11/3/10

Te esperaba I


Era un martes cualquiera para el común de los mortales, pero para mí era distinto. Él había vuelto. No podría explicar lo que sentí cuando vi que salía el sol y me daba en la cara. Nadie me entendería, ni yo mismo. Creo que por primera vez me di cuenta que jamás había sentido nada igual. Era mejor que cualquier gran noticia. Me sentía más inquieto que el día que mis padres me dijeron que venía mi hermano al mundo, también que el día que tuve que decir que era padre, o cuando fue mi primera vez.

Sin embargo, todo se vino a bajo. Recordé ese beso obligado, mis manos sobre su cintura y mis impulsos. Vino a mi mente mis errores. Sabía bien que había sufrido y que no podía forzarlo. Seguramente pensó que lo intentaba violar o golpear. Pero yo sólo necesitaba dormir a su lado, abrazarlo y acariciarlo hasta quedar exhausto. Golpeé duro el colchón molesto conmigo, molesto con todo. Respiré hondo y caí hacia atrás con los brazos en cruz.

-¡Mierda! ¡Soy idiota!-vociferé.

Me levanté y fui directo a la ducha malhumorado. Hasta ese momento no me había percatado de lo idiota que debía parecer. Me enjaboné con saña y después me afeité con cuidado por el labio. Me curé las heridas y los hematomas que gradualmente iban cambiando de color. Mirándome al espejo no parecía ser el hombre que buscaba. No era un bohemio soñador, ni un galán de cine clásico y mucho menos un hombre maduro. Era un niñato que amaba pegarse golpes con otros niñatos.

-Nunca serás mío.-susurré.-Pero en mis sueños lo eres.-dije antes de lavarme bien los dientes.

Me fui a mi cuarto y escogí la ropa más cara, la ropa que me hiciera más maduro. Las apariencias al menos debían de ser acorde a lo que él buscaba. Saqué un traje negro, una camisa blanca de algodón y uno de mis sombreros. No era el que me había regalado, pero serviría. De paso compré una pelota antiestrés con forma de zanahoria, pensaba que era un regalo curioso y que le haría sonreír.

Después de elegir la ropa me eché la loción que le gustaba. Me puse la ropa y los zapatos, para luego ir a comprar un enorme ramo de rosas. No sabía si sería de su agrado que le regalara algo así. Sin embargo, cuando lo vi no dudé que era perfecto.

Me había levantado tarde por una vez, eran casi las seis de la tarde cuando comencé a vestirme. A las ocho llegué con el ramo de rosas a su apartamento. Me quedé de pie frente a la puerta sin saber si llamar o no. era un cretino. Había tenido el móvil apagado para que nadie me pudiera contactar, salvo el día que estuvo Hero conmigo para no preocupar a mi madre.

Rezaba porque no me mirara como si fuera un asesino en serie. Tomé aire y pulsé el llamador mientras agachaba mi cabeza. Me sentía como perro con el rabo entre las piernas. No sabía porqué pero me sentía culpable. No debería de haberlo dejado a un lado y Max me golpeó duro cuando le dije lo sucedido. No había sido muy cortés... pensaba que quizás me tocaba pagar las consecuencias.

Alcé mi rostro y me apoyé en el marco de la puerta, esperaba que él abriera. Así que volví a pulsar el timbre y esperé con paciencia. Desabroché un par de botones de la camisa y me coloqué mejor el sombrero. Sabía que estaba bajo techo, pero me gustaba como quedaba.

Nada más abrir la puerta me abrazó, el alma volvió a mi cuerpo cuando vi su reacción. Se abrazó a mí pegándose a mi cuerpo sin importarle nada. Lo estreché entre mis brazos mientras notaba como se aferraba a mí.

-Zanahoria.-murmuré acariciando la mano que tenía libre.-Te traje un regalo.-dije mostrando aquel pequeña zanahoria que valía como pelota antiestrés, y el ramo de rosas.-¿Me echaste de menos?-pregunté besando su sien, controlándome.

-Nada más tantito.-dijo separándose de mí mientras me daba un beso en la mejilla.-Pasa.-susurró tomando el ramo de rosas.-Soy muy lindas.

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