14/10/09

La hora de la verdad IV


-Sí, hablamos de mi futuro.-dije bastante serio.

-¿Y por qué no le dijiste lo del bebé?-susurró para que nadie nos oyera.

-Porque no era el momento.

Se quedó en silencio, tal vez preguntándose cuando era el momento oportuno de contar algo importante. Realmente debí decírselo, pero temía hacerlo. Temía que mi madre dejara de verme como su hijo, que me dijera que ya no era parte de su familia o que me deshiciera del pequeño. Temía muchas cosas, demasiadas como para enumerarlas una a una.

Cuando llegó la noche mi hermano me pidió dormir conmigo, parecía que deseaba aferrarse a mí. Tal vez porque él también temía. Temía el día que yo fuera padre y alguien más me necesitara, alguien que no era él y que se convertiría en el centro de atención de muchos. Se aferró a mí y yo me quedé quieto escuchando su respiración tranquila. Era pequeño, aún a pesar de su edad era pequeño.

No soñé mucho, tampoco lo recuerdo. Sé que me desperté a la hora de siempre, aún siendo sábado, y lo dejé tumbado en la cama descansando. Besé su frente y me marché a la ducha, me puse ropa holgada y decidí dar una vuelta por la ciudad. Agarré las llaves de mi vehículo, dios amaba mi coche, y tras dar varias vueltas lo dejé aparcado en la sombra cerca de una de las calles más transitadas de la ciudad.

Caminaba por la ciudad, a veces me confundía con un chico más y no importaba mis apellidos. Escuchaba música, mi música, la cual se escuchaba ya en la radio gracias a influencias de Phoenix y de mi padre. Empezaba todo a ir sobre ruedas. Me estaba labrando un futuro dejando atrás el pasado, dejando atrás todo.

En la calle comercial donde me encontraba siempre había pequeños puestos ambulantes, aún hoy los hay, eran pequeños kioscos de chucherías y frutos secos, al principio y al final de la calle. Intentaba dejar el tabaco, ya no quedaban cigarrillos y la ansiedad me carcomía. Decidí ir hacia uno de los puestos y sonreí observando al vendedor.

-Déme uno.-compré un paquete de chicles sabor fresa y comencé a caminar creando pequeñas pompas que explotaban sin más, dejándome llevar por el ritmo.

Las chicas me observaban y yo a ellas, pero no sólo ellas sino también algún chico. Vestía con unos jeans anchos negros, una camiseta blanca de tirantes y las gafas de sol junto a mi colgante... idéntico al pendiente que llevaba en una de mis orejas, una cruz. No me miraban por ser el hijo de quien era, sabía que esas miradas eran de deseo. Me sentía bien conmigo y con el mundo en general, era feliz al haberme quitado un peso de encima. Salir del armario jamás me pareció tan buena idea como en ese momento.

Al pasar por una de las tiendas sonreí viendo algo que podría regalarle. Lo compré de inmediato, era un regalo para Olivier. Me volví al coche y lo guardé en la guantera. Pasearía un rato más y luego iría a su casa, hablaría con él y le pediría salir. Quería salir con él, notar su mano entrelazada a la mía y besarlo durante horas. Ese beso que le robé se repetía una y otra vez en mi cabeza, mis labios podían sentir aún su calor.

Hacía una enorme pompa de jabón cuando vi a Olivier. Llevaba una camiseta que mostraba toda su espalda, deseaba mordisquearla y por inercia me mordí el labio inferior. Crucé la calle arriesgándome a morir atropellado por algún vehículo.

-¡Oly!-dije quitándome los cascos del ipod.-Hola princesa de las zanahorias ¿buscando carruaje en un día de sol?-sonreía sin más.- ¿Quieres que te acompañe?-me moría por acompañarlo y poder tener un momento a solas, me sentía libre y capaz de cualquier cosa.

-Me llamo Olivier.-reclamó molesto.- y no gracias puedo parar un taxi por mi solo.

-Pero...-dejé de sonreír, la alegría que me dio verlo se bajó.-Pensé que te podía llamar así.-se notaba que me gustaba, pero él no vería eso... sólo veía como lo molestaba.-Pero cerca tengo mi coche.-y aunque lo tuviera en Pekin, iba por el coche y lo traía para que me acompañara.-¿Estás mejor de la pierna?-ya no sabía que preguntar o decir, me había sentido decepcionado.-Dentro de poco podrás salir a pasear normal con Valentino ¿qué tal él?-me rascaba un brazo, cuando lo hacía era por puro nervio.

-El doctor dijo que sólo esta semana.-levantó un poco la tela de su pantalón y me mostró su tobillo.-No se ha hinchado ni nada, supongo que te lo debo a ti.-eso me hizo sonreír leve, parecía que su rechazo inicial hacia mí se había disipado.-dijo que el vendaje que tenia era bueno y me había servido.-susurró apoyándose bien en las muletas que llevaba.-y Vale no pasea ni por nada en el mundo a menos de que sea en limousine.-sonrió al decir aquello, como si fuera una pequeña broma aunque no lo dudaba en absoluto.

-Yo puedo enseñarlo a ser todo un buscador de palos de parque.-comenté señalándome el pecho.-Quédate aquí, mi coche está en la esquina y ya me iba para casa.-intentaba sonar convincente.-Así que te acompaño.-comencé a correr de forma alocada, lo hacía para no escuchar un no bastante claro. Corría como un gamo y saltaba los obstáculos del camino.

Al llegar a mi vehículo puse mi música, deseaba que él escuchara mi voz y me reconociera. Quería que se enamorara de mí, al menos atraerlo con lo que sabía hacer. Conduje intentando respetar las señales de tráfico, aunque quería llegar rápido antes de que se marchara. Ni cinco minutos y estaba con el coche frente a él.

-¡Sube!-mi voz en el cd se escuchaba bastante bien, y alto.

1 comentario:

Kimy dijo...

Kyuhhh Hiza enamoradoooo k bonitoooo!!!!!
jijiji el metro d Atsushi tmb esta super interesante! k le iciste a Hiza ya?? eh?? k siempre lo maltratas >.<
sige asi!
besos!