi aspecto infantil no tanto. Era el calco de mi padre, pero en juvenil y la verdad no inspiraba tanto miedo. Dejé la bolsa de los materiales en el sofá y me senté recostándome en el respaldo, tomé la misma pose que mi padre y luego observé la casa.
Nada más entrar me quité los zapatos, noté que todo era japonés y de buena calidad. Mi padre había conseguido una casa a su gusto. Mi madre era muy europea y siempre contrataba diseñadores de interior. Eso a mi padre le molestaba, no podía tener un hogar a su medida sino a la medida de otros.
-Claro Hizaki.-dijo sentándose frente a mí doblando una pierna sobre otra. Sus piernas cruzadas y sus manos sobre estas. Era la pose típica de una chica, simplemente desvié mi mirada hacia las fotografías. Había algunas que reconocía, mías y de Hero o de mi padre con sus amigos de negocios, luego estaban las suyas.-Te pareces mucho a tu padre ¿Sabes?-se notaba su nerviosismo. Seguro que se pensaba que lo iba a trocear por haber roto el matrimonio perfecto, como decían las revistas de sociedad.
-Afortunadamente.-declaré de forma seca.-Te vas a casar con él y no sé quien eres.-sentencié fijando mi mirada en la suya, fusilándolo como lo hacía mi padre.-A penas te conozco de la televisión y eso no son referencias claras.-iba a continuar con mi monólogo de “¿y tú de donde sales?” cuando le escuché cantar en el piso de arriba, Entonces, giré mi rostro hacia las escaleras y luego volví hacia él.-¿Qué pretendes?
-No pretendo quitarte a tu padre.-respondió como si él pudiera ser obstáculo. Nada más dijera algo malo de nosotros mi padre lo dejaba. Él podría ponerme prácticamente a parir cuando hacía algo mal, pero otros no podían ni mencionarme.-Él os quiere mucho a ti y a tu hermano.-otra evidencia más, eso lo sabía y eso no era lo que buscaba.-Yo le amo Hizaki.-y eso otro ya lo comprobaría yo poco a poco. Parecía cansado y pensé que había llegado en mal momento.
Iba a contestar a todo lo que había dicho cuando noté que él bajaba. Mi padre estaba vestido con la yukata que le había regalado. Era de color negra y bastante larga, abrigaba bien y no daba demasiado calor. Fui hasta él observando al niño. Era bastante pequeño, me observaba con sus enormes ojos, bien aferrado a mi padre.
-Hola.-dije dejando un beso en su mejilla y agarré al niño que estiró sus brazos hacia mí.
-Así que por eso me falta.-comentó tras la estupefacción. Lo que llevaba era suyo, era parte de su vestuario habitual.-Ten cuidado con el bebé.-murmuró mientras yo lo observaba.
-No te quejes, a mi me sienta mejor.-respondí con media sonrisa y noté como el otro se escabullía. Se iba sin poder tirarle de la lengua como quería. -Quiero quedarme aquí contigo hoy, pero mamá no debe saberlo. Dice que tiene pruebas para lastimarte, ya te lo dije.-miré al pequeño como si fuera un muñeco, este me acariciaba el rostro y reía, ambos lo hacíamos.-Es mono.-creo que desde ese día forjé un vínculo especial con Jun. Un vínculo que aún perdura y que por circunstancias de la vida espero que simplemente se haga más fuerte. Ese niño tiene algo que a todos enamora, que a todos conquista el corazón y hace que se quede con un trozo como si fuera el mejor de los ladrones.
-Él se parece bastante a ti cuando tenías su edad.-dijo acariciando mi cabeza, revolviendo mis cabellos y sonreía quizás pensando que soñaba. No era algo que pudiéramos hacer usualmente ya, vernos quiero decir, y todo por no dañar más a mi madre de lo que ya estaba.
-Papá ¿me puedo quedar?-pregunté con la voz algo lastimera, siempre me servía esa estrategia.
-No lo sé, tu madre no quiere que estemos juntos. Ya sabes como es, no deberías de estar aquí.
Al final lo logré. Además, que comenzamos a conversar sobre una cosa y otra. Me preguntó como estaba mi madre. Él quería saber si lo estaba superando o seguía con sus conversaciones con Lexter. Yo simplemente dije que parecía entera, pero que la conocía bien para saber que aún le quería y le dañaba todo lo que había en la prensa amarillista. Después de casi una hora me llevó al cuarto de los invitados y me dijo que tendría compañía. Cuando vi ese gato tan canijo correr hacia mí lo tuve que tomar en brazos, era como el que quise cuando tenía unos siete u ocho años. Sí, había pedido un gato como mi hermano. Lo pedía cada año, hasta la saciedad, pero nunca tenía resultados. Los últimos años era un coro de tres pidiendo un felino y mi madre respondía con un no tajante.
-Se llama Cheshire.-argumentó mientras se giraba.-Que os llevéis bien.
-Sí.-dije alzando al gato que maullaba y lamía mis manos.
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