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-Lo veré cuando regrese.-dijo sonriéndome separándose de mí para mostrar dos de sus dedos.-Nada más son dos días y cuando regrese te hartarás de mí.-yo dudaba hartarme de él.-Necesito que estés en el taller para unas pruebas, es más si puedes ir pasando mañana para que una de mis asistentas te hagan la primera prueba.-susurró intentando que aceptara mirándome de forma enternecedora.-Será una gran ayuda para cuando regrese yo te arreglaré los últimos detalles.
Había un rompeolas y se sentó en una de las piedras jugando con sus pies en la arena, la brisa jugaba con sus cabellos y se metía debajo de la camisa. Me aproximé a él y me senté próximo a esa visión que tango me maravillaba.
-Iré.-dije con una sonrisa.-Además tu casa está al lado de la mía.-aquello era acoso indiscriminado.-Está cerca de la casa de mi hermana, también de mi padre, no muy lejos de mi madre y también está próxima la del novio de mi hermana. Todo cerca, además hay pequeñas tiendas bajo el bloque y eso hace que todo sea más accesible.-sonreí mirando el mar.-Me encanta la habitación del pequeño... la pintó mi padre.
-Oh seremos vecinos.-murmuró.-¡Qué bien! Así si algún día decido matarme en le piso del baño ya sé a quien pedirle que me rescate, porque Trevor...-rió bajo y movió la mano, mientras yo sentía una patada directa a mis testículos.-Bueno, olvídalo.-siguió riéndose y me miró de forma más fija.-A mi me gusta mucho la zona y estoy agradecido que él me consiguiera ese loft.-su amigo era buen amigo, pero cada vez que lo escuchaba me mordía la lengua por rabia.-Tanta luz en toda la casa siempre, tan buena para trabajar, y a parte me encantan los techos altos porque no tolero un minúsculo cubículo.
-Yo soy tu guardaespaldas, ya lo sabes.-dije pasando mi brazo sobre sus hombros.-El mío es amplio, tengo incluso una pequeña habitación para huéspedes que uso en realidad como despacho.
-Es una buena zona.-recalcó de nuevo.-Lo que me gusta es el tipo de personas que hay, ya que se ha puesto de moda.-se recargó en mi hombro aspirando mi aroma.-Te traeré una loción que creo que te quedará perfecta.-me prometió mientras movía los pies haciendo minúsculos círculos en la arena.
No se daba cuenta, pero esos arranques que tenía me hacían enloquecer y desear besarle.
-Será un gusto usarla para ti.-murmuré acariciando sus cabellos, para luego agarrarlo bien de la cintura. No quería ni pensar que algún paparazzi nos hiciera una fotografía y se la diera a mi madre... o a una revista. Sabía lo que pensaba del asunto, además no veía que yo ya había crecido y sabía tomar decisiones solo.
Yo le había elegido y él parecía irme aceptando. Quería acabar esa noche junto a él, en mi cama de cualquiera de las formas posibles. No importaba si no llegábamos a sexo, me conformaba con dormir pegado a él y que me dejara acariciarle como hice noches atrás. Levantó la cabeza sin despegarse demasiado y sonrió de forma tímida. Esa timidez que tenía, esa dulzura, me mataba.
-¿Qué hora es? Tengo que estar de pie temprano mañana para arreglar el portafolio y terminar de revisar lo que necesitamos. Esas cosas me roban mucho tiempo y por lo tanto tengo que destinarle casi todo el día de mañana antes de irme.-se retiró de nuevo estirándose mientras se desesperezaba con los brazos en alto, para luego arquear su espalda haciendo que su camisa se subiera.-¡Demonios!-batalló para volverla a su lugar mientras yo sonreía de forma canalla.
-Oly por dios que no se te vio nada.-dije metiendo mi mano bajo su camiseta.-Además por lo que palpo tienes una piel suave, seguro que estás bien blanco.-murmuré besando su sien para abrazarlo.-Te llevaré a casa, pero antes vas a ver la mía.
-¡Quita! ¡Quita! ¡Quita!-reía a carcajadas mientras me apartaba. Dio entonces un pequeño brinco para ponerse de pie.-¿No deseabas que la viera amueblada?-cuestionó arreglándose el cabello.-Después me arruinarás la sorpresa Hiza, así que debería esperar para verlo todo listo.
-Sólo falta lo del bebé.-dije mirándole fijamente.-Además quiero mostrarte mi equipo de televisión, es el que tenía en casa y bueno me lo he traido aquí. Fue un regalo de mi padre y claro me lo traje.-lo tomé por la cintura mirándole frente a frente.-¿Vas a decir que no?
-Oh.-dijo en un pequeño gruñido.-Lo dices como si fuera un maldito por posponerlo.-rió poniendo sus manos sobre mi pecho.-Pero está bien, vamos a tu departamento a ver ese equipo.-murmuró.-¿Eres consciente de mi nula capacidad para comprender las tecnologías?-rió mientras le tomaba por la cintura.-Para mí con que se vea bien es suficiente.
-Sonido envolvente, pantalla de plasma y sobretodo ... tengo un sofá que da masajes.-comenté con una sonrisa en los labios acariciando su espalda.-Aunque yo sé darlos mejor.-besé su frente cuando todo apuntaba que besaría sus labios. Si el tiraba la piedra y escondía la mano...yo también.
-Bla, bla, bla.-dijo riéndose mientras me agarraba del brazo.-Es como como Bra... cuando un amigo se ponía a conversar sobre sus autos.-comentó palpando su frente dirigiéndonos hacia mi coche.-¡Dios! ¡Qué cháchara más insoportable! No entendía la menor palabra de lo que decía, las máquinas no es algo que me encante y no les hallo la belleza en ningún lado.
Estábamos ya frente a mi vehículo y desactivé la alarma para abrir su puerta. Le ayudé a sentarse y cerré la puerta sentándome yo en el lado del conductor.
-Yo sí.-dije acariciando el volante de mi auto.-Lo amo, no podría vivir sin él.-acaricié el salpicadero.-Me lo arañan y hago trizas los dedos de quien me lo haya tocado.-arranqué y sonreí.-Yo y los coches, aunque también compito con motos... un día vendrás a ver como gano en el circuito.-comenté mientras manejaba.
-Los chicos siempre serán chicos ¿verdad?-dijo riéndose mientras se abrochaba el cinturón.-No creo que sea bueno que te vea correr, eso me pondría nervioso Hiza.
-¿No quieres verme ganar?-pregunté con una sonrisa.-¿O me dirás que te pondrás histérico como mi madre?-reí bajo recordando sus ojos azules abrirse de par en par y palidecer antes de soltar un grito de “¡Atsushi Sakurai es culpa de tus genes!”.-Se pone histérica cuando sabe que corro, no quiere ni oír hablar del circuito. Pero yo sin la velocidad, sin el deporte extremo y sin las motos no viviría... no sería yo.-giraba suave el volante y a una velocidad adecuada, nada de correr, porque además iba con los dos mojitos en mis venas y no quería ser parado por una patrulla de tráfico.-Verás como te gusta mi departamento.
-Creo que tu madre y yo estaremos perfectamente tomando un café cuando vengas con el trofeo en las manos...-tal vez mejor una tila.-Supongo que es parecido al mio ¿no? Al menos las estructuras según me comentaron debido a la restauración de los edificios hecha por el mismo arquitecto.-dijo acomodándose bien en el respaldo.-Así que tienen que poseer cierto aire en el diseño.
-Sí, claro que al mío le falta el toque del decorador. Está decorado por puro macho ibérico.-dije con la vista fija al frente.-Estaban todos los amigos de mi padre, mi padre, su novio, Kamijo y un amigo de este... trayendo los muebles. El único que no estaba era Jasmine, que nos hubiera servido de ayuda, pero claro él... con tal de no coger nada de peso se hizo el enfermo.-reí a carcajadas al recordar su excusa... me duele el callo... si claro
-Cuando tu madre lo vea llevará seguro a Paolo.-susurró sonriendo de lado.
-No, gracias. Pero Paolo no, porque yo cuentas pendientes con ex no saldo.-dije recordando lo pesado que se puso cuando le dije que no y ya hacía unos cuatro meses. No quería nada con él, sólo fue un polvo y el tío pesado no me dejó en paz en semanas.-Mejor que se olvide de mi cara.
No sé porqué causa, o porqué razón, se puso rojo como un tomate maduro. Parecía que una bombillita interna de él había iluminado su cara.
-El punto es que tu madre de seguro te ayudara en esa decoración, sólo tienes que pedirle y hablar con ella.-se metía en mi vida y luego me decía que no lo hiciera yo en la suya, era un chico extraño al tener ese comportamiento. No me importaba que lo hiciera, pero me sacaba de mis casillas y no entendía como podía ser tan contradictorio.
-Es que el punto es que no quiero que me lo decoren, con mis fotos de coches, mis poster de boxeo y mi casa a mi gusto... me siento más yo. El desorden será mi guarida, no soy de tener un piso decorado por otro... me siento como si tuviera los calzoncillos apretados.-no quería hablar con mi madre, sabía lo que pensaría de todo lo que sacarían las revistas. Apostaba que algo se cocía, pero no quería ni mirarlas.
-Bueno.-dijo extendiendo las manos hacia delante y rió bajo.-No quiero entrar, mejor nos vemos en el mío.-murmuró acomodándose en el asiento.-Porque no quiero volver a sentirme como en el pasillo de instituto.-había sido un golpe bajo, pero es que yo era mucho más joven que él y tenía una visión distinta del mundo.-Yo podría ayudarte, bueno sí quieres darle un tono menos adolescente alguna vez.-comentó con ese modo amable de hablarme, ese modo que me enloquecía.-No tendría que ser un estilo, nada que pareciera un montado de escenografía, pero que tuviera una cierta imagen.
-De acuerdo.-dije con una sonrisa mientras aparcaba en la cera de mi apartamento, en el lugar de mi parking.-Anda, vamos.-comenté bajando y abriendo su puerta.-Deseo que lo veas de una vez y me des tu opinión.-no estaba tan desastroso, simplemente tenía un lugar pequeño donde tenía un diminuto gimnasio.
Bajó apoyándose en mi mano sin soltarla hasta el ascensor. Intentaba tratarlo con caballerosidad y cortesía. Era tentador no poder tomarlo por la cintura y besarlo. Él me había puesto límites, pero él mismo los destruía.
Estaba extremadamente amable, además de dulce, y esa colonia que llevaba me estaba envenenando el alma. Debía de controlarme, aunque no era sencillo y mucho menos por como me tomaba de la mano. Al abrir el ascensor di justo con la puerta, eso era lo que más me gustó del piso. No me gustaba caminar pasillos angostos y casi sin luz. Era mejor estar cerca de las escaleras y ascensor.
-Pasa.-dije encendiendo la luz del pasillo que daba a un lugar para dejar los zapatos, inmediatamente me los quité... era costumbre en mí.-Vamos.-dije tomándole de la mano tras cerrar la puerta.-Te muestro la casa.
Era un salón, una cocina con una mesa para comer pequeña, ya que el comedor lo convertí en un lugar para entrenarme, el dormitorio principal, uno pequeño de invitados que usaba como diminuta oficina y el del bebé. Todo con ventanas de seguridad y doble hoja, eso lo hacía seguro para mi hijo. El baño me gustaba, sobretodo porque tenía bañera y no plato de ducha. Sin embargo, era una bañera pequeña.
-¿Por qué no usas el cuarto de huéspedes para el gimnasio?-interrogó analizando mi hogar aún desde la entrada.-Limpiarías mucho espacio.-susurró dando un par de pasos.-Olvídalo, es tu hogar.
-Es que era el comedor, pero no has visto el detalle.-dije tomando las puertas corredizas y tadá, todo oculto.-¿Ves? se cierra y queda oculto... además fijate en las vistas que tengo en mi pequeño gimnasio.-al abrirlo le tomé de la mano y lo llevé frente al enorme ventanal. Esperaba que se diera cuenta de que mi balcón daba al suyo.-Amo estas vistas... las amo... al fondo está el mirador.
-Bueno.-susurró.-En eso tienes razón y al final de cuentas se trata de mantener cómodo donde pasas mayor parte del tiempo.-dijo sin percatarse del detalle.-Vamos, enséñame el resto de la casa.-se llevó las manos a la cabeza.-¡Dios! ¡Dejé los zapatos en el auto!-él se rió y yo exploté en carcajadas. Pensé que se había dado cuenta que iba descalzo, era él y no yo el que no llevaba zapatos.-¡Estoy tan acostumbrado a caminar sin ellos que no lo note!
-Tienes bonitos pies, es un crimen dejarlos encerrados.-comenté aproximando mis labios a su rostro, no podía controlarme demasiado, pero el beso fue a su mejilla y lo tomé de la mano para que me acompañara.-Este es el salón, pero luego te lo muestro mejor.-dije metiéndome en el cuarto del bebé.-Me dirás que mi padre no dibuja bien... y pinta.-era un lugar completamente azul con pequeñas constelaciones con una pintura que brillaba en la oscuridad y varios globos aerostáticos... un satélite y la luna justo donde salía el foco de la luz.-¿Quedó bien?
-¡Es genial!-gritó de forma sorpresiva girando observando todas las estrellas y todo el decorado en sí.-Tu padre tiene mucho talento.-susurró asombrado aún.-¿No querrá ir a mi recámara y hacer algo?-interrogó clavando sus ojos en las estrellas, él era mi estrella.-Será un bebé muy atento, tanta estimulación le hará bien.-dijo con una sonrisa en sus labios.-Tienes una linda casa Hiza.
-Si vieras el de Jun... es como una selva.-comenté girándome hacia él y sonreí.-Creo que pintar le relaja, seguro que si le digo que un amigo necesita ayuda va. Además le caíste bien cuando le conté lo adorable que te pones.-dije palmeando su cabeza.-Anda vamos, te mostraré mi cuarto para que veas que no soy tan desastroso.-era una cama enorme, había un mueble para mis trofeos, también un rincón para el ordenador y en esa pared había varios poster de motos y tras la puerta uno de fútbol... de la selección del país.
-Eres todo un chuletón.-dijo carcajeándose al ver mi cuarto.-Te juro que sólo te falta el juego de video ¿o dónde has escondido la Xbox?-interrogó apartándose un poco de mí.-Anda se lindo y acompáñame a cruzar la acera, tengo que bajar por mis zapatos antes y no puedo caminar por el asfalto descalzo.
-¿Qué? ¿ya?-dije apartándome un poco más para ir de debajo de la cama para agarrar la xbox, la wiii.-¿Que si tengo videojuegos? me los compro todos, consigo dinero de una u otra forma.-comenté señalando los grandes premios nacionales de Karate y Aikido.-Vamos fuera, te muestro el equipo de sonido.
-Eres un niño Hiza.-dijo riendo saliendo de la habitación.-Y ahórrate el discurso de los watts y los amperes, que no entiendo nada de eso.-comentó quedándose en el salón.-A mí con que no vibre con los bajos que tiene el jazz me es suficiente.
Verlo reír me incitaba a tomarlo por las caderas y pegarlo a mí. No sé porqué pero ya exploté. Tuve que besarlo de forma lenta mientras inmiscuía mi mano bajo su camisa. Se sentía en otro mundo, era como tener todo lo que había esperado durante semanas. Volver a estar pegado a él de esa forma bien valía un fuerte bofetón.-Te echaré de menos estos días.-susurré separándome mientras lo observaba y acomodaba bien sus cabellos.
-Hiza... creo que es buena idea irme a casa...-susurró algo avergonzado mientras se retiraba, tenía la mirada gacha y parecía un animalito asustado.-Gracias por todo... te veré cuando regrese ¿Sí?-caminó solo hacia la puerta sin levantar la mirada.
Lo tomé por la muñeca y lo giré hacia mí para alzar su mentón. Me quedé en silencio observándolo para volver a besarlo. No se escaparía, no quería que se fuera. Lo puse acorralado con el muro y mi cuerpo, acariciaba su espalda por debajo de la ropa.
-Quédate, por favor.-dije rogándoselo mientras buscaba de nuevo su boca. Lo besaba pero de forma tierna, no quería que pensara que eso lo hacía únicamente por mis hormonas.
-¡Hizaki déjame!-gritó como respuesta cuando imaginé algo bien distinto.-¡Quítate!-dijo empujándome.-¡Déjame!
-Pero... -dije bajando mis manos y dándole espacio.-A veces pienso que juegas conmigo, que me incitas y cuando pierdo la cabeza me doy cuenta de mi error... todo porque te hago sentir mal.-acaricié su rostro y comencé a llorar en silencio. Era imposible tenerlo, me debía de hacer a la idea de sólo mirarlo.-Sé que piensas que esto es por un capricho... pero no es así.
Se dio media vuelta encaminándose hacia la salida. No le seguí porque no quería complicar más la situación. Por unos segundos pensé que era lo mejor, pero después fui tras él corriendo. Primero fui a por sus zapatos, para luego llevárselos antes de que se encerrara en su piso. Era mucho más rápido que él y estaba descalzo, por eso me dio tiempo a llegar antes que cerrara la puerta de su edificio.
-Te olvidaste de esto en el coche.-dije intentando mantener la calma.-Se ven cómodas, ya sé que comprarte la próxima vez.
-Te veré en un par de días...no olvides hacer la cita con las chicas...-esa fue su despedida, las últimas palabras que escucharía en días.
-De acuerdo, no lo olvidaré.-dije algo confuso después que me diera con la puerta en las narices.
No me gustaba que se despidiera así de mí. Pero al menos le pude robar un par de besos para consolarme esos días. Me regresé a mi apartamento y a media noche me llamó Hero. No podía dormir y me preguntaba si podía hacerlo en mi vieja habitación. Le contesté que sí... que podía hacerlo. Después me quedé dormido tras meditar un buen rato.
La mañana siguiente fue de compras con mi hermano pequeño. Ambos comprábamos cosas que creíamos que necesitaría el bebé, también tenía en cuenta lo que había llegado bien temprano en paquetería. Hero no paraba de ilusionarse al ver tantos peluches, así que terminé por comprarle uno de los que vimos para el pequeño Takumi.
-Mamá te matará.-dijo con una sonrisa.
-Pero si ya acabaste las clases.-repliqué acariciando sus cabellos.
-No, no te matará por eso.-comentó girándose para ir hacia un kiosko cercano.-¡Por esto!-gritó alzando las revistas que tenían en portada “nuestro romántico paseo por la playa”.
-Soy hombre muerto.-murmuré en un balbuceo.
-¿Estás saliendo con el amigo de mamá al final? El zanahoria sale guapo.-dijo abriendo la revista.-Hace que me replantee mi sexualidad.
-¡Hero!-grité molesto intentando poner en orden mis pensamientos. No era la primera vez que salíamos en una revista, sin embargo esta vez estábamos en portada.
-¿Van a comprar las revistas?-dijo la señora que se encontraba haciendo ganchillo tras el mostrador de aquel cubículo.
-¡Sí! ¡Mi cuñado sale guapo aquí!-gritó mi hermano alzando los brazos mientras brincaba.-¡Sí! ¡Sí!
-¡¿Quieres una hostia Hero?!-pregunté molesto quitándole la revista de las manos para dejarla en su lugar. Lo tomé de la mano y lo llevé lejos del kiosko. Comenzó a llorar hipando y eso me rompió el alma en dos.-Lo siento cariño.-dije arrodillándome frente a él.-Lo siento mucho.-acaricié su rostro secando sus lágrimas.
-Perdóname.-murmuró aferrándose a mí.
-No, perdóname tú pequeño.-susurré tomándolo en brazos.-Te compraré un helado antes de ir a tomarme medidas a casa de Olivier.-dije su nombre de manera formal, lo había hecho por primera vez en muchos días sin un tono dulce o su abreviatura.
-Lo quiero de chocolate y almendra tostada.-dijo ya más calmado mientras lo mantenía pegado a mí en brazos.
Pesaba poco, era demasiado delgado y pequeño para su edad. No me costaba llevarlo en mis brazos las pocas calles que nos separaban del loft de Oly. Su cabeza estaba apoyada en mi hombro y al pasar por una heladería me tomó del rostro sonriéndome.
-¿El helado?-interrogué y él asintió.-De acuerdo.-lo bajé y me ofreció la mano para que la tomara.-Dijiste que lo querías de chocolate con almendras ¿no?
-Sí y con chocolate blanco fundido por arriba.
Entramos en la pequeña heladería y colocó sus manos sobre la cristalera donde se mostraban las muestras de los sabores. Yo sonreí al verlo tan ilusionado con aquel helado. Pocas cosas le hacían feliz y muy pocas eran tan baratas.
-Buenos días señor Wilde.-escuché mientras decidíamos los helados que tomaríamos.
-Buenos días Mel.-respondió un hombre que me resultó tan familiar que me dio escalofríos. Al instante me di cuenta de quién se trataba. Era Paulo Wilde, el escritor de origen londinense, no entendía bien porque se le relacionaba tanto con mi padre en esos días. No tenían mucho parecido, aunque ambos eran unos sibaritas del arte y la ropa de diseño. También eran bisexuales, pero eso era otro mundo a parte.
-Usted es el escritor Paulo Wilde.-dije sin salir de mi asombro.-Soy Hizaki Sakurai de la Rosa, para mí es un honor encontrarme con alguien como usted en esta ciudad.-estiré mi mano y él la estrechó.
-El hijo mayor de Atsushi.-susurró con una sonrisa antes de colocarse las gafas con su mano libre, la otra era estrechada y sacudida por mi parte.
-Le vas a romper el brazo.-dijo Hero mirándonos con atención.-¿Y mi helado?
-¿Puedes soltar mi mano? Verás tengo un alto aprecio a mi brazo y mano derecha.-sonrió de forma muy afable y yo quedé clavado en el sitio.
-Disculpe, le debo parecer un idiota.-dije rascándome la cabeza algo nervioso.
-No sabía que era fan de mis escritos.-comentó.
-Yo soy fan del helado ¿y mi helado? ¿quieres dejar de ligar con el gafotas? Olivier se molestará si sabe que le pones los cuernos con este rubio de piel color polvos talco.-mi hermano tenía una forma fresca de decir las cosas que me sonrojaban y me hacían sentirme en evidencia.
-Oh, ¿quieres helado?-preguntó Paulo acariciando sus cabellos.-Te invito a uno, eso sí deseas ser amigo de un gafotas rubio de piel color polvos talco.-sonrió nuevamente colocándose las gafas.
-¿Sí? ¡Bien! ¡Hoy tomaré doble ración de helado!-hizo la señal de victoria y sonrió.-Jamás olvidaré que hayas sido tan amable.
Mi hermano no tenía idea por ese entonces de quién se trataba, pero poco después entró en una etapa más adulta y él mismo se avergonzó de haber tenido ese comportamiento tan infantil frente a Wilde. Era un hombre extraño, elegante y a la vez perdido como cualquier nuevo pardillo en el instituto. Su marcado acento inglés le daba un toque elegante, distinguido y distinto al resto. Era la clase de hombre que me atraía. Olivier era europeo también, alguien con estilo y distinto al resto. Sin embargo, Paulo me estimulaba mentalmente con sus historias tan sorpresivas y únicas.
-Por favor Mel.-dijo Paulo con una sonrisa colocando sus manos sobre los hombros de mi hermano.-Para el pequeño un helado de tamaño grande.-lo miró y sonrió.
-¡De chocolate y almendras!-pegó sus manos al cristal.
-Y para el joven.-se giró hacia mí.-¿Qué deseas?
-No, yo no deseo nada.-respondí.-No tiene que ser amable por ser amigo de mi padre.
-Oh, un joven con orgullo.-dijo con una sonrisa girándose de nuevo hacia la chica que preparaba los helados.-Mel para el joven orgulloso tan sólo un refresco y a él ya le has escuchado.
-Ahora mismo.-sonrió la mujer tomando el recipiente de galleta de tamaño grande y comenzó a dejar las bolas de helado, para luego echar por encima las almendras.-¿Quieres chocolate caliente por encima?
-Sí, lo quiero de chocolate blanco por favor.-respondió mi hermano con una sonrisa.
-Paulo, si no le importa el helado y el refresco lo pagaré yo.-no quería que alguien que admiraba por su trabajo y, a penas conocía, me pagara un capricho.
-Hizaki.-susurró girándose para quedar frente a mí.-Me pareces un joven agradable y orgulloso, algo admirable sin duda, pero deseo invitarte al igual que a tu hermano.-sonrió de forma agradable mientras colocaba bien sus gafas.-Acepta mi invitación no sólo a un refresco sino a mi amistad.
-¿Vale tanto mi amistad?-interrogué.
-He escuchado sus canciones en la radio, son pegadizas y empezaron hace tan sólo unos días a emitirse. Muchos dirían que has tenido mucha suerte al tener el padre que tienes, otros te odiaran por ello y la gran masa verá un producto deseable.-sonrió más abiertamente y dejó una de sus manos sobre mi hombro.-Son buenas letras, ya que he conseguido que me las tradujeran a inglés.
-¿Lo dice de verdad?-pregunté ciertamente emocionado.
-¡Helado!-gritó mi hermano alzando los brazos con el helado en sus manos.
-Sí.-dijo conteniéndose las carcajadas que inevitablemente salieron de sus labios.-¿Siempre eres tan enérgico pequeño?-preguntó acariciando sus cabellos.-Hizaki tu refresco.
-Sí, sí.-dije tomándolo mientras aceptaba que alguien como él pudiera ver talento en mí.
-¿Usted no desea nada Mr. Wilde?-preguntó la joven.
-Ah, sí.-comentó con una sonrisa apoyándose en el pequeño mostrador.-Deseo un té de menta helado.-su acento inglés no era lo único traído de Londres, también llevaba el prototipo de amante del té y seguramente de sus propiedades.
-Ahora mismo.-respondió y esperó a tenerlo entre sus manos para girarse hacia nosotros, sorbiendo por la minúscula cañita de colores chillones.
-¿Nada más?-interrogó.
-No, gracias.-dije aún asombrado de que fuera una persona tan extraña, aunque siempre parecía encantador en sus ruedas de prensa y pequeños coloquios sobre literatura moderna.
-Bien Mel, puedes darme la cuenta.-dijo girándose hacia la muchacha y esta se sonrojó.
-Son ocho con veinte.-susurró algo nerviosa.
-Cóbrese nueve.-dijo tomando su mano para dejar las monedas que sacó sueltas de su bolsillo.
-Aquí hay diez euros.-tartamudeó.
-Oh, entonces quédese los diez.-respondió caminando hacia la salida.-Un placer Mel.
Nosotros le seguimos ya que él parecía esperarnos fuera. Hero estaba engullendo el helado manchándose los bordes de la boca y los dedos. Parecía un niño pequeño en vez de un preadolescente.
-Verás Hizaki.-dijo sacando su móvil para mirar la hora o tal vez alguna llamada importante.-Como decía.-me miró a los ojos y sonrió.-Me parece interesante e intensa la forma que tienes de expresarte.
-Gracias.-dije abriendo la lata de refresco mientras meditaba sus palabras.
-Tienes la posibilidad de desarrollarlo en un ámbito más allá de una simple canción, creo que serías un buen escritor.-echó a caminar.-¡Piénsatelo!-dijo moviendo la mano en forma de despedida.
-Que tipo tan raro.-masculló Hero con la boca llena.
-No es raro.-le reprendí.
-Dice que tienes talento, por lo tanto me parece raro. Tiene gustos muy raros.-le di un golpe al escuchar aquello y él se sobó la cabeza.
-¡Idiota que duele!-gritó.
-Pero si sólo te he rozado, eres un quejica.
Había un rompeolas y se sentó en una de las piedras jugando con sus pies en la arena, la brisa jugaba con sus cabellos y se metía debajo de la camisa. Me aproximé a él y me senté próximo a esa visión que tango me maravillaba.
-Iré.-dije con una sonrisa.-Además tu casa está al lado de la mía.-aquello era acoso indiscriminado.-Está cerca de la casa de mi hermana, también de mi padre, no muy lejos de mi madre y también está próxima la del novio de mi hermana. Todo cerca, además hay pequeñas tiendas bajo el bloque y eso hace que todo sea más accesible.-sonreí mirando el mar.-Me encanta la habitación del pequeño... la pintó mi padre.
-Oh seremos vecinos.-murmuró.-¡Qué bien! Así si algún día decido matarme en le piso del baño ya sé a quien pedirle que me rescate, porque Trevor...-rió bajo y movió la mano, mientras yo sentía una patada directa a mis testículos.-Bueno, olvídalo.-siguió riéndose y me miró de forma más fija.-A mi me gusta mucho la zona y estoy agradecido que él me consiguiera ese loft.-su amigo era buen amigo, pero cada vez que lo escuchaba me mordía la lengua por rabia.-Tanta luz en toda la casa siempre, tan buena para trabajar, y a parte me encantan los techos altos porque no tolero un minúsculo cubículo.
-Yo soy tu guardaespaldas, ya lo sabes.-dije pasando mi brazo sobre sus hombros.-El mío es amplio, tengo incluso una pequeña habitación para huéspedes que uso en realidad como despacho.
-Es una buena zona.-recalcó de nuevo.-Lo que me gusta es el tipo de personas que hay, ya que se ha puesto de moda.-se recargó en mi hombro aspirando mi aroma.-Te traeré una loción que creo que te quedará perfecta.-me prometió mientras movía los pies haciendo minúsculos círculos en la arena.
No se daba cuenta, pero esos arranques que tenía me hacían enloquecer y desear besarle.
-Será un gusto usarla para ti.-murmuré acariciando sus cabellos, para luego agarrarlo bien de la cintura. No quería ni pensar que algún paparazzi nos hiciera una fotografía y se la diera a mi madre... o a una revista. Sabía lo que pensaba del asunto, además no veía que yo ya había crecido y sabía tomar decisiones solo.
Yo le había elegido y él parecía irme aceptando. Quería acabar esa noche junto a él, en mi cama de cualquiera de las formas posibles. No importaba si no llegábamos a sexo, me conformaba con dormir pegado a él y que me dejara acariciarle como hice noches atrás. Levantó la cabeza sin despegarse demasiado y sonrió de forma tímida. Esa timidez que tenía, esa dulzura, me mataba.
-¿Qué hora es? Tengo que estar de pie temprano mañana para arreglar el portafolio y terminar de revisar lo que necesitamos. Esas cosas me roban mucho tiempo y por lo tanto tengo que destinarle casi todo el día de mañana antes de irme.-se retiró de nuevo estirándose mientras se desesperezaba con los brazos en alto, para luego arquear su espalda haciendo que su camisa se subiera.-¡Demonios!-batalló para volverla a su lugar mientras yo sonreía de forma canalla.
-Oly por dios que no se te vio nada.-dije metiendo mi mano bajo su camiseta.-Además por lo que palpo tienes una piel suave, seguro que estás bien blanco.-murmuré besando su sien para abrazarlo.-Te llevaré a casa, pero antes vas a ver la mía.
-¡Quita! ¡Quita! ¡Quita!-reía a carcajadas mientras me apartaba. Dio entonces un pequeño brinco para ponerse de pie.-¿No deseabas que la viera amueblada?-cuestionó arreglándose el cabello.-Después me arruinarás la sorpresa Hiza, así que debería esperar para verlo todo listo.
-Sólo falta lo del bebé.-dije mirándole fijamente.-Además quiero mostrarte mi equipo de televisión, es el que tenía en casa y bueno me lo he traido aquí. Fue un regalo de mi padre y claro me lo traje.-lo tomé por la cintura mirándole frente a frente.-¿Vas a decir que no?
-Oh.-dijo en un pequeño gruñido.-Lo dices como si fuera un maldito por posponerlo.-rió poniendo sus manos sobre mi pecho.-Pero está bien, vamos a tu departamento a ver ese equipo.-murmuró.-¿Eres consciente de mi nula capacidad para comprender las tecnologías?-rió mientras le tomaba por la cintura.-Para mí con que se vea bien es suficiente.
-Sonido envolvente, pantalla de plasma y sobretodo ... tengo un sofá que da masajes.-comenté con una sonrisa en los labios acariciando su espalda.-Aunque yo sé darlos mejor.-besé su frente cuando todo apuntaba que besaría sus labios. Si el tiraba la piedra y escondía la mano...yo también.
-Bla, bla, bla.-dijo riéndose mientras me agarraba del brazo.-Es como como Bra... cuando un amigo se ponía a conversar sobre sus autos.-comentó palpando su frente dirigiéndonos hacia mi coche.-¡Dios! ¡Qué cháchara más insoportable! No entendía la menor palabra de lo que decía, las máquinas no es algo que me encante y no les hallo la belleza en ningún lado.
Estábamos ya frente a mi vehículo y desactivé la alarma para abrir su puerta. Le ayudé a sentarse y cerré la puerta sentándome yo en el lado del conductor.
-Yo sí.-dije acariciando el volante de mi auto.-Lo amo, no podría vivir sin él.-acaricié el salpicadero.-Me lo arañan y hago trizas los dedos de quien me lo haya tocado.-arranqué y sonreí.-Yo y los coches, aunque también compito con motos... un día vendrás a ver como gano en el circuito.-comenté mientras manejaba.
-Los chicos siempre serán chicos ¿verdad?-dijo riéndose mientras se abrochaba el cinturón.-No creo que sea bueno que te vea correr, eso me pondría nervioso Hiza.
-¿No quieres verme ganar?-pregunté con una sonrisa.-¿O me dirás que te pondrás histérico como mi madre?-reí bajo recordando sus ojos azules abrirse de par en par y palidecer antes de soltar un grito de “¡Atsushi Sakurai es culpa de tus genes!”.-Se pone histérica cuando sabe que corro, no quiere ni oír hablar del circuito. Pero yo sin la velocidad, sin el deporte extremo y sin las motos no viviría... no sería yo.-giraba suave el volante y a una velocidad adecuada, nada de correr, porque además iba con los dos mojitos en mis venas y no quería ser parado por una patrulla de tráfico.-Verás como te gusta mi departamento.
-Creo que tu madre y yo estaremos perfectamente tomando un café cuando vengas con el trofeo en las manos...-tal vez mejor una tila.-Supongo que es parecido al mio ¿no? Al menos las estructuras según me comentaron debido a la restauración de los edificios hecha por el mismo arquitecto.-dijo acomodándose bien en el respaldo.-Así que tienen que poseer cierto aire en el diseño.
-Sí, claro que al mío le falta el toque del decorador. Está decorado por puro macho ibérico.-dije con la vista fija al frente.-Estaban todos los amigos de mi padre, mi padre, su novio, Kamijo y un amigo de este... trayendo los muebles. El único que no estaba era Jasmine, que nos hubiera servido de ayuda, pero claro él... con tal de no coger nada de peso se hizo el enfermo.-reí a carcajadas al recordar su excusa... me duele el callo... si claro
-Cuando tu madre lo vea llevará seguro a Paolo.-susurró sonriendo de lado.
-No, gracias. Pero Paolo no, porque yo cuentas pendientes con ex no saldo.-dije recordando lo pesado que se puso cuando le dije que no y ya hacía unos cuatro meses. No quería nada con él, sólo fue un polvo y el tío pesado no me dejó en paz en semanas.-Mejor que se olvide de mi cara.
No sé porqué causa, o porqué razón, se puso rojo como un tomate maduro. Parecía que una bombillita interna de él había iluminado su cara.
-El punto es que tu madre de seguro te ayudara en esa decoración, sólo tienes que pedirle y hablar con ella.-se metía en mi vida y luego me decía que no lo hiciera yo en la suya, era un chico extraño al tener ese comportamiento. No me importaba que lo hiciera, pero me sacaba de mis casillas y no entendía como podía ser tan contradictorio.
-Es que el punto es que no quiero que me lo decoren, con mis fotos de coches, mis poster de boxeo y mi casa a mi gusto... me siento más yo. El desorden será mi guarida, no soy de tener un piso decorado por otro... me siento como si tuviera los calzoncillos apretados.-no quería hablar con mi madre, sabía lo que pensaría de todo lo que sacarían las revistas. Apostaba que algo se cocía, pero no quería ni mirarlas.
-Bueno.-dijo extendiendo las manos hacia delante y rió bajo.-No quiero entrar, mejor nos vemos en el mío.-murmuró acomodándose en el asiento.-Porque no quiero volver a sentirme como en el pasillo de instituto.-había sido un golpe bajo, pero es que yo era mucho más joven que él y tenía una visión distinta del mundo.-Yo podría ayudarte, bueno sí quieres darle un tono menos adolescente alguna vez.-comentó con ese modo amable de hablarme, ese modo que me enloquecía.-No tendría que ser un estilo, nada que pareciera un montado de escenografía, pero que tuviera una cierta imagen.
-De acuerdo.-dije con una sonrisa mientras aparcaba en la cera de mi apartamento, en el lugar de mi parking.-Anda, vamos.-comenté bajando y abriendo su puerta.-Deseo que lo veas de una vez y me des tu opinión.-no estaba tan desastroso, simplemente tenía un lugar pequeño donde tenía un diminuto gimnasio.
Bajó apoyándose en mi mano sin soltarla hasta el ascensor. Intentaba tratarlo con caballerosidad y cortesía. Era tentador no poder tomarlo por la cintura y besarlo. Él me había puesto límites, pero él mismo los destruía.
Estaba extremadamente amable, además de dulce, y esa colonia que llevaba me estaba envenenando el alma. Debía de controlarme, aunque no era sencillo y mucho menos por como me tomaba de la mano. Al abrir el ascensor di justo con la puerta, eso era lo que más me gustó del piso. No me gustaba caminar pasillos angostos y casi sin luz. Era mejor estar cerca de las escaleras y ascensor.
-Pasa.-dije encendiendo la luz del pasillo que daba a un lugar para dejar los zapatos, inmediatamente me los quité... era costumbre en mí.-Vamos.-dije tomándole de la mano tras cerrar la puerta.-Te muestro la casa.
Era un salón, una cocina con una mesa para comer pequeña, ya que el comedor lo convertí en un lugar para entrenarme, el dormitorio principal, uno pequeño de invitados que usaba como diminuta oficina y el del bebé. Todo con ventanas de seguridad y doble hoja, eso lo hacía seguro para mi hijo. El baño me gustaba, sobretodo porque tenía bañera y no plato de ducha. Sin embargo, era una bañera pequeña.
-¿Por qué no usas el cuarto de huéspedes para el gimnasio?-interrogó analizando mi hogar aún desde la entrada.-Limpiarías mucho espacio.-susurró dando un par de pasos.-Olvídalo, es tu hogar.
-Es que era el comedor, pero no has visto el detalle.-dije tomando las puertas corredizas y tadá, todo oculto.-¿Ves? se cierra y queda oculto... además fijate en las vistas que tengo en mi pequeño gimnasio.-al abrirlo le tomé de la mano y lo llevé frente al enorme ventanal. Esperaba que se diera cuenta de que mi balcón daba al suyo.-Amo estas vistas... las amo... al fondo está el mirador.
-Bueno.-susurró.-En eso tienes razón y al final de cuentas se trata de mantener cómodo donde pasas mayor parte del tiempo.-dijo sin percatarse del detalle.-Vamos, enséñame el resto de la casa.-se llevó las manos a la cabeza.-¡Dios! ¡Dejé los zapatos en el auto!-él se rió y yo exploté en carcajadas. Pensé que se había dado cuenta que iba descalzo, era él y no yo el que no llevaba zapatos.-¡Estoy tan acostumbrado a caminar sin ellos que no lo note!
-Tienes bonitos pies, es un crimen dejarlos encerrados.-comenté aproximando mis labios a su rostro, no podía controlarme demasiado, pero el beso fue a su mejilla y lo tomé de la mano para que me acompañara.-Este es el salón, pero luego te lo muestro mejor.-dije metiéndome en el cuarto del bebé.-Me dirás que mi padre no dibuja bien... y pinta.-era un lugar completamente azul con pequeñas constelaciones con una pintura que brillaba en la oscuridad y varios globos aerostáticos... un satélite y la luna justo donde salía el foco de la luz.-¿Quedó bien?
-¡Es genial!-gritó de forma sorpresiva girando observando todas las estrellas y todo el decorado en sí.-Tu padre tiene mucho talento.-susurró asombrado aún.-¿No querrá ir a mi recámara y hacer algo?-interrogó clavando sus ojos en las estrellas, él era mi estrella.-Será un bebé muy atento, tanta estimulación le hará bien.-dijo con una sonrisa en sus labios.-Tienes una linda casa Hiza.
-Si vieras el de Jun... es como una selva.-comenté girándome hacia él y sonreí.-Creo que pintar le relaja, seguro que si le digo que un amigo necesita ayuda va. Además le caíste bien cuando le conté lo adorable que te pones.-dije palmeando su cabeza.-Anda vamos, te mostraré mi cuarto para que veas que no soy tan desastroso.-era una cama enorme, había un mueble para mis trofeos, también un rincón para el ordenador y en esa pared había varios poster de motos y tras la puerta uno de fútbol... de la selección del país.
-Eres todo un chuletón.-dijo carcajeándose al ver mi cuarto.-Te juro que sólo te falta el juego de video ¿o dónde has escondido la Xbox?-interrogó apartándose un poco de mí.-Anda se lindo y acompáñame a cruzar la acera, tengo que bajar por mis zapatos antes y no puedo caminar por el asfalto descalzo.
-¿Qué? ¿ya?-dije apartándome un poco más para ir de debajo de la cama para agarrar la xbox, la wiii.-¿Que si tengo videojuegos? me los compro todos, consigo dinero de una u otra forma.-comenté señalando los grandes premios nacionales de Karate y Aikido.-Vamos fuera, te muestro el equipo de sonido.
-Eres un niño Hiza.-dijo riendo saliendo de la habitación.-Y ahórrate el discurso de los watts y los amperes, que no entiendo nada de eso.-comentó quedándose en el salón.-A mí con que no vibre con los bajos que tiene el jazz me es suficiente.
Verlo reír me incitaba a tomarlo por las caderas y pegarlo a mí. No sé porqué pero ya exploté. Tuve que besarlo de forma lenta mientras inmiscuía mi mano bajo su camisa. Se sentía en otro mundo, era como tener todo lo que había esperado durante semanas. Volver a estar pegado a él de esa forma bien valía un fuerte bofetón.-Te echaré de menos estos días.-susurré separándome mientras lo observaba y acomodaba bien sus cabellos.
-Hiza... creo que es buena idea irme a casa...-susurró algo avergonzado mientras se retiraba, tenía la mirada gacha y parecía un animalito asustado.-Gracias por todo... te veré cuando regrese ¿Sí?-caminó solo hacia la puerta sin levantar la mirada.
Lo tomé por la muñeca y lo giré hacia mí para alzar su mentón. Me quedé en silencio observándolo para volver a besarlo. No se escaparía, no quería que se fuera. Lo puse acorralado con el muro y mi cuerpo, acariciaba su espalda por debajo de la ropa.
-Quédate, por favor.-dije rogándoselo mientras buscaba de nuevo su boca. Lo besaba pero de forma tierna, no quería que pensara que eso lo hacía únicamente por mis hormonas.
-¡Hizaki déjame!-gritó como respuesta cuando imaginé algo bien distinto.-¡Quítate!-dijo empujándome.-¡Déjame!
-Pero... -dije bajando mis manos y dándole espacio.-A veces pienso que juegas conmigo, que me incitas y cuando pierdo la cabeza me doy cuenta de mi error... todo porque te hago sentir mal.-acaricié su rostro y comencé a llorar en silencio. Era imposible tenerlo, me debía de hacer a la idea de sólo mirarlo.-Sé que piensas que esto es por un capricho... pero no es así.
Se dio media vuelta encaminándose hacia la salida. No le seguí porque no quería complicar más la situación. Por unos segundos pensé que era lo mejor, pero después fui tras él corriendo. Primero fui a por sus zapatos, para luego llevárselos antes de que se encerrara en su piso. Era mucho más rápido que él y estaba descalzo, por eso me dio tiempo a llegar antes que cerrara la puerta de su edificio.
-Te olvidaste de esto en el coche.-dije intentando mantener la calma.-Se ven cómodas, ya sé que comprarte la próxima vez.
-Te veré en un par de días...no olvides hacer la cita con las chicas...-esa fue su despedida, las últimas palabras que escucharía en días.
-De acuerdo, no lo olvidaré.-dije algo confuso después que me diera con la puerta en las narices.
No me gustaba que se despidiera así de mí. Pero al menos le pude robar un par de besos para consolarme esos días. Me regresé a mi apartamento y a media noche me llamó Hero. No podía dormir y me preguntaba si podía hacerlo en mi vieja habitación. Le contesté que sí... que podía hacerlo. Después me quedé dormido tras meditar un buen rato.
La mañana siguiente fue de compras con mi hermano pequeño. Ambos comprábamos cosas que creíamos que necesitaría el bebé, también tenía en cuenta lo que había llegado bien temprano en paquetería. Hero no paraba de ilusionarse al ver tantos peluches, así que terminé por comprarle uno de los que vimos para el pequeño Takumi.
-Mamá te matará.-dijo con una sonrisa.
-Pero si ya acabaste las clases.-repliqué acariciando sus cabellos.
-No, no te matará por eso.-comentó girándose para ir hacia un kiosko cercano.-¡Por esto!-gritó alzando las revistas que tenían en portada “nuestro romántico paseo por la playa”.
-Soy hombre muerto.-murmuré en un balbuceo.
-¿Estás saliendo con el amigo de mamá al final? El zanahoria sale guapo.-dijo abriendo la revista.-Hace que me replantee mi sexualidad.
-¡Hero!-grité molesto intentando poner en orden mis pensamientos. No era la primera vez que salíamos en una revista, sin embargo esta vez estábamos en portada.
-¿Van a comprar las revistas?-dijo la señora que se encontraba haciendo ganchillo tras el mostrador de aquel cubículo.
-¡Sí! ¡Mi cuñado sale guapo aquí!-gritó mi hermano alzando los brazos mientras brincaba.-¡Sí! ¡Sí!
-¡¿Quieres una hostia Hero?!-pregunté molesto quitándole la revista de las manos para dejarla en su lugar. Lo tomé de la mano y lo llevé lejos del kiosko. Comenzó a llorar hipando y eso me rompió el alma en dos.-Lo siento cariño.-dije arrodillándome frente a él.-Lo siento mucho.-acaricié su rostro secando sus lágrimas.
-Perdóname.-murmuró aferrándose a mí.
-No, perdóname tú pequeño.-susurré tomándolo en brazos.-Te compraré un helado antes de ir a tomarme medidas a casa de Olivier.-dije su nombre de manera formal, lo había hecho por primera vez en muchos días sin un tono dulce o su abreviatura.
-Lo quiero de chocolate y almendra tostada.-dijo ya más calmado mientras lo mantenía pegado a mí en brazos.
Pesaba poco, era demasiado delgado y pequeño para su edad. No me costaba llevarlo en mis brazos las pocas calles que nos separaban del loft de Oly. Su cabeza estaba apoyada en mi hombro y al pasar por una heladería me tomó del rostro sonriéndome.
-¿El helado?-interrogué y él asintió.-De acuerdo.-lo bajé y me ofreció la mano para que la tomara.-Dijiste que lo querías de chocolate con almendras ¿no?
-Sí y con chocolate blanco fundido por arriba.
Entramos en la pequeña heladería y colocó sus manos sobre la cristalera donde se mostraban las muestras de los sabores. Yo sonreí al verlo tan ilusionado con aquel helado. Pocas cosas le hacían feliz y muy pocas eran tan baratas.
-Buenos días señor Wilde.-escuché mientras decidíamos los helados que tomaríamos.
-Buenos días Mel.-respondió un hombre que me resultó tan familiar que me dio escalofríos. Al instante me di cuenta de quién se trataba. Era Paulo Wilde, el escritor de origen londinense, no entendía bien porque se le relacionaba tanto con mi padre en esos días. No tenían mucho parecido, aunque ambos eran unos sibaritas del arte y la ropa de diseño. También eran bisexuales, pero eso era otro mundo a parte.
-Usted es el escritor Paulo Wilde.-dije sin salir de mi asombro.-Soy Hizaki Sakurai de la Rosa, para mí es un honor encontrarme con alguien como usted en esta ciudad.-estiré mi mano y él la estrechó.
-El hijo mayor de Atsushi.-susurró con una sonrisa antes de colocarse las gafas con su mano libre, la otra era estrechada y sacudida por mi parte.
-Le vas a romper el brazo.-dijo Hero mirándonos con atención.-¿Y mi helado?
-¿Puedes soltar mi mano? Verás tengo un alto aprecio a mi brazo y mano derecha.-sonrió de forma muy afable y yo quedé clavado en el sitio.
-Disculpe, le debo parecer un idiota.-dije rascándome la cabeza algo nervioso.
-No sabía que era fan de mis escritos.-comentó.
-Yo soy fan del helado ¿y mi helado? ¿quieres dejar de ligar con el gafotas? Olivier se molestará si sabe que le pones los cuernos con este rubio de piel color polvos talco.-mi hermano tenía una forma fresca de decir las cosas que me sonrojaban y me hacían sentirme en evidencia.
-Oh, ¿quieres helado?-preguntó Paulo acariciando sus cabellos.-Te invito a uno, eso sí deseas ser amigo de un gafotas rubio de piel color polvos talco.-sonrió nuevamente colocándose las gafas.
-¿Sí? ¡Bien! ¡Hoy tomaré doble ración de helado!-hizo la señal de victoria y sonrió.-Jamás olvidaré que hayas sido tan amable.
Mi hermano no tenía idea por ese entonces de quién se trataba, pero poco después entró en una etapa más adulta y él mismo se avergonzó de haber tenido ese comportamiento tan infantil frente a Wilde. Era un hombre extraño, elegante y a la vez perdido como cualquier nuevo pardillo en el instituto. Su marcado acento inglés le daba un toque elegante, distinguido y distinto al resto. Era la clase de hombre que me atraía. Olivier era europeo también, alguien con estilo y distinto al resto. Sin embargo, Paulo me estimulaba mentalmente con sus historias tan sorpresivas y únicas.
-Por favor Mel.-dijo Paulo con una sonrisa colocando sus manos sobre los hombros de mi hermano.-Para el pequeño un helado de tamaño grande.-lo miró y sonrió.
-¡De chocolate y almendras!-pegó sus manos al cristal.
-Y para el joven.-se giró hacia mí.-¿Qué deseas?
-No, yo no deseo nada.-respondí.-No tiene que ser amable por ser amigo de mi padre.
-Oh, un joven con orgullo.-dijo con una sonrisa girándose de nuevo hacia la chica que preparaba los helados.-Mel para el joven orgulloso tan sólo un refresco y a él ya le has escuchado.
-Ahora mismo.-sonrió la mujer tomando el recipiente de galleta de tamaño grande y comenzó a dejar las bolas de helado, para luego echar por encima las almendras.-¿Quieres chocolate caliente por encima?
-Sí, lo quiero de chocolate blanco por favor.-respondió mi hermano con una sonrisa.
-Paulo, si no le importa el helado y el refresco lo pagaré yo.-no quería que alguien que admiraba por su trabajo y, a penas conocía, me pagara un capricho.
-Hizaki.-susurró girándose para quedar frente a mí.-Me pareces un joven agradable y orgulloso, algo admirable sin duda, pero deseo invitarte al igual que a tu hermano.-sonrió de forma agradable mientras colocaba bien sus gafas.-Acepta mi invitación no sólo a un refresco sino a mi amistad.
-¿Vale tanto mi amistad?-interrogué.
-He escuchado sus canciones en la radio, son pegadizas y empezaron hace tan sólo unos días a emitirse. Muchos dirían que has tenido mucha suerte al tener el padre que tienes, otros te odiaran por ello y la gran masa verá un producto deseable.-sonrió más abiertamente y dejó una de sus manos sobre mi hombro.-Son buenas letras, ya que he conseguido que me las tradujeran a inglés.
-¿Lo dice de verdad?-pregunté ciertamente emocionado.
-¡Helado!-gritó mi hermano alzando los brazos con el helado en sus manos.
-Sí.-dijo conteniéndose las carcajadas que inevitablemente salieron de sus labios.-¿Siempre eres tan enérgico pequeño?-preguntó acariciando sus cabellos.-Hizaki tu refresco.
-Sí, sí.-dije tomándolo mientras aceptaba que alguien como él pudiera ver talento en mí.
-¿Usted no desea nada Mr. Wilde?-preguntó la joven.
-Ah, sí.-comentó con una sonrisa apoyándose en el pequeño mostrador.-Deseo un té de menta helado.-su acento inglés no era lo único traído de Londres, también llevaba el prototipo de amante del té y seguramente de sus propiedades.
-Ahora mismo.-respondió y esperó a tenerlo entre sus manos para girarse hacia nosotros, sorbiendo por la minúscula cañita de colores chillones.
-¿Nada más?-interrogó.
-No, gracias.-dije aún asombrado de que fuera una persona tan extraña, aunque siempre parecía encantador en sus ruedas de prensa y pequeños coloquios sobre literatura moderna.
-Bien Mel, puedes darme la cuenta.-dijo girándose hacia la muchacha y esta se sonrojó.
-Son ocho con veinte.-susurró algo nerviosa.
-Cóbrese nueve.-dijo tomando su mano para dejar las monedas que sacó sueltas de su bolsillo.
-Aquí hay diez euros.-tartamudeó.
-Oh, entonces quédese los diez.-respondió caminando hacia la salida.-Un placer Mel.
Nosotros le seguimos ya que él parecía esperarnos fuera. Hero estaba engullendo el helado manchándose los bordes de la boca y los dedos. Parecía un niño pequeño en vez de un preadolescente.
-Verás Hizaki.-dijo sacando su móvil para mirar la hora o tal vez alguna llamada importante.-Como decía.-me miró a los ojos y sonrió.-Me parece interesante e intensa la forma que tienes de expresarte.
-Gracias.-dije abriendo la lata de refresco mientras meditaba sus palabras.
-Tienes la posibilidad de desarrollarlo en un ámbito más allá de una simple canción, creo que serías un buen escritor.-echó a caminar.-¡Piénsatelo!-dijo moviendo la mano en forma de despedida.
-Que tipo tan raro.-masculló Hero con la boca llena.
-No es raro.-le reprendí.
-Dice que tienes talento, por lo tanto me parece raro. Tiene gustos muy raros.-le di un golpe al escuchar aquello y él se sobó la cabeza.
-¡Idiota que duele!-gritó.
-Pero si sólo te he rozado, eres un quejica.
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