21/12/09

Estrés V


Ya no hacía aquello por mi orgullo, sino porque mi hijo pudiera estar orgulloso de mí. Era algo que deseaba con tanta fuerza que mi hijo entendería. Tenía mi pequeña fortuna, ya que todo lo que me aportaba mi padre en mi cuenta de ahorros no lo gastaba. Siempre estaba ahorrando y revisando mi estado de cuentas, tal vez por miedo a un futuro o simplemente porque no sabía en qué invertirlo. La ropa siempre me la pagaba mi padre o mi madre, también eran regalos y no tenía que pedirla. Los demás gastos estaban descontados porque vivía en casa y lo único que tenía que pagar era la gasolina de mi coche. Cuando salía no gastaba en exceso, siempre me tomaba mis copas pero sin ser excesivo y los lugares donde iba era de entrada libre. Por ello tenía suficiente dinero para un año sin empleo, si todo iba mal.

Nada más llegar a casa tras la vuelta pasé por los despachos de la zona intermedia de la casa, allí estaba mi madre y escuché como se levantaba. Sus tacones finos golpearon con fuerza las baldosas, giró el pomo y me miró fijamente a los ojos. Sabía que era hora de ajustar cuentas, otra vez, como hacía unos días.

-Hizaki Sakurai de la Rosa.-susurró mi nombre completo.-¿Tienes unos minutos?

-Sí.-respondí serio, demasiado serio para lo acostumbrado.

-Necesito hablar contigo.-se giró hacia su despacho sentándose en aquella enorme mesa.

Yo simplemente la seguí y me quedé de pie hasta que me dio permiso para sentarme. Ella siempre decía que había que esperar a que nos concedieran las cosas, no darlas por hecho. Era su forma de educarnos, aunque prácticamente me sentía perrito obediente.

-Lamento haber sido algo brusco al confesarme, pero no quería hacerlo a solas.-susurré con la mirada baja al igual que la cabeza.-Sé que hice mal al ocultar de ese modo todo, pero no quería que evitarais que pudiera ser padre.

-¿Te das cuenta de lo que acabas de decir?-preguntó serena con las manos sobre la mesa, pero entrelazadas entre sí.-Ser padre no es un juego, ese niño no es un muñeco ni un videojuego. Vas a tener que cuidarlo, ser responsable e intentar que nada le falte.

-Eso ya lo sé.-respondí.-Cuando vi la primera ecografía me di cuenta que no era una realidad virtual. No soy tan estúpido, no me lo tomo como un juego y no quiero que nadie se lo tome así.-fruncí el ceño enfrentando su mirada, siendo valiente ante ella por primera vez. Hacía mucho tiempo que me acobardaba ante cualquier rapapolvo que ella me diera, por mínimo que fuera.-Estás muy equivocada si piensas de ese modo y por lo que a mí respecta aquí acabó la conversación.

-¡Siéntate!-alzó la voz y me dejó en shock. Muy pocas veces lo hacía, podía contarlas con los dedos de mis manos. Me quedé estático y la obedecí casi de inmediato.-Tan sólo te aclaro que un niño es una gran responsabilidad, que vas a tener que ser maduro y tomarte la vida con otra filosofía.-dijo con su tono calmado de siempre, el que solía usar para engatusar a todo aquel que se presentaba ante ella. Era capaz de vender fuego en el propio infierno y cubitos de hielo en medio de un glaciar.

-Tengo mucho dinero ahorrado, papá me debe aquel piso que me prometió y el resto puedo superarlo. Quiero dar clases en la escuela de interpretación, es lo que me apasiona y es por lo que voy a luchar junto a mi hijo.-estaba convencido de ello, no me importaba cuanto me gritara o qué dijera al respecto.-El examen sólo se pasa si eres bueno en ello, si realmente vales.

-Hizaki.-murmuró intentando masticar y digerir todo lo que había dicho.-¿Y si no sale bien? ¿Y si esos estudios luego no convencen a un director? ¿Y si no triunfas? ¿Qué futuro le depara a tu hijo si no alcanzas el objetivo?-parecía realmente preocupada por ello.

-Tengo varios objetivos, muchas cartas bajo la manga, y puedo conseguirlo. Sé que puede parecer que soy estúpido, pero eso es la cara con la que nací y no la mente que hay bajo el paquete de niño bien con cara de pardillo.-la observaba congelándome en sus ojos azules y luego sonreí de lado de la misma forma que lo hacía mi padre.-Tengo cosas en mi vida que están cambiando, que estoy a punto de lograr, y me gustaría que me apoyaras. Estoy harto de que me digas lo que hago mal, sé que quieres que vea mis fallos y los arregle, pero por una vez me gustaría sentir un poco de apoyo.

-¿Es eso lo que has encontrado en Olivier?-preguntó aún más seria, su tono de voz parecía cansado pero su mirada brillaba con leves destellos de necesidad por una respuesta.

-He encontrado muchas más cosas en él que simple apoyo.-cuando dije aquello alzó la manos prácticamente llevándoselas a la cabeza.

-Sigues empeñado en ello.-respondió a mis palabras como si fuera un error, un tremendo error.

-Sí, si me equivoco nadie me quitará la felicidad de mis recuerdos. Ni tú, ni papá, ni nadie... ni tan siquiera yo mismo.

-No seas testarudo.-replicó agotada por aquella conversación que no llevaba a ningún sitio.

-Déjame cometer locuras, si me estampo será mi problema.-entonces tomó una de mis manos y la dejó entre las suyas.

-No me gustaría verte dañado, sólo es eso.-comentó con una mirada suplicante.

Mi madre se veía hermosa cuando salía de ese reino de cristales de hielo. Deseaba decirle que lamentaba que a ella mi padre la hubiera dañado, pero no lo veía apropiado. Simplemente dejé que sus manos cálidas y suaves se entrelazaran a las mías.

-Ya no soy un niño.-susurré.

-Para una madre sus hijos siempre son niños.-se lo había escuchado mil veces, pero ella lo seguía repitiendo.-Has crecido demasiado rápido Hizaki.

-Porque así me habéis obligado.-ella tomó aire y lo dejó pasar cuando dije aquello.-Habéis sido estrictos conmigo, deseando que fuera el mejor ejemplo para Hero y habéis olvidado en ocasiones que yo también era un niño.

-Hizaki eras demasiado desobediente, hacías cosas que no debías, por eso estábamos siempre castigándote y enseñándote a comportarte.-apartó sus manos de las mías y se levantó para darme la espalda mirando por la ventana. Parecía querer conversar con sus propios fantasmas, o pensamientos, antes que conmigo.-Voy a ser abuela, es un paso muy serio lo que has hecho y ahora tendremos que superarlo.

-Yo ya lo superé.-respondí.

-¿Superé?-interrogó ella.-¿Y yo? Eres mi hijo Hizaki, eres muy joven y vas a ser padre.-dijo apoyando sus manos sobre la mesa.

-Acepto mis errores, aunque ese niño ya no lo veo como un error.-respondí.-Me habéis inculcado el amor a la vida, la pasión por esta y que mis errores son míos y no vuestros. Tú no tienes que superar nada, sólo yo.-me levanté y me giré.-Y yo ya lo superé.

-Hizaki espera.-dijo saliendo de detrás de la mesa.-Es tu responsabilidad, es tu hijo.-comentó tomándome del rostro.-Sólo quiero que sepas que estaré ahí si necesitas mi ayuda, al igual que tu padre.-entonces su mirada se opacó y yo simplemente asentí.-Todos los Sakurai termináis abandonándome.-murmuró y yo tomé sus manos de mi rostro, para observarla sin saber que decir con sus manos junto a las mías.

-Si no era hoy sería mañana, es una cosa inevitable.-dije con serenidad.-Los hijos nacemos para superar a los padres, para dejarlos a un lado cuando llega el momento y crear nuestro propio destino.-la miré con cierta melancolía, echaba de menos sus abrazos que no me daba desde niño para que fuera fuerte, pero eso me hacía sentirme carente de afecto.

-Lo sé Hizaki.-respondió.-Te educamos para que fueras lo mejor de ambos.-al decir aquello noté que su voz se quebró por milésimas de segundos y yo la abracé.

-No te abandono, tómate esto como una oportunidad para conocerme en otra faceta lejos de la de charlatán y fanfarrón cargado de hormonas.-dije aquello cerca de su oído y me aparté para marcharme.

Cuando subía las escaleras apareció mi hermano saltando sobre mí. No dijo nada, tan sólo saltó desde uno de los rincones. Estuvimos a punto de caernos ambos por las escaleras, pero tuve el suficiente equilibrio para no hacerlo.

-Hola.-dijo rodeándome el cuello con sus enclenques brazos.

-Hola.-respondí serio.

-¿Qué te pasa? ¿te cogiste la pilila con la cremallera?-lo solté de inmediato al suelo mirándolo como si fuera a destrozarlo con un golpe, pero luego me eché a reir a carcajadas.

-Eres un idiota.-comenté revolviendo sus cabellos.-Ven, vamos a jugar un rato.-estiré mi mano para que la apretara y por un instante tuve una sensación extraña.

Mi hermano no era mi hermano, sino un niño algo menor y muy parecido a mi padre cuando era un mocoso. Sus ojos parecían brillar y faltaban algunos dientes en aquella sonrisa felina. Me sacudí la cabeza y volví a ver a Hero observándome fijamente como si deseara saber qué pasaba por mi mente.

-¿Me enseñas ese paso raro que te vi el otro día?-preguntó tirando de mí.-Anda juguemos a ese juego de pasos de baile, anda.

Aquel juego era uno de sus favoritos, quería aprender a bailar como yo y la verdad es que era buen alumno. Así que fuimos a su habitación, tomamos el paquete del juego y la consola para luego bajar al salón. Retiré como pude algunos muebles y él tan sólo miraba la caja donde venía su entretenimiento cotidiano. Encendí el aparato de televisión y el de la consola, introduje el juego y él se puso serio mirando la pantalla.

-¿Has hecho los deberes?-dije antes de que la pantalla comenzara a iluminsarse.

-Sí.-respondió.-No soy tan lento como tú, Clara dice que tú tardabas horas en hacer la tarea.

-Clara siempre me pone del peor de los ejemplos.-refunfuñé.-Además si tardaba era porque tú me molestabas constantemente preguntándome chorradas.

-El único que dice chorradas eres tú.-me sacó la lengua y yo le devolví el gesto, para luego sentir su abrazo.

-¿Cual quieres?-pregunté señalando todos los bailes al quedar la lista temática en la pantalla.

-El raro ese que hiciste hace unas semanas, el raro.-el raro era break dance, algo complicado para un mocoso como él.

-Ese no, es difícil aún.-respondí y él me quitó el mando para apretar el botón de play pulsando el título del baile que quería aprender.-Son pasos complicados Hero.

-Como si son fáciles, yo quiero.-dijo ceñudo rascándose la nariz.

La cuenta degresiva comenzó y el muñeco inició los giros. Yo me movía con facilidad, a él le costaba más. Cuando fue a hacer uno de los giros se tropezó y cayó de nuevo sobre su brazo lastimado. Prácticamente de inmediato comenzó a llorar sin hacer ruido, pero esa cara llena de lágrimas me conmovió más que de costumbre. Lo tomé en brazos y lo senté sobre mis piernas en el sofá.

-Ya Hero.-susurré acariciándole el cabello.-A ver, déjame ver el brazo.-dije intentando que dejara de encogerse y sollozar.

-Soy torpe y yo quiero ser como tú.-susurró mientras le secaba las lágrimas.

-Tú no eres yo, nadie puede ser como yo ni nadie puede ser como tú.-dije notando que no se había hecho nada.

-Pero quiero bailar, quiero saber bailar.-no sabía porque es empeño en querer saber algo que siempre le había dado igual.

-¿Qué te dio con el maldito baile?-pregunté mirándolo fijamente a los ojos.

-A las chicas les gusta los chicos que saben bailar.-aquello me chocó.

Sabía que era casi un adolescente, pero Hero jamás había parecido querer ser el gallito del corral. Acaricié sus cabellos pegándolo a mi pecho e intentando explicarle que todo en la vida no era gustar a las chicas. No era el mejor ejemplo, más bien era el peor, porque siempre me había visto metido en líos de faldas. Alguna que otra vez lo tomé como excusa para que las chicas se acercaran a mí y eso no me hace sentir para nada orgulloso.

-Las chicas no lo son todo, prefiero al Hero que ama los gatos y se dedica a leer e inventar sus propias historias.-comenté.-Al niño que pinta mejor que muchos adultos, no al imbécil de bragueta floja que yo era a tu edad.-di mi primer beso a los once, a los catorce ya había tenido varias novias y había perdido mi virginidad.

-Los chicos no dicen eso.-respondió.

-Los chicos son idiotas, cuando crezcan se darán cuenta de que no tienen razón.

Me molestaba enormemente que le diera importancia a lo que cuatro tarados le dijera. Mientras acariciaba sus cabellos reconfortándolo por la caida el juego acababa. Él simplemente se aferró a mí en completo silencio, tal vez asimilando lo que había dicho.

-Los chicos no son idiotas.-respondió tras unos minutos.-Si fueran idiotas no tendrían novia.

-Tener novia no te hace inteligente.-comenté dejándolo en el sofá para arrodillarme frente a él.-Escucha sé que parece lo más importante ahora, pero debes centrarte en tus estudios y en tu pequeño don con las pinturas. Jamás he visto a un chico de tu edad con tanto talento, te lo digo de verdad Hero.-él no me creía, simplemente pensaba que yo le decía todo aquello por amor fraternal. Sin embargo, estaba muy orgulloso de él y de su talento.

-Quiero salir con una chica y no me hace caso.-seguía con el tema anterior, con seguía desviar sus pensamientos hacia algo que fuera estudios o arte.

-Si esa chica no quiere hacerte caso tal vez es hora de dejar de perseguirla.-respondí casi de inmediato.

-Deja de perseguir tú a Olivier.-si yo respondí rápido a lo que dijo él lo hizo aún más. No me dejó ni acabar la frase cuando me soltó aquella sentencia.

¿Qué podía hacer? Yo mismo no seguía mis consejos, era un inútil como ejemplo para mi hermano y para colmo no sabía darle ánimos. Tomé sus manos entre las mías y las observé minuciosamente, no se daba cuenta del poder que podían tener aquellos dedos junto a su cerebro. Era la perfección de nuestros padres, yo había sido tan sólo el primer modelo de la cadena, el prototipo, y él era la fase final del proyecto.

-No puedo dejar de perseguir a Olivier.-dije intentando dar una explicación razonable.-Él parece sentir algo por mí.-tenía que explicarle cosas muy difíciles de entender a su edad.-Verás él lo ha pasado muy mal, necesita mi apoyo y mi comprensión. Es una persona que se ve indefensa ante ciertas circunstancias.

-¿Indefenso? Es flaco pero puede dar un buen gancho de izquierdas si tú se lo enseñas.-aquello me hizo reír a carcajadas.

-No es ese tipo de debilidades.-comenté.-Aunque le vendría bien saber un poco de boxeo, aunque dudo que pueda sólo con el peso de un guante.-revolví sus cabellos y lo abracé.-No es eso de lo que hablo.-dije al apartarme y volví a mirarle desde mi posición, algo más baja, para que él me prestara atención.

-¿Qué es? ¿Tiene miedo del hombre del saco? No existe, como Papá Noel y los Reyes Magos. Pero yo sigo diciéndole a papá y a mamá que creo en ello, si ellos son felices viéndome de forma inocente en ese aspecto... pero hace ya dos años que sé que son los padres, que son ellos.-obviamente creía que era a algo imaginario, yo hubiera dado cualquier cosa porque fuera miedo al hombre del saco y no a un desgraciado que le había destrozado la vida por completo.

-No, es a algo real que puede lastimarlo más de lo que crees. Yo tengo que estar a su lado, tengo que darle el amor que comienzo a sentir por él y a protegerlo con mi propia vida. ¿Sientes lo mismo por esa chica o es sólo un capricho? Piénsalo Hero.-él se quedó en silencio, creo que había dado en el clavo.-Tener pareja no es para ir frente a un montón de idiotas y decírselo, no es para tomarse de la mano y tomar helado. Hero tener pareja es algo muy serio, algo que debe de pedirse sólo si amas a esa persona. Tienes que estar muy seguro de lo que haces, de con quién estás, para poder ser feliz. La felicidad no te la da sentirte menos solo, creer que tienes a alguien y ya. Eso no es felicidad, eso es falso. Créeme no vale la pena ir de idiota por la vida, acepta que eres joven para enamorarte.-dije aquello sin que él me cortara, me miraba fijamente a los ojos y yo le devolvía la mirada.

-¿Cómo sabré si estoy enamorado?-preguntó muy confuso con ese término.

-Pues simplemente lo sabrás.

Mi padre tuvo conmigo una conversación parecida a su edad, siempre pensé que Hero tendría las mismas oportunidades que yo de ir aprendiendo de nuestros padres... pero me equivoqué. Se notaba a leguas que él se estaba pegando a mí por el mero hecho de que no tenía en casa figura paterna y yo estaba reemplazándolo cada vez más. Mi hermano me necesitaba porque necesitaba a mi padre. Sin embargo, no podía coger y llevarlo a su casa para que le diera lecciones de chicas. Yo podía darle lecciones, aunque estuviera enamorado de un hombre.

-Es que no sé los síntomas.-murmuró.

-¿Síntomas? ¿te crees que es una enfermedad?-dije intentando no carcajearme.

-¿No lo es?-dijo bastante serio.-¿No es así?

-¡No! Aunque a veces papá dice que lo es.-respondí levantándome para apagar la videoconsola.

-¿Entonces qué es? Uno se porta como idiota, se le queda cara de idiota, habla como idiota y lo peor de todo es que se cree que está bien. Pero no sé cuando es amor o sólo necesidad, tampoco sé porqué dicen que es tan bonito cuando muchos terminan con el corazón roto como mamá.-me giré al escuchar aquello, se notaba su madurez a pesar de su voz aún infantil.-¿Por qué me miras así?

-Verás el amor es como jugar a la ruleta, tiene distintos premios y también varios castigos.-dije sentándome de nuevo a su lado.

-¿Como el monopoli? El monopoli puede llevarte a la banca rota y a la desesperación.-asentí a lo que había dicho.

-Verás es como un juego y tiene sus reglas, pero todo está basado en el azar y en como juguemos con él.-comenté intentando hacerlo fácil para que lo comprendiera.

-Pero creo que también tiene que ver de la personalidad de cada uno ¿no?-preguntó confuso.

-Déjame hablar.-respondí para que me dejara contarle, sin que me interrumpiera.-Verás la vida nos pone a multitud de personas en nuestro camino, un día uno se enamora de alguien que camina por el mismo sendero y decide cortejarlo. Puede tener la fortuna de que sienta lo mismo que está comenzando a sentir, o puede que ya esté atrapado en el camino de otra persona. Uno debe de aceptar las derrotas y tenerlas presentes, sobretodo cuando eligen a un amigo en vez de a ti. Debes aceptar que hay cosas que no se pueden conseguir, y en ello está el amor de una persona si ya se lo ha entregado a otra.-él me escuchaba casi sin pestañear.-Si esa persona acepta amarnos, como nosotros amamos, tendremos un vínculo y la convivencia dirá si sigue hasta el resto de nuestros días, cosa difícil en nuestra sociedad y en el mundo que estamos construyendo porque todo se deteriora rápido, o sin embargo llega un momento, antes o después, que termina dejando de amar. Si uno es listo dejará de inmediato a esa persona, le dirá que ya no siente lo mismo y le hará sufrir. Si uno es idiota hará lo que hizo papá, intentar mentir para no dañar y terminará haciendo más daño del que buscaba o pensaba hacer.-acaricié su rostro y él se aferró a mí.-Por eso papá no puede venir a casa, por eso mamá sufre y por eso nosotros estamos en medio. Somos el fruto del amor de papá y mamá, algo que no se borrará jamás, y creo que en el fondo ellos se siguen queriendo pero de forma distinta a la acostumbrada.

-Papá debería volver con mamá.-dijo encogido.-Echo de menos ver como cenábamos juntos los tres en el salón y mamá resoplaba, decía que eso no era tener cena en familia. Quiero que vuelva a casa y viva conmigo, que vivamos todos aquí como antes pero con Olivier.-murmuró comenzando a llorar.

Perder a un padre, aunque no fuera por defunción, era duro. Creo que incluso es más duro cuando sabes que está vivo y no puedes compartir todo lo que deseas con él, ya que cuando se está muerto lo aceptas y dejas de llorar. Yo acepté la muerte de un amigo cuando era niño, pero seguía sin aceptar como terminó mi amistad con Yue.

Yue seguía empeñado en volver como amantes. Era algo que no le había confesado a mi hermano, que no le mostré del amor. La obsesión termina sobrepasando lo que uno siente, se vuelve uno enajenado y pierde por completo la cabeza.

-Enano las cosas nunca son como antes, siempre hay cosas que cambian y a veces no tenemos culpa. Verás papá no puede volver a casa porque no sería feliz, mamá aunque él regresara no lo sería porque sabía que únicamente estaría dando lo que ella y tú queréis. No es algo fácil amar, pero es mucho más complicado dejar ir a la persona que amas.-dije dejándolo en el sofá para ir al frasco de los bombones, estaba a una altura considerable para que él no los atracara. Yo no comía dulces, no me venía bien el exceso de chocolate. Me giré y le di uno mientras me observaba confuso.

-¿Entonces papá lo pasa mal?-preguntó mordisqueando el chocolate.

-Supongo que hay cosas de mamá que vienen y van a su cabeza. Yo ya no amo a Yue, no estoy con él, pero echo de menos su risa y su forma de abrazarme.-comenté sentándome de nuevo a su lado.

-Yo echo de menos sus pasteles, siempre me traía uno cuando venía a verte.-dijo lamiéndose los dedos manchados de chocolate.-También la forma en la que hacía el idiota conmigo... ¿ya ni amigos vais a ser? ¿papá será amigo de mamá? Yo quiero al menos que pueda venir a vernos a menudo.

-Podrías preguntarle a papá si quiere ver a mamá, aunque creo que eso es más cosa de ella. Las mujeres tienen algo que los hombres carecemos en mayoría, suelen recordar más el pasado amoroso y los daños que le han causado. Lo rememoran a cada segundo, se sienten frustradas y se hunden. Por ahora mamá no está preparada, ya te avisaré cuando lo esté.-murmuré intentando que Clara no nos escuchara, tampoco mamá o alguna de las chicas del servicio.

-Debe doler que ya no te quieran.-susurró levantándose del sofá para irse a hacia la escalera.-Es complicado el amor, prefiero no sentirlo hasta ser mayor y poder comprenderlo.

Sonreí al escuchar aquello y me quedé meditabundo. Había pasado demasiadas cosas en mi vida, tantas que ya se apelotonaban en mi mente. Creo recordar que el resto de la tarde la dediqué a leer viejos libros de fantasía, algunos jamás los había leído yo sino que habían sido narrados e interpretados por mi padre. Sin su voz de fondo no tenían la misma magia, el mismo matiz, y sabía que Hero necesitaba el eco de los pasos de mi padre... y su voz... lo comprendía demasiado bien.

No hay comentarios: