
-Debe doler que ya no te quieran.-susurró levantándose del sofá para irse a hacia la escalera.-Es complicado el amor, prefiero no sentirlo hasta ser mayor y poder comprenderlo.
Sonreí al escuchar aquello y me quedé meditabundo. Había pasado demasiadas cosas en mi vida, tantas que ya se apelotonaban en mi mente. Creo recordar que el resto de la tarde la dediqué a leer viejos libros de fantasía, algunos jamás los había leído yo sino que habían sido narrados e interpretados por mi padre. Sin su voz de fondo no tenían la misma magia, el mismo matiz, y sabía que Hero necesitaba el eco de los pasos de mi padre... y su voz... lo comprendía demasiado bien.
Cuando creí que podría relajarme sonó el timbre y fui a la puerta, antes de que Clara lo hiciera y tuviera que dejar lo que estaba haciendo. Usualmente miraba por la mirilla antes de abrir, pero dio la casualidad que no lo hice y me quedé sin saber qué decir.
-Hola.-murmuró aquel visitante inesperado y poco grato.-Vine a verte porque te echaba de menos.-dijo colgándose de mi cuello.-Tu colonia.-susurró comenzando a juguetear con los cabellos cortos de mi nuca.
-Yue márchate.-dije cuando me vi capaz de ser rudo con él, ya que hacía semanas que no tenía sexo y echaba de menos un poco de compañía.
-Quiero volver.-sus labios se posaron sobre los míos y por unos instantes caí a la tentación.
Mis manos se quedaron pegadas a su cintura y bajaron hacia sus nalgas, agarrándolas con imperiosa necesidad. Las suyas seguían coqueteando con mi cuello y su calidez me excitaba. Mordisqueó mi labio inferior tirando leve de él, mientras me miraba con aquellos ojos rasgados pero enormes. Tras ese pequeño inciso el beso se hizo más apasionado y yo cerré la puerta pegándolo contra ella. La necesidad me hacía olvidar dónde estaba y que con él no debía jugar, aunque quisiera desfogarme y él se mostrara como una linda presa fácil.
-No.-dije separándome bruscamente mientras intentaba limpiar mis labios, quería borrar esa dulce sensación de mi boca.
-Hizaki... estaré todo el día solo en casa, es una buena oportunidad para la reconciliación.-murmuró aproximándose a mí, agarrándome por la espalda para dejar sus manos sobre mi entrepierna.-Hizaki házmelo.
-¡No!-alcé mi voz empujándolo.
-Te quiero.-susurró tirado en el suelo.-Te amo... y ese espantapájaros no te conviene.
Di gracias a que Clara entró y me contuve. Ella se apresuró a levantar a Yue del suelo sin saber bien lo que había pasado.
-¿Estás bien?-preguntó mirándolo fijamente.-¿Estás bien pequeño?
-Sí.-dijo con una sonrisa.-Jugábamos Hiza y yo al gato y al ratón.-comentó con aquella sonrisa dulce que tanto me provocaba.-Pero ya nos vamos a mi casa, tengo algo que mostrarle.
-No voy a ir.-dije como respuesta, simple y contundente.
-Hizaki quiero hablar.-su voz se volvió melancólica.-Sólo un rato... unos dulces minutos tomando un poco de la tarta que te hice.
-Clara.-dije a mi niñera y casi abuela, porque me había criado como si fuera su nieto y me había consentido siempre.-Ve dentro, luego hablamos si quieres.
-No, Clara quédate y dile que es un desconsiderado si no viene a probar mi tarta.-comentó con una sonrisa dulce e inocente, pero sabía que era algo bien distinto.
-No voy a meterme en lo que debe de hacer, él es mayorcito.-comentó girándose para ir hacia la cocina.
Cuando nos quedamos a solas no le faltó ni un segundo para saltar sobre mí. Comenzó a lamer mi y besar mi cuello bien pegado a mí, sabía que esa zona de mi cuerpo era la que me hacía perder la cabeza.
-Hizaki soy quien te conviene.-murmuró.-Soy a quien amas... soy el mejor...la mejor opción-sabía bien que aquello era una divina tortura, pero joder tenía que ser fuerte y no dejarme llevar por las hormonas. Comencé a forcejear con él, aunque no lo hacía de forma brusca por temor a dañarlo. Lo último que quería era hacer daño nuevamente.
-No, no quiero eso Yue.-dije intentando echarme hacia atrás, pero sentí su mano acariciar mi entrepierna. Estaba loco, estábamos en mi casa en pleno salón. Lo empujé al final, lo hice con rabia y temor.-Vete.-dije de forma bien audible aunque temblaba de impotencia.-¡VETE!
-No hasta que me prometas que te lo pensarás.-lloraba sin hacer ruido, tal vez estaba tan impotente que no podía controlar sus nervios. Sabía bien que su dolor era inmenso, que no le concedía el capricho que tanto deseaba y sobretodo porque se sentía humillado.
-No.-respondí.
La peor humillación que podía tener Yue es que le cambiara por otro hombre, aunque no era realmente cierto. Él se sentía reemplazado, alejado de su sueño de infancia y juventud.
-Hizaki he estado mucho tiempo esperando una oportunidad y no me has dejado demostrarte ni la mitad de lo que puedo darte, seríamos la pareja más envidiada de la ciudad y del país. Jóvenes, atractivos, con talento y sobretodo con un amor pasional imposible de refrenar.-se secó las lágrimas y caminó hacia mí.-Hizaki juntos conseguiríamos tanto, pero tanto, que me da miedo cuantificarlo.-apoyó su cabeza sobre mi pecho y rodeó mi cuello con sus brazos delgados brazos.-Te amo, te amo tanto que enloquezco cuando escucho rumores sobre que estás encoñado de ese palillo.
Lo aparté de nuevo con más ira que antes y le abofeteé. Me daba rabia que hablara así de Olivier, como si no fuera nada o nadie. Era mucho más que un mocoso engreído y tan mimado que olvidaba de qué alcantarilla había salido la sucia rata de su padre. Un hipócrita que decía amarme, pero que prefería verme infeliz a su lado que tranquilo y amado por otro. Idiota, el mayor de los idiotas. Pero aún así tenía cierto cariño por él, cariño que no sabía como olvidar de una buena vez.
-Vete.-dije con el rostro serio, lo más serio que podía mostrarme.
-Hizaki siempre pensé que estábamos predestinados y que de algún modo volveríamos, que todo era una pesadilla.-me tomó de las manos y yo las aparté.-Hizaki mi amor, piénsalo. ¿Qué tiene él? Yo tengo todo lo que deseas, incluso un sexo puro y fiel. Sólo lo he hecho contigo, sólo contigo. No tienes porqué temer a que te compare con otro o te sea infiel, jamás lo haría.
Canalizó todos mis miedos en aquellas palabras, me paralizó cuando escuché aquello. Era increíble como podía jugar con mis sentimientos de forma tan impune. No le importaba hacerme daño ni torturarme, tan sólo quería verme debilitado y que cayera por miedo a un mundo más rudo. Yo amaba a Olivier, me estaba enamorando, y no permitía que me dijera aquello. Simplemente fui hacia la puerta, lo agarré y lo eché fuera.
Me quedé unos segundos pegado a la puerta llorando, me dolía todo aquello y era amargo decir adiós a un amigo. Me había dado cuenta de tantas cosas, de tantos errores que no podría solucionar. Mis manos acariciaban la madera de roble de la puerta, una madera rústica bien decorada y con un sistema de seguridad propio de cualquier bunquer antimisiles. Me calmaba jugando con las vetas, intentaba no pensar en lo sucedido.
-Hizaki.-escuché la voz de Clara tras mi espalda.
-Clara soy un desastre.-susurré cayendo de rodillas.-Hago daño a todas las personas, no soy capaz de ser un hombre de bien como quiere mi madre y mi padre se avergonzará de mí algún día. Me veré solo, moriré solo.-noté sus manos sobre mis hombros masajeándome.
-Hizaki no eres mal muchacho, sólo te equivocaste.-susurró.-Todos nos equivocamos, pero ello no te hace un criminal. No has matado ni robado, eres un chico corriente con problemas algo más complicados que un adolescente normal.-me hizo levantarme y me abrazó.-Te quiero Hizaki, tu abuela te hubiera adorado.
-Clara.-dije apartándome de ella.-Algunos errores pesan más que otros.-me encaminé hacia las escaleras para tumbarme, necesitaba dejar de pensar.
Cuando llegué a mi cuarto mi móvil comenzó a sonar, era un compañero de estudio. No supe si contestar o no, pero al fin acepté la llamada.
-Oye ¿Hizaki?-dijo nada más descolgar el teléfono.-Tenemos un examen final, no sé porque mierdas lo han hecho pero incluso tenemos que ir los aprobados.
-¿De qué materia?-pregunté incrédulo.
-Matemáticas, es para ver si recordamos lo que dimos todo el año y lo harán mañana.
-Pero si ya acabaron las clases, acabó todo.-no entendía porque decía eso.-Sólo van los suspensos.-me quedé confuso y colgué sin dar explicaciones. Sabía que algunos de mis compañeros no podían ni verme, tenían ese racismo patriótico bien inyectado en vena.
Busqué por todo el cuarto mi agenda hasta que di con el teléfono y email del profesor, todos teníamos su teléfono para contactarlo si había algún problema. Tomé aire y me senté en la cama, para luego terminar tumbado y marcar el número con tranquilidad. Un examen a esas alturas era un suicidio.
-¿Señor Urrutia?-pregunté cuando noté que aceptaron la llamada.
-Sí, soy yo.-respondió.-¿Quién eres?
-Buenas tardes, soy Hizaki Sakurai de la Rosa.-comenté sentándome en la cama.-¿Es cierto que usted haré una examen anual?
-No, es totalmente falso. Es más, no voy a realizar examen a nadie. Pues me he dado cuenta que exceptuando a usted y a dos jóvenes más, el resto ha hecho trampas en mis exámenes y todos están suspensos.-dijo en un tono bastante extrañado.-Me he percatado por la pregunta que hizo en su examen final, usted fue el único que vino a mi mesa percatado de que el enunciado no concordaba con la fórmula que debía expresar ni con el resultado final que debería salir.
-¿Por qué Jaime Mateo me ha llamado explicándome que hay un examen final forzoso?-interrogué aún más extrañado.
-Que yo sepa es quien robaba mis exámenes y los copiaba para distribuirlos.-aquello iba teniendo menos sentido, aunque ya me imaginaba otro bien distinto a la preocupación de llamarme para avisar.
-¿Cómo?-pregunté bastante sorprendido.-¿Por qué entonces me dijo que era mañana?
-Mañana el instituto está cerrado, tan sólo estará abierto unas horas para su grupo de teatro.-eso era cierto, pero no era de mañana sino de tarde. Teníamos que preparar el final de la actuación, todo para que quedara a la perfección.-Voy a dar parte al director, creo que le estaban tendiendo una emboscada.
-Arigato.-susurré aún nervioso, pero cada vez me dominaba más la ira.
-Le llamaré en cuanto tengamos solucionado todo, ya veremos en qué queda todo este asunto.
-De acuerdo.-respondí.-Gracias por todo.
-A ti joven por llamar, siempre es bueno contrastar lo que a uno le dicen y me alegra que pensara en mi antes que en cualquier compañero. Además, voy a llamar a los otros chicos, tal vez ellos también han sido llamados para ser agredidos por estos inútiles.
Cuando colgué me saqué la ropa y quedé en boxer, me coloqué los pantalones de deporte y los guantes de boxeo. En mi cuarto tenía un saco, a veces lo usaba para desfogarme, y en aquel momento tenía que desfogarme de todo lo que había pasado. Esa mancha de inútiles, niños bobos, se creían que podían vencerme y golpearme hasta la saciedad por unas acciones de las cuales ellos eran los únicos causantes. No tenía culpa que esos imbéciles no entendieran la materia y se buscaran estratagemas para copiar. Por ello siempre aprobaban, a pesar que se saltaban varias horas lectivas importantes. No me extrañaba que no fuera el único profesor, que hubiera algún que otro implicado en sus fechorías. Es decir, que no fuera el único estafado sino que la mayoría del centro lo estuviera. Era algo normal, los padres querían la mejor educación peor la esencial se muestra en casa y esos eran hijos de tiburones de los negocios, tiburones sin honor ni orgullo.
Sonreí al escuchar aquello y me quedé meditabundo. Había pasado demasiadas cosas en mi vida, tantas que ya se apelotonaban en mi mente. Creo recordar que el resto de la tarde la dediqué a leer viejos libros de fantasía, algunos jamás los había leído yo sino que habían sido narrados e interpretados por mi padre. Sin su voz de fondo no tenían la misma magia, el mismo matiz, y sabía que Hero necesitaba el eco de los pasos de mi padre... y su voz... lo comprendía demasiado bien.
Cuando creí que podría relajarme sonó el timbre y fui a la puerta, antes de que Clara lo hiciera y tuviera que dejar lo que estaba haciendo. Usualmente miraba por la mirilla antes de abrir, pero dio la casualidad que no lo hice y me quedé sin saber qué decir.
-Hola.-murmuró aquel visitante inesperado y poco grato.-Vine a verte porque te echaba de menos.-dijo colgándose de mi cuello.-Tu colonia.-susurró comenzando a juguetear con los cabellos cortos de mi nuca.
-Yue márchate.-dije cuando me vi capaz de ser rudo con él, ya que hacía semanas que no tenía sexo y echaba de menos un poco de compañía.
-Quiero volver.-sus labios se posaron sobre los míos y por unos instantes caí a la tentación.
Mis manos se quedaron pegadas a su cintura y bajaron hacia sus nalgas, agarrándolas con imperiosa necesidad. Las suyas seguían coqueteando con mi cuello y su calidez me excitaba. Mordisqueó mi labio inferior tirando leve de él, mientras me miraba con aquellos ojos rasgados pero enormes. Tras ese pequeño inciso el beso se hizo más apasionado y yo cerré la puerta pegándolo contra ella. La necesidad me hacía olvidar dónde estaba y que con él no debía jugar, aunque quisiera desfogarme y él se mostrara como una linda presa fácil.
-No.-dije separándome bruscamente mientras intentaba limpiar mis labios, quería borrar esa dulce sensación de mi boca.
-Hizaki... estaré todo el día solo en casa, es una buena oportunidad para la reconciliación.-murmuró aproximándose a mí, agarrándome por la espalda para dejar sus manos sobre mi entrepierna.-Hizaki házmelo.
-¡No!-alcé mi voz empujándolo.
-Te quiero.-susurró tirado en el suelo.-Te amo... y ese espantapájaros no te conviene.
Di gracias a que Clara entró y me contuve. Ella se apresuró a levantar a Yue del suelo sin saber bien lo que había pasado.
-¿Estás bien?-preguntó mirándolo fijamente.-¿Estás bien pequeño?
-Sí.-dijo con una sonrisa.-Jugábamos Hiza y yo al gato y al ratón.-comentó con aquella sonrisa dulce que tanto me provocaba.-Pero ya nos vamos a mi casa, tengo algo que mostrarle.
-No voy a ir.-dije como respuesta, simple y contundente.
-Hizaki quiero hablar.-su voz se volvió melancólica.-Sólo un rato... unos dulces minutos tomando un poco de la tarta que te hice.
-Clara.-dije a mi niñera y casi abuela, porque me había criado como si fuera su nieto y me había consentido siempre.-Ve dentro, luego hablamos si quieres.
-No, Clara quédate y dile que es un desconsiderado si no viene a probar mi tarta.-comentó con una sonrisa dulce e inocente, pero sabía que era algo bien distinto.
-No voy a meterme en lo que debe de hacer, él es mayorcito.-comentó girándose para ir hacia la cocina.
Cuando nos quedamos a solas no le faltó ni un segundo para saltar sobre mí. Comenzó a lamer mi y besar mi cuello bien pegado a mí, sabía que esa zona de mi cuerpo era la que me hacía perder la cabeza.
-Hizaki soy quien te conviene.-murmuró.-Soy a quien amas... soy el mejor...la mejor opción-sabía bien que aquello era una divina tortura, pero joder tenía que ser fuerte y no dejarme llevar por las hormonas. Comencé a forcejear con él, aunque no lo hacía de forma brusca por temor a dañarlo. Lo último que quería era hacer daño nuevamente.
-No, no quiero eso Yue.-dije intentando echarme hacia atrás, pero sentí su mano acariciar mi entrepierna. Estaba loco, estábamos en mi casa en pleno salón. Lo empujé al final, lo hice con rabia y temor.-Vete.-dije de forma bien audible aunque temblaba de impotencia.-¡VETE!
-No hasta que me prometas que te lo pensarás.-lloraba sin hacer ruido, tal vez estaba tan impotente que no podía controlar sus nervios. Sabía bien que su dolor era inmenso, que no le concedía el capricho que tanto deseaba y sobretodo porque se sentía humillado.
-No.-respondí.
La peor humillación que podía tener Yue es que le cambiara por otro hombre, aunque no era realmente cierto. Él se sentía reemplazado, alejado de su sueño de infancia y juventud.
-Hizaki he estado mucho tiempo esperando una oportunidad y no me has dejado demostrarte ni la mitad de lo que puedo darte, seríamos la pareja más envidiada de la ciudad y del país. Jóvenes, atractivos, con talento y sobretodo con un amor pasional imposible de refrenar.-se secó las lágrimas y caminó hacia mí.-Hizaki juntos conseguiríamos tanto, pero tanto, que me da miedo cuantificarlo.-apoyó su cabeza sobre mi pecho y rodeó mi cuello con sus brazos delgados brazos.-Te amo, te amo tanto que enloquezco cuando escucho rumores sobre que estás encoñado de ese palillo.
Lo aparté de nuevo con más ira que antes y le abofeteé. Me daba rabia que hablara así de Olivier, como si no fuera nada o nadie. Era mucho más que un mocoso engreído y tan mimado que olvidaba de qué alcantarilla había salido la sucia rata de su padre. Un hipócrita que decía amarme, pero que prefería verme infeliz a su lado que tranquilo y amado por otro. Idiota, el mayor de los idiotas. Pero aún así tenía cierto cariño por él, cariño que no sabía como olvidar de una buena vez.
-Vete.-dije con el rostro serio, lo más serio que podía mostrarme.
-Hizaki siempre pensé que estábamos predestinados y que de algún modo volveríamos, que todo era una pesadilla.-me tomó de las manos y yo las aparté.-Hizaki mi amor, piénsalo. ¿Qué tiene él? Yo tengo todo lo que deseas, incluso un sexo puro y fiel. Sólo lo he hecho contigo, sólo contigo. No tienes porqué temer a que te compare con otro o te sea infiel, jamás lo haría.
Canalizó todos mis miedos en aquellas palabras, me paralizó cuando escuché aquello. Era increíble como podía jugar con mis sentimientos de forma tan impune. No le importaba hacerme daño ni torturarme, tan sólo quería verme debilitado y que cayera por miedo a un mundo más rudo. Yo amaba a Olivier, me estaba enamorando, y no permitía que me dijera aquello. Simplemente fui hacia la puerta, lo agarré y lo eché fuera.
Me quedé unos segundos pegado a la puerta llorando, me dolía todo aquello y era amargo decir adiós a un amigo. Me había dado cuenta de tantas cosas, de tantos errores que no podría solucionar. Mis manos acariciaban la madera de roble de la puerta, una madera rústica bien decorada y con un sistema de seguridad propio de cualquier bunquer antimisiles. Me calmaba jugando con las vetas, intentaba no pensar en lo sucedido.
-Hizaki.-escuché la voz de Clara tras mi espalda.
-Clara soy un desastre.-susurré cayendo de rodillas.-Hago daño a todas las personas, no soy capaz de ser un hombre de bien como quiere mi madre y mi padre se avergonzará de mí algún día. Me veré solo, moriré solo.-noté sus manos sobre mis hombros masajeándome.
-Hizaki no eres mal muchacho, sólo te equivocaste.-susurró.-Todos nos equivocamos, pero ello no te hace un criminal. No has matado ni robado, eres un chico corriente con problemas algo más complicados que un adolescente normal.-me hizo levantarme y me abrazó.-Te quiero Hizaki, tu abuela te hubiera adorado.
-Clara.-dije apartándome de ella.-Algunos errores pesan más que otros.-me encaminé hacia las escaleras para tumbarme, necesitaba dejar de pensar.
Cuando llegué a mi cuarto mi móvil comenzó a sonar, era un compañero de estudio. No supe si contestar o no, pero al fin acepté la llamada.
-Oye ¿Hizaki?-dijo nada más descolgar el teléfono.-Tenemos un examen final, no sé porque mierdas lo han hecho pero incluso tenemos que ir los aprobados.
-¿De qué materia?-pregunté incrédulo.
-Matemáticas, es para ver si recordamos lo que dimos todo el año y lo harán mañana.
-Pero si ya acabaron las clases, acabó todo.-no entendía porque decía eso.-Sólo van los suspensos.-me quedé confuso y colgué sin dar explicaciones. Sabía que algunos de mis compañeros no podían ni verme, tenían ese racismo patriótico bien inyectado en vena.
Busqué por todo el cuarto mi agenda hasta que di con el teléfono y email del profesor, todos teníamos su teléfono para contactarlo si había algún problema. Tomé aire y me senté en la cama, para luego terminar tumbado y marcar el número con tranquilidad. Un examen a esas alturas era un suicidio.
-¿Señor Urrutia?-pregunté cuando noté que aceptaron la llamada.
-Sí, soy yo.-respondió.-¿Quién eres?
-Buenas tardes, soy Hizaki Sakurai de la Rosa.-comenté sentándome en la cama.-¿Es cierto que usted haré una examen anual?
-No, es totalmente falso. Es más, no voy a realizar examen a nadie. Pues me he dado cuenta que exceptuando a usted y a dos jóvenes más, el resto ha hecho trampas en mis exámenes y todos están suspensos.-dijo en un tono bastante extrañado.-Me he percatado por la pregunta que hizo en su examen final, usted fue el único que vino a mi mesa percatado de que el enunciado no concordaba con la fórmula que debía expresar ni con el resultado final que debería salir.
-¿Por qué Jaime Mateo me ha llamado explicándome que hay un examen final forzoso?-interrogué aún más extrañado.
-Que yo sepa es quien robaba mis exámenes y los copiaba para distribuirlos.-aquello iba teniendo menos sentido, aunque ya me imaginaba otro bien distinto a la preocupación de llamarme para avisar.
-¿Cómo?-pregunté bastante sorprendido.-¿Por qué entonces me dijo que era mañana?
-Mañana el instituto está cerrado, tan sólo estará abierto unas horas para su grupo de teatro.-eso era cierto, pero no era de mañana sino de tarde. Teníamos que preparar el final de la actuación, todo para que quedara a la perfección.-Voy a dar parte al director, creo que le estaban tendiendo una emboscada.
-Arigato.-susurré aún nervioso, pero cada vez me dominaba más la ira.
-Le llamaré en cuanto tengamos solucionado todo, ya veremos en qué queda todo este asunto.
-De acuerdo.-respondí.-Gracias por todo.
-A ti joven por llamar, siempre es bueno contrastar lo que a uno le dicen y me alegra que pensara en mi antes que en cualquier compañero. Además, voy a llamar a los otros chicos, tal vez ellos también han sido llamados para ser agredidos por estos inútiles.
Cuando colgué me saqué la ropa y quedé en boxer, me coloqué los pantalones de deporte y los guantes de boxeo. En mi cuarto tenía un saco, a veces lo usaba para desfogarme, y en aquel momento tenía que desfogarme de todo lo que había pasado. Esa mancha de inútiles, niños bobos, se creían que podían vencerme y golpearme hasta la saciedad por unas acciones de las cuales ellos eran los únicos causantes. No tenía culpa que esos imbéciles no entendieran la materia y se buscaran estratagemas para copiar. Por ello siempre aprobaban, a pesar que se saltaban varias horas lectivas importantes. No me extrañaba que no fuera el único profesor, que hubiera algún que otro implicado en sus fechorías. Es decir, que no fuera el único estafado sino que la mayoría del centro lo estuviera. Era algo normal, los padres querían la mejor educación peor la esencial se muestra en casa y esos eran hijos de tiburones de los negocios, tiburones sin honor ni orgullo.
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