12/8/09

Marimacho a la vista XII


No dije nada a mi padre, porque Phoenix se habría molestado seriamente conmigo. Sabía que no deseaba mostrarse como un estorbo, eso le hacía sentirse inferior y quizás reemplazable.

Nada más llegar a casa mi madre me dio el sermón del siglo. Me dijo que si deseaba salir, quedarme con una cualquiera o buscarme otro techo donde descansar, que lo dijera y no se preocuparía. Pero aquello lo dijo como si nada importara, con esos ojos fríos y ese aspecto de reina de las nieves. Yo simplemente guardé silencio y caminé hacia mi habitación. Deseaba quitarme la ropa y cambiarme, además de una buena ducha.

Cuando me acomodé llamé a Yue. Él estaba intrigado por mi escapada. Me preguntó si podía ir a verme, decía que me echaba de menos y que había hecho algo especial para mí. Yo le dije que mi madre no estaba de humor, pero que se acercara. No pasó mucho tiempo cuando llamaban a mi habitación, era él.

-Me encontré con tu madre y le di uno de mis bollos.-me mostró la cesta y estaba repleta de pequeños bollos rellenos de crema.-Le gustó o eso me dijo.-se sonrojó levemente y me miró.- ¿Crees que si le decimos se lo tomará a bien?-interrogó inquieto.-Me dieron ganas de decirle todo, no sé porqué.

-No, ya te dije que no.-me levanté y cerré la puerta.

-No es nada malo, es sólo una condición sexual.-él era gay, absolutamente y rotundamente gay. Dejó sus pasteles en la mesa y me abrazó.-No discutas conmigo, amor.-susurró intentando calmar la ira que a veces él me despertaba.-Eché de menos tu colonia.-murmuró pegando su nariz a mi cuello y comenzó a besarlo. Su mano fue a mi bragueta y comenzó con sus caricias.-Lastima que tu madre esté ahí, porque estoy en celo.

-Lo noto.-murmuré buscando sus labios para besarlo.

Él me rodeó con sus brazos quedando colgando a mi cuello, parecía desesperado por llamar mi atención aunque fuera sólo con sexo. Pero poco duraron ahí, las bajó y las metió bajo mi camiseta.

-Amo este cuerpo que tienes, tu voz seductora y sobretodo tu mirada. Amo que me ames, que me tengas como el único en tu vida y al fin me des lo que una vez te pedí.-sonrió leve besando mis labios y dejó su cabeza recostada en uno de mis hombros.-Me has dado tu corazón y yo te doy el mío.-alzó el rostro sonrojado completamente y yo besé sus labios.

Algo fallaba. Él me amaba, era dulce, servicial, cocinaba para mí y de forma que era espectacular. Era el chico perfecto, aquel que haría las delicias de cualquiera. Además era atractivo, tenía un bonito envoltorio, y cargado de clase. Sin embargo, lo seguía viendo como un hermano pequeño.

-Yo también amo todo esto.-respondí intentando responder a lo que me decía. Se abrazó a mí con los ojos cerrados y di gracias a la bendita inocencia.

-Vayamos a un hotel, quiero tenerte en mí.-dijo desabrochando mi pantalón y metió su mano dentro.-Hizaki, quiero que lo hagamos.

-No puedo salir así como si nada.-él me miró confuso.-Mi madre se enfadó que no durmiera en casa y no diera aviso.

-Puedes decirle que nos quedamos a estudiar en casa de alguien, yo tampoco pasé la noche en casa.-no sé porqué tuve celos, no lo amaba y lo celaba.-Estuve con Mónica y con Elvira con un proyecto de ambas, pero me pidieron que yo colaborara.

-Creo que tomaron fotos de mi paseo con Phoenix y traje ropa de mi padre, no creo que sea creíble.-respondí y él agachó la cabeza observando mi bragueta abierta.

-Echa el pestillo y hagámoslo.-rogó.

-No Yue, nos pueden ver.-subí mi bragueta y me fui a sentar en la cama.-Mejor márchate y nos veremos otro día lejos de todos, así podremos tener un momento íntimo.

-¿Ves? Por eso odio que nadie lo sepa, quiero que lo sepa todo el mundo y poder gozar contigo. Así sólo podemos vernos poco, estar segundos a veces, y yo quiero estar pegado a ti todo el día.-las lágrimas surgieron en su rostro.- ¿Tú no quieres?

-Por supuesto que quiero verte seguido, pero todo el tiempo sería agobiante para mí.-declaré sacando uno de mis cigarrillos y lo encendí frente a sus narices.

-No fumes, no me gusta el sabor de la nicotina en tus labios.-dijo aproximándose a mí para sentarse a mi lado.-Aunque me gusta como te queda esa pose de duro.

-Gracias, pero no fumo para hacerme el duro.-respondí tras una calada.-Fumo porque necesito templar los nervios.

-¿Te pongo nervioso?-interrogó acariciando mi muslo hasta llegar a mi bragueta otra vez.

Sí, me ponía de los nervios. Pero no era por placer, sino porque no sabía manejar la situación. Supuestamente cuando amas a alguien no miras a otros, sólo tienes ojos para esa persona, y te seduce la idea de decirles a todos lo que sientes. Si bien, con él era todo lo contrario. Lo veía como un gran error, jamás lo amé y no lo amaría. Además ese chico de los sueños me atraía, seguro que si encontraba a alguien como él terminaría rendido junto a él en una cama de cualquier hotel.

-Sí.-dije tras un buen rato apartando su mano.

-Debería de irme a casa, sólo vine para darte mis bollos y que tú me regalaras un poco de tu tiempo.-sonrió y me besó en los labios.-Odio este sabor, pero me acostumbraré. Tenemos toda una vida para acostumbrarme o que tú dejes el vicio.-aquello me dejó en shock.

-¿Piensas que duraremos tanto?-interrogué y él rió.

-Sí, claro.-se quedó de rodillas frente a mí.-A veces sueño que me pides matrimonio, que nos casamos.-rió leve con las mejillas rojas, ardían esta vez.-Es un sueño premonitorio, lo sé, lo tengo desde los nueve años.

-Yo no pienso casarme, me parece algo absurdo y ostentoso que nada tiene que ver con si la pareja se ama realmente.-su rubor se paró en seco, me miró rogante.-Lo siento, pero si deseas casarte no lo harás conmigo.

-Hizaki.-susurró comenzando a llorar.- ¿Me amas? ¿Me amas de verdad?

-Son preguntas absurdas.-dije mirándole a los ojos, sabía mentir incluso de ese modo.-Lo que no quiero es casarme.

-Si me amaras me dirías que algún día cumplirías mi sueño.-sus manos se pusieron en mis rodillas y rogaba porque diera mi brazo a torcer.

-No, no pienso casarme. No quiero casarme ni contigo ni con otro u otra. Ya estoy demasiado atado, y más que lo estaré en unos meses, para además añadir matrimonio. Por favor, somos jóvenes y quizás en un futuro esto sea tan sólo una aventura que contar a otras parejas. Disfrutemos del momento, de lo que tenemos, y deja de atosigarme con cosas que no quiero.-sus lágrimas ya no eran un par, era una tormenta.

-Para mí esto no es una aventura.-murmuró.-Es algo muy serio, es mi felicidad.

-No he dicho que lo sea ahora, pero el amor no dura siempre.-se abalanzó hacia mí llorando.

-Yo quiero que dure para siempre, quiero ser tu marido y vivir junto a ti las cosas buenas junto a las malas. Deseo cuidarte y que me cuides, es algo muy normal creo yo.-buscó mis labios y me besó, yo simplemente lo aparté secando sus lágrimas.

-Pero yo soy alguien que ha vivido la ruptura de un matrimonio, que he visto las cosas horribles que pueden suceder, y prefiero que si esto se acaba se haga de la forma menos dolorosa.-él tenía los ojos cerrados, viéndolo así era como un muñeco perfecto. No entendía porqué no lograba amarlo.

-Lo sé, pero no todos son así.-besé su frente cuando dijo aquello, deseaba abrazarlo y decirle que lamentaba no amarlo. Sin embargo, hacer eso sería doloroso para él. Poco a poco lo amaría, eso me decía y eso creía.-Me voy a casa.-comentó levantándose para marcharse.

Me quedé en la misma posición un buen rato. Le daba vueltas a la cabeza lo de Anne, tenía que llamarla y lo hice. Me dijo que tenía todo preparado para demostrar su inocencia y que podía demostrar que era mío, únicamente mío. Tan sólo tenía que hacerme una prueba prenatal. Era fácil y no mostraba complicaciones para el bebé. Lo haríamos en una clínica privada y ella ya había pedido cita, estaba por llamarme cuando yo lo hice. Sería al día siguiente, por la mañana, y tendría los resultados en siete días. Sin embargo, ella me dijo que podría tenerlos antes si nos acogíamos a servicios expeditos de pruebas. Si era de esa forma por cien euros lo tendríamos al día siguiente. Yo me ofrecí a pagarlo, pero ella dijo que era su honor lo que estaba en juego.

Nada más colgar el teléfono lo miré unos instantes. Mi futuro estaba en juego y tenía muchas posibilidades de ser bien distinto a lo deseado. Me recosté en la cama, tenía que estudiar pero no podía. No me concentraría en ningún apunte o en cualquier fórmula estúpida. Terminé por sentarme en el borde de la ventana, allí calaba mis cigarrillos uno a uno. Siempre tenía cajetillas en la mesa y estaba sentado sobre el escritorio. Miraba la ciudad, observaba los edificios y el cielo que iba siendo cada vez más oscuro. Quería irme, desaparecer del mundo y entonces cerré los ojos.

-No puedes desaparecer.-me dije dando una calada al cigarro.-Tienes que saber quién es él.-murmuré y entonces escuché el sonido de los tacones de mi madre, después de unos segundos de silencio golpeó a la puerta.

-Hizaki, tengo algo importante que recordarte.-fuera lo que fuera seguro que no me agradaría.

Apagué la colilla y la tiré por la ventana, hice algunos aspavientos para que se llevara el aroma de la nicotina.

-Hizaki, no tengo todo el día.-reclamó mientras yo comenzaba a masticar chicle y los tiraba a medio mascar en la papelera. Después fui hacia la puerta quitándome la camiseta y tomando uno de los dulces. Comencé a tragarlos y abrí con él en la boca.

-¿Qué?-dije con la boca llena sin abrir del todo la puerta.

-¿Qué hacías?-interrogó con el ceño fruncido.-Por dios Hizaki dime que no tienes una chica en la habitación, no seas de tan mal gusto, las fulanas con las que vayas no las traigas bajo mi techo.-suspiré ante ese comentario.

-¿Crees que mi cuarto es mi picadero privado?-dije tras engullir el pastelillo.

-No lo sé.-comentó abriendo del todo la habitación.-Huele a tabaco.-me miró fulminándome.-Y de la marca de tu padre.

-Es Yue, ha comenzado a fumar y bueno me contó sus penas…-echarle el muerto a otro era mi única salida.

-Vaya, tendré que hablar con su madre respecto a este vicio tan feo.-dijo mirándome de reojo.

-Sí, pero es cosa suya.-declaré y ella clavó sus ojos fríos en mí.

-Aja.-entrecerró la mirada y yo tragué saliva.

-¿Qué deseabas?-intentaba desviar su atención.

-Te recuerdo que en dos semanas tenemos una importante fiesta en nuestra casa, tendrás que estar presente y quiero que seas atento con Olivier.-ese nombre me impactó, jamás me dijo como se llamaba su invitado.-Se bueno con él, intenta que se distraiga cuando le entre el pánico. Además, así quizás te pega sus buenos modales Hizaki.-agaché la cabeza, no por lo que me había dicho sino meditando.- ¿Ocurre algo?

-¿Y como es Olivier? ¿Cómo sabré que es él?

-Por favor, lo sabrás nada más lo veas.-murmuró con una sonrisa.-Es tan dulce y delicado ese niño…-hablaba de él como si fuera maravilloso, a mí me dio curiosidad y sobretodo quería saber si era el mismo Olivier de mis sueños.

-Me hago una idea.-comenté y ella me pasó la revista que llevaba en su mano.

-Es él, en su último desfile y quiero que lo trates con total delicadeza. Seguro que termina agobiado y necesito que se sienta cómodo.-me miró, miró mi expresión y mi tic en el ojo.- ¿Qué pasa?

-Nada, es que se parece a alguien que conozco.-para ser exactos era clavado a él.

-Dudo yo que lo conozcas, seguro que hubiera salido corriendo gritando que un loco maniaco intentaba hablar con él.-rió bajo y me dejó la revista.-Infórmate, viene un espléndido reportaje sobre él y sus gustos. Quiero que seas un buen anfitrión.-tras eso se marchó y cerró mi puerta.

Yo me quedé en shock observándolo. Era atractivo. Su fragilidad se realzaba con aquel juego de luces. Me agradaba el cabello, largo y que parecía sedoso. Tenía ganas de conocerlo en persona y escuchar su voz para terminar de caer en shock. Me pregunté cómo debería ser frente a él. Pensé que me costaría, no quería llamar la atención de mi madre y ser algo distante estaría bien. Se notaba que era homosexual, simplemente por esa mirada y esa sonrisa, o quizás comencé a tener un gayradar instalado en mi cerebro.

-Olivier.-murmuré comenzando a leer poco a poco las reseñas de su vida.

Sin duda tenía talento e ingenio, además de timidez. Con tan sólo diecisiete años entró en una escuela de diseño belga, una de las más prestigiosas academias. Añadiendo a todos esos logros académicos amistad con editoriales de moda, señoras como mi madre que lo adoraban y admiraban a la vez. Era el niño malcriado de las pasarelas, por así decirlo, pues su talento eclipsaba a todos y con sólo veinticinco años.

He de decir que cuando leí su edad pensé que era una errata. Parecía más joven, quizás un par de años menos o tal vez tres. Si bien, la edad no me importaba. Imaginármelo desnudo por un instante, como en mis sueños, hizo que me excitara. Me coloqué boca abajo y seguí leyendo, todo por si mi madre entraba de improviso. A veces olvidaba llamar, sobretodo cuando estaba demasiado atareada o llevaba prisa. Pero yo pensaba que quizás deseaba agarrarme con las revistas pornográficas que guardaba en una caja, de consola vacía, bajo la cama.

En la revista hablaba de su reciente marcha de París hacia una ciudad desconocida, de momento, para realizar un gran evento social que eclipsaría a todo el mundo, otra vez, y haría de ese lugar el centro de la moda. Según decía él no daba más datos porque así se lo habían pedido, el misterio era algo implícito en su negocio y también deseaba crear una gran expectación su protectora. No podía ser otra que mi madre. Ella era una amante del misterio, las sorpresas, fiestas de personas que derrochaban su vida de un lugar a otro con una copa de champaña.

Yo veía la vida desde otro color del prisma. Digamos que me gustaba expresarme artísticamente, el teatro o la música, sin dejar de divertirme en todo lo que hacía. Para mí una fiesta tenía sentido si era con alguien que querías, con amigos o con la familia. Me gustaba el estudio, pero me agradaba que no me presionaran y sobretodo hacer el que yo quisiera.

Sin darme cuenta entró mi hermano en la habitación y se acostó a mi lado. Cuando sentí su mano sobre mi brazo casi caigo de la cama. Lo miré desconcertado y él se echó a reír como si hubiera sido algo cómico.

-¡Baka!-grité subiéndome bien al colchón.

-No, baka tú que mirabas a tu amigo tan concentrado.-murmuró señalando a Olivier.

-No es mi amigo.-respondí.

-Pues se llama como el chico del que hablabas en sueños la otra vez, pensé que era tu amigo.-dijo recostándose en la cama.

-Bueno, digamos que es mi amigo pero tú no le puedes decir nada de eso a mamá.-no quería que ella comenzara a preguntar, yo no quería decirle lo que mi padre me había contado una vez.

-Vale.-sacó su DS y empezó a jugar con ese dichoso juego.

-¿Quieres dejar la consola?-interrogué.-Mejor dicho…vete a tu cuarto.

-No quiero ir a mi cuarto, además Lexter y mamá se han ido. Me aburro aquí.-escuchar su nombre tan a la ligera aún me dolía.-Ya no juegas tanto conmigo, a veces viene él a jugar ¿por qué no jugamos?-se recostó sobre mi pecho y yo lo rodeé con los brazos.

-Tengo exámenes, también tengo que descansar de los exámenes.-dije acariciando sus cabellos, revolviéndolos más bien.

-Yo también tengo, pero luego siempre puedo ver anime y jugar.-reí a carcajadas cuando dijo aquello.

-No compares tus trabajos, tus problemas y tus miniredacciones con todo lo que yo hago.-se hizo una bola junto a mí y yo lo abracé besando su mejilla.

-Quiero quedarme un rato contigo.-Hero siempre me buscaba, tenía demasiada dependencia conmigo. Me preguntaba qué sería de él cuando me mudara de casa algún día.

-Vale, pero apaga ese trasto.-inmediatamente lo apagó.

En el silencio y la respiración calmada de ambos noté que estaba creciendo. Ya no era el niño pequeño que tenía que ayudar a cambiar los pañales a mi padre, tampoco al que debía levantar del suelo y correr a ponerle una tirita de animales, mucho menos el mocoso que lloraba porque un niño en la guardería se había burlado de sus ojos… ya iba creciendo. Me pregunté si sentiría lo mismo con mi hijo, el verlo crecer tal vez me llenaría de paz y orgullo además de nostalgia. Aún recordaba como lo había tomado en brazos por primera vez y como le dije a mis amigas que tenía un juguete nuevo. Él era mi juguete, lo fue durante muchos años, después yo me convertí en su apoyo y también en alguien que intentaba verlo feliz.

-Ai shiteru otōto.-murmuré besando su mejilla de nuevo cuando noté que estaba dormido.

Poco después me quedé yo también dormido. Así permanecimos hasta la mañana siguiente. Nadie nos quiso despertar. Parecíamos agotados, así que tan sólo dejaron que durmiéramos sin cenar.

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