4/8/09

Marimacho a la vista IX



Al bajar con la toalla en la cintura y empapado me encontré a Phoenix. Estaba preparando el desayuno y notó mi presencia en la habitación casi de inmediato. Por un momento sentí vergüenza, a pesar de ir medio desnudo por mi casa.

-Ho...la.-dije sonrojado al verle ahí.-Etto...gomen.-me giré y volví a la habitación bastante abochornado. No quería que tuviera mala imagen de mí, aunque ya era imposible.

-¡Hola!-respondió con energía persiguiéndome.-¡No te vayas!-me cazó en medio de las escaleras tomándome de la muñeca.-Dentro de poco estará el desayuno así que ve arriba, ponte algo de ropa y baja corriendo porque se enfriará.-su sonrisa era bastante dulce y comprendí enseguida porqué mi padre cambió a mi madre por él. Era un chico jovial, expresivo y sobretodo atento. Yo también quería uno de esos, aunque tenía a Yue y no me motivaba en absoluto.

-Arigato.-murmuré girándome hacia la habitación que me prestó mi padre.

Al mirar la ropa me di cuenta que no era higiénico que me pusiera aquello, necesitaba unos boxer limpios y algo de ropa también para la parte de arriba aunque los pantalones podrían ser cualquiera. Así que abrí la puerta y me dirigí a su habitación, pero no estaba y tomar las cosas sin su permiso siempre traía malas consecuencias. Por lo tanto bajé intentando perder esa estúpida sensación de que podía dar mala imagen, quizás demasiado mala.

Les escuché un momento. Mi padre comentaba que yo a penas comía, era cierto. Digamos que cuando él estaba en casa no lo hacía, al menos los últimos meses. Tenía miedo y el miedo me cortaba el apetito, sin dejar de contar que estaba encaprichado por Lexter. Quería estar más delgado, dejar tanto músculo que tenía y serle más apetecible. Fue una tontería, después tuve que matarme en el gimnasio para recuperar la forma.

-¿Dónde vas?-dijo mi padre girándose para comenzar a reírse al verme empapado y aún con la toalla.

-Necesito ropa limpia.-esperaba que se compadeciera y dijera que me daba de la suya, porque sinceramente la de Phoenix no me entraría ni por un milagro.

-¿De la mía?-interrogó mirándome con los ojos entrecerrados.

-Etto…-siempre me acobardaba frente a él cuando tenía que hacer peticiones.

-Atsushi no seas pesado y entrégale la ropa. No te cuesta nada, absolutamente nada, prestársela.-le dio un leve golpe en el brazo y mi padre lo observó minuciosamente, se lo estaba pensando. Phoenix fue para terminar de hacer el desayuno y él dirigió su mirada hacia mí.

-No soy pesado.-le aclaré recalcando cada palabra.-Pero ese traje me lo regalaste tú.-dijo mirando a Phoenix.-Seguro que lo toma prestado.

-¿Cuál?-interrogó.

-Uno negro.-respondí.

-Buen gusto, pero creo que le voy a hacer caso a él.-dijo pasando frente a mí.-Gracias.-le guiñé y me fui hasta la mesa.

-No guiñes a mi prometido.-reprochó.

-Guiño a quien quiero, además tranquilo me gusta más el otro lado de la cama que el que tú usas.-eso era falso, pero no tenía nadie porqué saberlo que buscaba como sacarlo de quicio.

-¡Vete a vestir!-gruñó y yo salí corriendo escaleras arriba.

Fui hacia su guardarropa, me puse el traje que había dicho. Era uno que estaba aún con la etiqueta puesta y me sentaba bastante bien. Parecía hecho a medida, seguro que el viejo pensaba lo mismo que yo al mirarme al espejo: perfecto.

Cuando bajé corrí hacia mi plato y empecé a engullir. Mi padre me miraba de reojo mientras comía el suyo. Phoenix sonreía comiendo a pequeños pellizcos su pequeño emparedado.

-Lo vas a manchar.-de nuevo gruñó, como no.

Phoenix lo reprendía una y otra vez. Era una escena bizarra la verdad sea dicha, pero me gustaba. Se sentía cómodo uno al estar con ambos, sentir a mi padre de nuevo a mi lado me daba mayor apetito del que ya tenía.

-Papá el gato no ha dejado de intentar dormir conmigo.-dije como si nada para que dejaran de pelearse por si manchaba o no el traje.

-No le des caprichos de dormir así, luego se acostumbra y es malo.-respondió.

-Tienes que castrarlo, antes de que empiece a tú ya sabes...-hice la señal de unas tijeras mientras engullía el último trozo.

-Lo sé.-dijo asintiendo bebiendo un poco de su zumo.

-Atsu es cruel con los animales ¿Verdad mi amor?-interrogó Phoenix cuando vio que la perra dejaba sus patas sobre sus rodillas. La perra simplemente ladró y movió la cola, parecía haber asentido a lo que había dicho.-Mira esto Hizaki.-entonces giré mi rostro hacia él y los observé a ambos.-¡Agarra!-le tiró una miga de pan que tomó en el aire. Sonreí ante ese truco, pero yo si tenía un perro le enseñaría mejores que ese… claro que mi sueño, desde crío, era poseer varios gatos.

-Está bueno Phoenix.-dije nada más terminar el bocadillo, me sentía saciado al fin.

-Extraño.-murmuró.

-¿Qué?-interrogué pues lo había escuchado a pesar de que lo dijo en tono bajo.

-Que comas tanto.-respondió colocándose mejor en la silla.-Si fueras mujer pensaría que estás en estado.

-Es que está bueno, soy invitado y me…-no me dejó acabar la frase cuando él lo hizo por mi.

-Te dije que cuando estás de invitado jamás debes de dejar nada en el plato.-sonreímos ambos y tomamos de nuevo nuestros respectivos zumos al unísono, dando un sorbo y dejándolo a un lado...tomando una servilleta, secándonos los labios y recostándonos en la silla.

-Lleno.-susurré acariciando mi estómago.

-Hizaki no tienes porqué comer todo lo del plato, si no tienes más apetito no sigas comiendo por compromiso.-sonrió con dulzura clavando sus ojos ambarinos en mí.

-Si ya no le queda nada en el plato.-dijo mirando como me pasaba la mano por mi estómago.- ¿Estás bien?

-Sí, sólo que voy a explotar.-entonces me levanté y miré fijamente algo de la decoración. Me di cuenta de que había cierto objeto que para mí tenía valor sentimental. Sonreí cuando me aproximaba un poco más a él. Lo que estaba mirando era un cenicero de forma perfecta que hice con cinco años. Conservaba aún ese cenicero, cuando yo creí que haría años que se deshizo de todo lo que le fui regalando de pequeño. Gracias a ese pequeño detalle me di cuenta que él seguía siendo mi padre, que seguía estando orgulloso de mí y que no me olvidaría tan fácilmente como había pensado.-Lo conservas.-dije sin borrar mi sonrisa.-Pensé que lo habrías tirado ya.

-Yo conservo todos los regalos que me has hecho tú o Hero.-lo había tomado entre mis manos, para luego ir hacia él y abrazarlo.-Idiota.-había echado de menos tenerlo ahí en su despacho a diario, que caminara por la casa descalzo y se encendiera uno de sus cigarros en el balcón. También escucharlo reír con Hero o que me abrazara para decirme que estaba muy orgulloso de mí. En definitiva, echaba de menos a mi padre y a todo lo que representa un buen padre.-Idiota.-susurró y yo me aparté.

-Voy arriba, quiero sacarle fotos al bebé.-dije aquello porque entendí entonces que Jun era mi hermano, que debía disfrutar mi padre al máximo de él al igual que lo había hecho conmigo. Quería hacerle un regalo a ambos y eso era lo único que podía hacer.

Al subir lo vi descansando, aún no era su hora de la toma o ya habría desayunado. Era pequeño y al principio me pregunté si así se vería mi hijo. Lo tomé entre mis brazos y abrió sus ojos observándome. No lloró, simplemente se aferró a mi chaqueta y comenzó a reír. Besé su frente y noté ese aroma a bebé que hacía años que no sentía tan cerca de mí. Fui hasta mi habitación con él envuelto en una pequeña manta.

-Jun.-susurré al entrar en el cuarto para recostarlo en la cama.

Saqué la cámara del cuarto del despacho de mi padre, sabía bien donde guardaba las cosas. Conocía bien a mi padre, como todo hijo debe conocer al suyo si ha convivido con él. Aunque es cierto que muchos hijos odian a sus padres, que desconocen incluso qué cosas le agradan y terminan siendo desconocidos. Después, seguramente, se lamentan por la distancia autoimpuesta por ellos mismos.

El gato nos observaba desde los almohadones, había olvidado que estaba ahí. Salió en varias imágenes y supuse que eso no importaría. Seguía siendo un cachorro, sería como hacer fotos a dos bebés.

-Jun sonríe.-dije sacándole fotos mientras jugaba y pataleaba.

Hice como seis fotos distintas y lo regresé a la cuna, para editarlas. Inicié mi cuenta en un programa online y empecé la edición. Miraba fijamente la pantalla mientras quitaba las sombras o daba otras en lugares distintos. Las pegué una a una con otro programa, las enlacé y después usé una pequeña frase junto a su nombre.

-Que grande soy.-me dije a mi mismo y entonces noté como alguien abría la puerta.

-Hizaki ¿quieres venir de compras?-preguntó y yo simplemente asentí.

-¿Te gusta?-interrogué mostrándole la imagen final.

-Jun.-susurró con una sonrisa y se abrazó a mí.- ¡Gracias! Ya tengo wallpaper nuevo para mi pc, también tu padre.-comentó y noté que realmente era alguien agradable.

-¿Dónde iremos?-me daba curiosidad saber dónde compraba la ropa, no era muy habitual de ver en Europa, pero sí en Asia.

-Pues a ver un amigo mío, es un tanto atrevido con la moda y también con su estilismo.-rió bajo y me abrazó por la espalda.-Pero te caerá bien, le cayó bien a tu padre así que todo irá sobre ruedas. Además, puedes aprovechar para comprar lo que quieras que te hará descuento.-su proximidad no sabía si tomarla como buena o como mala, pero me estaba agradando su compañía. Tal vez podríamos ser amigos y así limar asperezas que pudieran surgir en cualquier tema.

-¿Cómo se llama?-quería saber el nombre de quien me hablaba, quizás para saludarme de forma menos fría y más cordial o por simple curiosidad.

-Se llama Jasmine.-alcé una ceja al escuchar su nombre.

-Jasmine es nombre de mujer y de princesita Disney.-dije cerrando el portátil y me giré para observarle.

-Te juro que se llama así, bueno se hace llamar así.-rió bajo y me tomó de la mano para que lo acompañara.-Su negocio se encuentra en la calle del comercio, es un local muy conocido y bastante visitado por curiosos y gente de todo tipo. Creo que eso lo hace muy afamado, además que muchos famosos compran sus diseños importados de Asia o Estados Unidos.

-Aja, entonces es un gran empresario con nombre de princesa Disney.-comenté siguiéndolo sin más.

-No te burles de su nombre.-dijo girándose y me miró.-Pues es mano larga y quizás te dejarás de burlar de él en cuanto te acose sexualmente.

-¿Qué edad tiene?-pregunté curioso, aunque tenía pareja y había visto los mensajes de Yue en la noche mientras terminaba el fondo de pantalla.

-Pues.-se quedó meditando.-Veintitrés, si mal no recuerdo.

-¿Qué? ¿Y ya empresario de éxito?-debía ser un lince o un tonto con suerte, quizás un lince para los negocios con un poco de suerte.

-Sí, es muy trabajador aunque a veces tiene ganas de matar algunas clientas.-murmuró y no entendí nada.

Al final nos pusimos en marcha tras una hora conversando sobre Jasmine y su tienda, además de cómo se veía con los distintos modelos que tomaba del perchero. Me di cuenta que la coquetería era algo fundamental en las parejas de mi padre. Mi madre era una fashion victim y él parecía se de igual modo que ella. Él tomó su coche y condujo hasta la calle Comercio. Yo había optado por sentarme en la parte trasera, junto a la silla del bebé. El niño se había quedado con la chica de la limpieza, llegó justo cuando salíamos. Fue nuestra salvación, porque de otra forma tendríamos que haberlo llevado con nosotros y compras con un carro de por medio siempre son más lentas. Ese lugar siempre estaba transitado por cientos de personas al día, era uno de los puntos fuertes en venta y consumo.

-Vamos a ir al parking subterráneo, la mayoría de las calles son peatonales y aquí no encuentro aparcamiento ni orando por un milagro.-comentó mirándome desde el retrovisor con aquellas enormes gafas de sol.

-Será lo mejor.-asentí a lo que dijo.-¿Tienes tarjeta de parking? Ahí puedes dejarlo cuanto quieras, teniendo esa tarjeta solo tienes que reembolsar el dinero por el tiempo gastado. De la otra forma tienes límite de tiempo y es un autentico coñazo.-él rió cuando dije aquello mientras introducía el vehículo en la boca del parking y la tarjeta en el aparato de pago.

-Tengo, siempre he tenido y sobretodo por lo que dices. A veces me quedaba horas probándome cosas en las tiendas, tanto en la de Jasmine, como en la de otros amigos, y terminaba con el coche en la grúa.-aparcó con rapidez y bajó observándome.-Vamos.

Me bajé y le seguí hasta la puerta, se agarró de mi brazo y sonrió.

-Hace buen día.-murmuré notando el sol en mis ojos.

-Sí, además hace calor. Se nota el verano, ya está aquí y pronto podré usar la gran piscina de casa.-parecíamos una pareja más que “padrastro” e “hijo”.


No hay comentarios: