-Es un lío distinto mamá.-dije recargándome en la silla.-Uno bien distinto a los que me ves usualmente.-suspiré de forma profunda y la miré.-No sé como le sentará a papá, pero sé que no le va gustar.
-¿Qué es Hizaki?-estaba preocupada, realmente desconcertada.
-Mamá lo sabrás en pocos días, tan sólo dame valor para decírtelo.-me levanté.-No es el momento, lo siento.-susurré colocando un cigarro en mis labios sin prenderlos.-He quedado, tengo asuntos que atender con la obra teatral de la escuela.
-Hizaki.-no sabía que decirme, lo notaba.-Espero que no sea perjudicial para tu futuro.
-Digamos que tan sólo modificará un poco mi vida, pero creo que será para bien.-sonreí de lado como lo hacía mi padre y me giré encendiendo el cigarrillo.
En realidad tan sólo iría a dar vueltas por la ciudad. Durante meses me había estado preparando el papel, ya a penas quedaba nada. Había ensayos todas las tardes, pero por faltar a uno no me moriría. Además era sólo dos horas de ensayos, lo cual lo veía estúpido. Pensaba que con ese poco tiempo nadie se prepararía el papel como debía.
Al subirme en la moto sentí que mi alma volvía a su sitio, volvía a ser yo. Tenía uno de esos cascos con auriculares para el móvil, para usar de ese modo manos libres. No sé si está permitido o no, pero los hay. Así que conecté mi móvil exclusivamente para poder escuchar música. Mis grupos favoritos eran variados, encontrabas desde Metallica hasta grupos nipones como Malice Mizer. Pero tenía un amor platónico por Bowie, inculcado por mi padre, y por Placebo. Broken Promise me recordó tanto a Yue, se conectó como por arte de magia. Estuve dando vueltas y esa canción no se iba de mi cabeza, a pesar de estar AC/DC golpeando con fuerza mis neuronas.
-¡Mierda!-grité al llegar a un semáforo, ya no podía más.
Aparqué en cuanto pude y miré todas sus llamadas perdidas y sus mensajes. Todos eran causados por la desesperación que le causé, por mi promesa rota. Lo llamé y contestó de forma rápida.
-Hola mi amor, mi Hiza.-susurró y noté su voz apagada, parecía algo afónico.-Mi vida por favor no me cuelgues, dame una oportunidad.-susurró.-Podemos arreglar lo que sea que vaya mal, por favor.
-Tan sólo te llamo para disculparme.-dije montado en mi moto, no me bajé de ella.
-Hiza, claro que te perdono y no tienes que disculparte. Te he hecho pastel de vainilla.-aquello comenzó a parecerme mala idea, llamarlo no fue algo inteligente.-Te lo iba a llevar, pero ya que me llamas dime donde estás y nos lo comemos juntos. ¿Qué tal si hacemos un picnic?
-Yue.-susurré.
-¿Sí?-había remontado el ánimo con sólo un par de palabras mías.
-Sólo quería disculparme por haber roto mi promesa de estar contigo, nada más.-murmuré.-Y por dejarte en el hotel solo.
-No rompes promesas, estamos juntos y ya. No voy a tenerte rencor por nada, anda dime donde estás y nos comemos el pastelito juntos.-parecía no entender, no lo había llamado para volver.
-Yue, escúchame atentamente es algo muy importante lo que tengo que decirte.-todo el mundo se quedaba mirando mi moto y a mí, me reconocían por ser quien era mi padre.
-¡Sí quiero!-gritó de la nada, no entendía que quería.
-Yue, escúchame.-resoplé sintiéndome agotado. Él me agotaba.
-Sí.-su voz jovial me mataba, me destrozaba tenerle que meter en la realidad y no en la suya.
-Lo hemos dejado, no quiero volver y sólo llamaba para disculparme por haberte hecho daño.-inmediatamente colgó.
No quiso escucharme, no deseaba que le metiera en la realidad. Él prefería mentirse constantemente, como cuando decía que siempre fue rubio natural. Yo incluso llegué a creerlo, pero después descubrí que era un tinte muy similar al tono de pelo que tenía su madre. Se engañaba y engañaba al resto, hacía lo que quería con todos como buen manipulador. Pero yo le quería, le adoraba como a un hermano pequeño y al final caí en la trampa de darle un capricho. Yo era su capricho desde hacía años, yo quería sexo y un poco de cariño… y todo se desmadró.
Me marché a casa, me metí en mi habitación y ahí quedé en letargo. Pedí que me dejaran estar, que por favor no me molestaran. No sé porqué pero Clara me hizo caso. Parece que notó que las cosas no iban bien, o tal vez que estaban siendo un desastre. Al llegar las once de la noche bajé a prepararme algo, necesitaba tan sólo unas patatas y un refresco. No quería algo más. No me veía con ánimos de comer sano y mucho menos con alimentos “nutritivos”.
-¿Qué haces Hiza?-era la voz de Clara, me había pillado con la cabeza dentro del frigorífico.
-Busco un refresco, lo necesito.-respondí sin mirarla. Había estado llorando, mis ojos estaban enrojecidos y me sentía un fraude.
-¿Qué te pasa?-interrogó inquieta colocando su mano sobre mis cabellos para revolverlos y acariciarlos.
-Nada, son cosas mías.-dije agarrando una lata de refresco al azar.
-La misma respuesta que siempre me ha dado tu padre cuando ha tenido problemas.-murmuró.-No te creo.-me tomó de una mano y tiró de mí para que me sentara en uno de los taburetes.-Dime ¿qué ocurre?
-Clara ¿tú sabías el secreto de papá?-interrogué confuso.
-Sí, yo misma tuve que defender a tu padre junto a tu abuela. Atsushi quería mucho a Yutaka, pero todo empezó a ir mal y en vez de luchar tomó a tu madre. Cuando la vi supe que era la mujer que necesitaba, estaba enamorado realmente de ella y hacían buena pareja.-acarició mi rostro mientras hablaba.-¿Tiene algo que ver con esas lágrimas que aún puedo ver?
-He hecho daño a un chico.-murmuré abriendo mi lata de refresco.
-Los Sakurai tenéis genes de rompecorazones, aunque pensaba que contigo todo había acabado. Te veía más centrado con Yue.-aquello me dejó helado.-Sí, lo sabía. Tengo más poder de madre que la tuya propia, a ella se le escapan cosas porque siempre está fuera o con la nariz metida en sus asuntos. A veces se le escurren cosas, y es normal. Trabaja demasiado y se olvida que tiene una familia, tú padre es igual aunque espero que ahora no caiga en el mismo error.-fue a la despensa y tomó una bolsa de galletas saladas.-Anda, toma.-dijo ofreciéndomelas.-Las hice el otro día y las metí en esta bolsita al vacío, sé que te gustan.
-Estaba saliendo con él, pero no lo amaba. Quería estabilidad, alguien que me amara y no sentirme engañado. Pero terminé siendo yo quien engañaba, quien traicionaba en parte los sentimientos de alguien que deseaba proteger. Yue ahora no quiere aceptar que no somos nada, no desea verlo.-ella me miraba atenta a cada palabra, y también a mis ojos.
-¿Hay alguien más?-más que pregunta sonó a una afirmación.
-Sí.-al decir aquello ella sonrió. Fue una de esas sonrisas cómplices de “ya sé quien”. Esas sonrisas no me hacían sentirme cómodo, sino que eran como un rayo láser.
-¿Es el chico que perseguiste durante toda la fiesta del otro día?-esas palabras tuvieron en mi un efecto rápido, me tensé y el tic de mi ojo apareció de la nada activándose mi mecanismo de defensa.
-No, nunca. No me fijaría en alguien del círculo de mi madre en mi vida, es una chica. Realmente Clara no sé que cosas dices, te ha fallado el instinto.-y ella tan sólo sonreía, de la misma forma que había sonreído mi madre en la cafetería.-En serio, no seas terca. No tienes idea de quien es. Además, es una chica muy atractiva y que tiene mucho talento.-me atragantaba hablando, terminaba hablando demasiado rápido.
-¡Ja!-soltó bien alto.-Es ese tal Olivier, lo vi desde la cocina mientras ayudaba a los chicos del catering. Ya sabes que tu madre tiene plena confianza en mí, que nada ocurre en esta casa sin que yo lo sepa.-me pellizcó la mejilla.-Anda idiota, si además tu madre parecía ida ayer. ¿Se lo dijiste? ¿No es así? Todo esto que me estás contando se lo dijiste a ella.-agaché la mirada y entonces noté como me abrazaba. Siempre me gustó su perfume a canela, desde bien pequeño. Ella misma lo hacía, tenía conocimientos para hacerse su propia fragancia y jabones. Era su pasatiempo.
-Se lo dije y no lo tomó demasiado bien.-murmuré.
-Le recuerdas a tu padre, a mi ese chiquillo me recuerda a ella en parte. Tan amante de la moda, de las cosas sanas y tímido. Si hubieras conocido a tu madre en sus años, esa chica que parecía desmoronarse ante la presencia firme y decidida de tu padre.-soltó un suspiro apartándose de mí.-Esos viejos años donde todo parecía ir bien.
-¿Te puedo preguntar algo?-interrogué.
-¿Sí?-dijo ella acomodándose en su taburete.
-¿Por qué entraste a servir a casa de mi abuela?-jamás lo había preguntado, ella era española y supongo que le habría costado horrores el idioma.
-Porque en España no se vivía bien, mi familia primero emigró a Francia y después estuvimos en los países bajos. Pero aún no se vivía lo suficientemente bien, no se encontraba el dinero necesario. Algunos de mis hermanos fueron a Portugal, otros a Inglaterra y mi hermana pequeña se quedó con mis padres en Italia. Todos somos humildes, trabajadores y rojos. Allá donde íbamos teníamos que tener cuidado, habíamos huido por culpa de la ideología de mi padre. Yo terminé en Japón porque solía leer cosas de aquel país, historias. Me gustó el país, llegué sin saber ni una palabra y tu abuela se apiadó de mí. Trabajaba en una casa lavando y planchando, tan sólo sabía las cosas justas para poder vivir. Pasé mucho para llegar a Japón, mucho, y mucho allí para alcanzar a tener una cama. No ha sido una vida muy fácil, pero me alegro de haber tomado mis decisiones. Sobretodo cuando nació Atsushi, ese bebé en mis brazos mientras tu abuela me enseñaba a comunicarme. Sí, creo que mi época favorita fue esa.-se levantó pensativa.-Echo de menos a Miho, me hace falta esa amiga y ese apoyo. Nos apoyábamos mutuamente.-una lágrima se escapó sin embargo la secó rápido con su delantal.
-Lamento haberte hecho pensar en cosas como esa.-no me gustaba verla así, algo se revolvía por mi estómago.
-No pasa nada niño.-dijo con una sonrisa.-Los viejos empezamos a recordar cosas de jóvenes y siempre nos preguntamos si hicimos lo correcto, también echamos de menos cosas materiales y no materiales.-rió bajo.-Lo sabrás cuando llegue la hora de que tus hijos tengan tu edad o tal vez cuando tengas nietos.
-Clara por dios no me eches la cruz.-respondí tomando mi lata de refresco y las galletas.
-Tan sólo espero que no te quedes solo, una familia es algo más que una pensión de media noche.-sabía el porqué de lo que dijo, y lo hizo mientras me marchaba hacia mi habitación.
Subí a mi habitación para engullir las galletas meditando. Pensé en buscarle, en buscar a Olivier, y decirle que había dejado a mi novio. Supuse erróneamente que si sabía que era libre tendría oportunidad. No tenía su teléfono, fui un iluso al pensar que me llamaría para saber de mí. Pensar en él era desquiciarme en parte, me quedaba bobo sonriendo y sintiendo una leve erección que abultaba en mi pantalón.
-Oly.-murmuré bajando mi mano hasta mi cinturón, desabrochándolo para meterla dentro. Cerré los ojos y jadeé pensando en su cuerpo a mi lado, mordisqueé mis labios y dejé que la imaginación siguiera su cauce. Gemí al tirar leve de mi miembro, al pasar los dedos lentamente desde la base hasta la punta.-Serás mío.-dije girando el rostro y abrí los labios intentando tomar aire.-Muy mío.
-¿Quién es tuyo?-aquella voz era de Hero y al abrir los ojos lo vi de frente.
-¡Me cago en mi estampa!-grité sacando mi mano de mi pantalón.- ¡Qué diablos haces entrando en mi habitación!-dije con toda la excitación por los suelos.
-Ya estaba hace rato.-dijo mirando mi bragueta.- ¿Qué hacías?
-Nada.-respondí molesto.
-¿Por qué decías Oly como si te faltara aire?-aquello era el colmo.- ¿Pensabas en el Zanahoria? Tranquilo, seguro que está bien sin ti a su lado.-le lancé una de las almohadas y la esquivó.- ¡Le diré a Clara y a mami que te estás tocando!
-¡Te mato como hagas eso!-grité aún tumbado subiéndome la cremallera para ir tras él, lo agarré antes de que consiguiera huir demasiado lejos.
Se cayó al suelo conmigo, caí sobre él y me quedé mirándolo fijamente a los ojos. Estaba bastante cabreado por lo que había hecho, también por lo que decía.
-Si me haces algo voy a mamá.-dijo bastante seguro de que mamá me castigaría, y sí que lo haría. Tocar al niño era un infierno. No podía decirle ni un insulto cuando me encabronaba de esa forma.
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