14/12/09

Estrés IV


-¡Yo os mato! ¡Hijos de la grandísima puta! ¡Yo os mato! ¡A ti y a Eduart! ¡Os mato a los dos! ¿¡Como se atreve ese idiota de casi cuarenta años dejar preñada a mi princesa?! ¡Joder! ¡Ese tio es un soberano gilipollas! ¡Me cago en su putísima madre! ¡Me lo cargo! ¡Y tú! ¡¿Qué estás diciendo?! ¡Te casaras con la chica y punto!-el Atsushi conservador se mezcló con el neurótico atolondrado de su juventud y dio una mezcla muy extraña y prácticamente letal. Yo, no podía pensar en nada. Creo que simplemente sentía que el mundo se abría bajo mis pies y el infierno me llamaba con una canción desfasada de guateque de los sesenta.

-¡Se casará con otro! ¡Pienso quedarme con el niño yo!-comencé a llorar por culpa de los nervios, la tensión siempre me hacía desfogarme de ese modo.- ¡No se hablará más!

-Mi Acchan.-creó que escuché de labios de Yutaka mientras lo abrazaba-Acchan, tu corazón. Por favor, por favor... Toma aire, por favor.

-¡No me grites! ¡Tampoco hables así de mi Eduart! ¡No me trates como a una niña! ¡Ya no lo soy! ¡Te guste o no! ¡Ya no lo soy!-ahí empezó Miho a gritar de forma desesperada, al igual que yo.-Y alégrate, mejor lo sabes tú y no él.-murmuró cuando todo quedó en silencio.

Noté como mi madre se sentía fuera de lugar, aunque intentaba mantener la compostura de la forma más correcta posible.

-Atsushi.-susurró al fin mirando directamente a mi padre.-No.-balbuceó.-No actúes así.-susurró mientras iba tomando la confianza suficiente para tomar su tono normal, ese que daba la impresión que ella podía con todo.-Un hijo jamás es una desgracia y ten en cuenta que tu hijo no es tan pequeño.-por unos instantes deseé ser un niño. Quería ser un niño de nuevo sin preocupaciones, o más bien la única era hacer la tarea antes de la hora de los dibujos.-Si tuvo la madurez para meterse con alguien, la tendrá para criar a un hijo.-se giró hacia la madre de Miho.-Felicidades supongo.-dijo observando con frialdad a Megumi.-No puedo creer que seré abuela, Hizaki.-murmuró acariciándose suavemente la sien mientras me miraba.-Sólo una cosa te digo, es tu responsabilidad, y como tal, aprenderás a responder por ese niño.-sus ojos estaban clavados en los de mi.-No consentiré ni que tu padre o nadie te ponga todo en bandeja de plata.

-Pienso seguir empeñado en mi carrera, tendré tiempo para cuidarlo y papá me debe un piso. Se lo recuerdo ahora porque lo necesito.-él parecía aún con deseos de matarme o vengarse de alguna forma. No le gustaba estar desubicado, no tener el control en lo que sucedía en nuestras vidas.

-Sólo diré una cosa.-dijo con su mirada firme en mí-Ni se te ocurra dejar que esa mujer se largue con él.

Me di cuenta de porqué había dicho aquello, tenía a mi hermana aún detrás observando todo y esperando su turno. Ella creció lejos de él, su niñez y adolescencia fue un caos sin su control, o al menos el lo vería así. Mi padre era estricto como padre en ocasiones, en otras era demasiado permisivo. Sabía que nos permitiría a ambos salir adelante, pero extremaría su control sobre nosotros como si fuéramos peones de un tablero de ajedrez.

-Papá se casa con otro, no me dijo que tenía novio y el novio no lo sabe. El novio está en Japón... yo.-las imágenes de Anne golpearon a mi mente de una forma que me hicieron quedarme en silencio unos segundos.-Por una extraña razón cuando me lo dijo pensé que dejaría a su pareja, pero su idea era distinta. Quería abortar y no lo permití, ese niño es tan mío como suyo.-apreté con fuerza los puños y los dientes para tomar fuerza en lo que iba a decir.-No controles mi vida, ya se lo dije a mamá... no quiero que ninguno se meta en mis decisiones.

-Por una vez hiciste algo sensato.-es lo que tuve como respuesta inmediata.-Pero.-tomó aire y supe que vendría otro gruñido.- ¡Existen los condones! ¡Joder!.-gritó con fuerza y Yutaka lo abrazó de nuevo.- ¿Estás bien?-miró a Megumi y después a mi madre.- ¿Estáis las dos bien?-

-Acchan.-mi tío, por llamarlo así de alguna forma, se aferró con fuerza a mi padre. Yo lo considero mi tío, al menos se ha portado como tal. Creo que le debo muchas cosas que jamás le confesaré, es un pequeño gran hombre con aspecto debilucho y cara de niño.

-Sí, estoy bien.-dijo levantándose para ir hacia Miho.-No voy a decirte nada como tu padre, simplemente espero que él este contigo para apoyarte, ayudarte y hacer lo que un hombre debe de hacer con la madre de sus hijos.

-Se que estará conmigo y sé que existen los condones, pero si te toca...-susurró mirándola a los ojos.-Te toca.-lo de los condones y la miradita fue un gancho directo para el viejo, como así le decíamos algunas veces en nuestras conversaciones, el infartado simplemente resopló e intentó no gruñir más de lo debido.-Los niños no se planean. Llegan.-cerró sus ojos y leve sus puños. Era parecida en gestos a mí, pero ella sería la que pariría y esa parte me la ahorraba por ser hombre y no mujer.

-Seré abuela.-empezó a decir la madre de mi hermana.-Debes de dejarme cuidarte o al menos. Cuidar de mi nieta o nieto, pero quisiera que fueran dos.-la cara de Miho fue un poema, la pobre marimacho casi se cae de espaldas.-Déjame soñar Miho.

-Por dios Megumi no digas eso ni de broma.-murmuró mi padre mientras echaba su cabeza hacia atrás en el sofá.-Mierda de día. Primero el capullo en el aparcamiento, el idiota del camarero y ahora esto... ¿y mi jodido refresco?-parecía que lo llamó con la mente al servicio de habitaciones.

-Ya voy yo, tú calmado.-dijo Uta levantándose para ir hacia la puerta.

-Aquí tiene lo que pidió.-comentó aquel estilizado camarero que intentaba ojear la escena. Como todos los del servicio de habitaciones, siempre intentan ojear lo que sucede en un lugar y poder cotillear perversamente con sus compañeros.

-Arigato, después pagamos.-con toda la diplomacia del mundo le plantó un buen portazo.-Atsu...Atsu...-murmuró mientras le ofrecía el refresco.

-Hablando del rey de Roma.-murmuró dando un trago mientras intentaba tranquilizarse.

-Hizaki...me retiro, tengo miles de pendientes.-era un glaciar, me hacía sentir que no le importaba nada, pero sabía que ese no era el lugar apropiado para hablar del tema.-Me gustaría hablar contigo en cuanto puedas, a solas.-recalcó.-Doy por hecho, que no me necesitas aquí para nada.-se levantó de forma exquisita, tomó su bolso y se giró hacia la puerta.

-Si te he llamado es porque te necesito.-aquello surgió de mí como una autentica demanda, jamás había pedido a mi madre nada desde que era bien pequeño. Me había alejado de ella, la aparté de mi vida y ella de mí, pero sabía que en esos momentos sólo ella podía consolarme. Mi padre no lo haría, mi padre solamente quería echarme el sermón de la década.-En este momento estoy cagado de miedo, y no es únicamente por lo que penséis de mí. ¿Te crees que no tengo miedo? ¿Que no tengo miedo a ser un desastre de padre? ¿Te crees que nací sabiendo cambiar pañales? Con Hero he aprendido un par de cosas, con Jun también. Pero no son mis hijos, no tengo que educarlos yo.-empecé a agobiarme y las lágrimas surgieron solas.-Es la primera vez que tengo miedo.

-No llores inútil, que por el embarazo estoy más sensible de lo normal y me harás llorar igual que tú.-inmediatamente Miho me abrazó, sentí su perfume a cerezas y eso me calmó en parte. No sabía que hacer, no sabía nada. Me sentía angustiado y que el mundo se venía encima.-Y créeme, no eres el único que tiene miedo...

-Si os hemos hecho llamar es por algo. No para que uno nos encañone prácticamente, otra casi despelleje el sofá y tú te largues como si no pasara nada. Carajo ¿ya olvidáis como os sentisteis vosotros?-rodeé a mi hermana quedándome pegado a ella, éramos de distinta estatura y ella era algo más baja que yo pero las suelas de sus botas hacían que no nos viéramos tan dispares. Me había aferrado a mi hermana en esas semanas, sobretodo desde que cargábamos un secreto parecido.-Yo no pedí ser padre, pero tengo los huevos suficientes para aceptarlo. Tan sólo quiero apoyo, ya tomé mi decisión.

-Dejen de portarse como si fuera el fin del mundo...todos.-esa fue la voz de mi madre regañando a mi padre y a Megumi, sobretodo a ellos dos, para luego mirarnos a nosotros. Yutaka creo que fue el único que se libró de aquella mirada de hielo.-Ella estará embarazada, pero al parecer ama a su pareja. Tampoco es que sea tan niña como para tener un hijo.-observó a Megumi y sonrió leve calculando su edad, mi madre siempre sonreía cuando despellejaba a alguien mentalmente o simplemente intentaba hacer cálculos.-Con un leve cálculo rápido, si no fallo, no fue mucha la diferencia de edad a la cual tú tuviste a tu hija.-Yutaka intentaba rehuir su mirada, Megumi se calmaba como podía cerca de mi padre y él simplemente esperaba que se marchara.-Y a ti... si necesito repetirte que tienes mi apoyo, quizás no me conoces bien Hizaki.-clavó sus ojos azules en los míos dejándome sin aliento..-Aún intento procesar e imaginar como será oír que alguien me llame abuela...

-No es el fin del mundo Clarissa.-dijo mi padre levantándose.-No soporto a su novio, es un descarado que no tiene los suficientes huevos de plantarme cara. Y nuestro hijo.-hizo un inciso mientras caminaba hacia mí, se quedó tan cerca de nosotros que pude notar su aliento en mi cogote.-Aún no tiene ni diecinueve años.

-¿Y qué? a caso no he cuidado bien de Hero ¿no es así? ¿A caso no cambio los pañales de tu hijo cuando me lo pides? Más de una vez te he hecho de canguro, Miho también. No veo ningún problema en que no sepamos tratar a...-intentaba hacer memoria de todo aquello, no dejarme achantar.

-Eso ha sido una visita, no es el día a día. No es igual a cuando llora y no sabes qué tiene. No es todo pañales, nanas y comida. Recuerdo aún los primeros meses tuyos. Era un caos, no parabas de llorar. Siempre tenía miedo y angustia porque te ocurriera cualquier cosa.-no me imaginé jamás que mi padre se portara así conmigo, sobretodo tan nervioso como decía haber estado. Siempre lo vi firme, seguro, y tan sólo se molestaba cuando algo salía de sus enfoques.-Tu madre se llevaba despierta horas acunándote... no estabas enfermo, no tenías hambre, no tenías el pañal sucio... pero llorabas. Pensábamos que era del calor del verano... pero ahí estabas llorando y después descubrí que eran sólo intentos tuyos de chantaje desde que tenías pañales. Intentos de que siempre estuviéramos a tu alrededor.

-Tan egocéntrico como tú Atsu ¿qué querías? Además el niño tiene razón.-intervino Yutaka dándole bien duro donde más le dolía.-Por favor Atsu. Tú siempre serás un greñudo busca pleitos ¿acusas a tu hijo de ser un idiota que sólo busca peleas? ¿Quién se pegó el otro día con otro madurito por culpa de una pelea tonta? Por favor...-se encogió de hombros con aquella sonrisa y mi padre lo fusiló con una de esas miradas de ogro.

-Uta...-siseó.

-¿Sí?-preguntó como si nada, con una inocencia en su rostro que no se lo creía ni él.

-Cállate y deja de ponerme en evidencia.-al decir aquello él se quedó de puntillas palmeando la cabeza de mi padre, parecían dos niños discutiendo en un recreo.

-Es la verdad, trágatela.-respondió y pasó frente a mi madre-Felicidades, piénselo como un pequeño regalo. A vuestra edad no es lógico tener ya más hijos, por lo tanto esto es un regalo. Podéis vivir la maternidad y la paternidad de nuevo sin tantas complicaciones.-se giró antes de salir de la habitación.- ¡Miho! nos vemos en casa... tengo que contarle todo esto a tu otro tío.-puso sus manos en su mejilla y creo que simplemente se sacudió deseando de contar el chisme por todos lados.

Cuando mi madre se marchó sentí que el mundo entero caía sobre mis espaldas. Mi padre besó a mi hermana y a mi me miró fijamente.

-Vamos Megumi te acompaño a tu habitación.-dijo tomando la mano de Megumi.

Nosotros nos quedamos allí aún cerca el uno del otro, a solas. Mi hermana me miró preocupada y yo toqué su vientre unos segundos, me preguntaba si esa era la mirada que poseía Anne en esos momentos.

-Todo irá bien, tu hijo saldrá fuerte.-comenté con una sonrisa.-Además tu madre te ayudará, Yutaka también, el musculitos ya fue padre una vez y tienes a Eduart junto a tu extraño amigo.

-Eso lo sé, pero me da miedo decirle todo.-se aferró a mí y yo la abracé.

Supongo que tenía miedo que todo el cuento de hadas se fuera por la borda. Él aún estaba casado, su mujer lo abandonó pero seguía siendo su legítima mujer. Miho no podía decir nada, si ella se interponía se quedaría sola. Yo no permitiría que a mi hermana le hicieran daño, era mi hermana y, aunque fuera mayor que yo, tendría que defender su honor y cuidarla.

-Debo irme.-dije mirándola fijamente a los ojos.-Vamos a pasar la habitación y te llevo a casa.-comenté tomándola de la mano y ella accedió.

No dijimos nada mientras caminábamos por los pasillos del hotel hasta la salida, al final Yutaka había pagado la habitación y no tuve que hacer desembolso de lo poco que llevaba en la cartera. Al montarnos en el coche ella comenzó a llorar de nuevo, pero tenía puesta las gafas de sol para evitar que otros se dieran cuenta.

-Lo siento.-comentó.-Estoy más sensible que de costumbre, todo por culpa del maldito embarazo.

-No tienes que pedir disculpas, no creo que la carrocería del coche se agriete por un par de lágrimas.-dije abriéndole la puerta para ayudarla a subirse.

-Tendrás que comprar otro coche, este coche no tiene espacio para el bebé y sus cosas.-ya empezaba a pensar como una madre, pero era lo mismo que yo opinaba.

Jamás pensé que tendría que renunciar a conducir siempre este coche, tendría que ir acostumbrándome a llevar uno familiar aunque con aspecto deportivo. Conduje hasta su casa, ya sabía donde vivía su novio y supuse que querría ir allí para cuidar a Eduart. Al bajarse nos despedimos con la mano. No dijimos mucho durante el trayecto, tampoco en el adiós.

Cada uno iba pensando en lo que sucedía y sucedería pronto. Era necesario que nos diéramos cuenta de que ya éramos adultos, para nada unos adolescentes o unos inmaduros sin complejos. Teníamos que aprender a dar más que recibir, a los madrugones y las noches en vela.

Ella se marchó a descansar y yo por mi parte me dirigí a la academia de interpretación, para inscribirme rellenando el formulario que me entregaron. Tenía todo aprobado, aunque no había terminado el curso. Quedaban los exámenes de recuperación, para aquellos que habían suspendido, y los exámenes para subir nota de aquellos alumnos que lo desearan.

Iba a ser actor, costara lo que costara. Tenía una carrera que iba brillando lentamente en los escenarios como cantante y bailarín, poco a poco las letras parecían ir mejor en las plantillas de escritura de mi ordenador y en mi libreta, pero ya que no podía expresarme como pintor me aferré a la interpretación. La obra de teatro y sus ensayos, siempre tenía alguno que otro en los descansos, en horas extras lectivas y en algunos fines de semana. Pero era una obra que me sabía, me inspiraba, y que me alentó a decidirme a decir sí a ese cartel maltrecho que había en un tablón de anuncios.

Quería cuidar a mi hijo, ser padre responsable, pero también seguir mis sueños. No iba a dejar de tener lo que quería por mi hijo. Sé que suena egoísta, pero tenía la corazonada de que todo saldría bien y que era la mejor decisión de todas. Siempre podía terminar estudiando algo relacionado con las finanzas, se me daba bien ese ámbito y mi padre podía ayudarme con sus conocimientos.

Tenía posibles soluciones en la mesa y en mi manga, iba a coger el tren de aquella oportunidad y a intentar entrar con la mejor nota. Ya que la solicitud de inscripción iba más allá. Tendría que pasar pruebas y demostrar que yo era el adecuado. Por primera vez mi nombre no tendría importancia, sería yo quien consiguiera algo y eso me alentaba aún más.

Ya no hacía aquello por mi orgullo, sino porque mi hijo pudiera estar orgulloso de mí. Era algo que deseaba con tanta fuerza que mi hijo entendería. Tenía mi pequeña fortuna, ya que todo lo que me aportaba mi padre en mi cuenta de ahorros no lo gastaba. Siempre estaba ahorrando y revisando mi estado de cuentas, tal vez por miedo a un futuro o simplemente porque no sabía en qué invertirlo. La ropa siempre me la pagaba mi padre o mi madre, también eran regalos y no tenía que pedirla. Los demás gastos estaban descontados porque vivía en casa y lo único que tenía que pagar era la gasolina de mi coche. Cuando salía no gastaba en exceso, siempre me tomaba mis copas pero sin ser excesivo y los lugares donde iba era de entrada libre. Por ello tenía suficiente dinero para un año sin empleo, si todo iba mal.

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