12/4/10

Volvernos a encontrar I


Volvernos a encontrar

Al día siguiente del concierto estaba completamente agotado. No podía ni pestañear. Tras el concierto fuimos a festejarlo a una discoteca bastante exclusiva. Mi padre se marchó a casa pero sus amigos vinieron conmigo, Bou y Shinji también tuvieron que dejarme. Finalmente me vi con cuatro hombres maduros que parecían incluso de mi edad si comparábamos nuestra madurez, exceptuando a Hidehiko. Ese hombre parecía el silencio en persona.

Desperté a eso del medio día, en casa, con la ropa mal colocada y tirado de mala manera en el sofá. Apestaba a whisky y ron. La cabeza estaba a punto de explotarme. Rogaba porque me hubieran traído a casa y no haber conducido ebrio, puesto que no me acordaba de nada. Mucho era que recordaba el concierto y pocas conversaciones de felicitaciones por parte de personas de la organización.

El timbre comenzó a sonar y mi cabeza comenzó a explotar. Me arrastré como pude hasta la puerta y al abrir me lo encontré ahí. A pesar de estar agotado, de no tener fuerzas para nada, di un fuerte portazo. La persona que no quería ver, la menos indicada, estaba ahí. Era Yue.

No sabía como había dado con mi dirección aunque teniendo en cuenta que toda la prensa rosa me perseguía era inevitable que diera conmigo, que encontrara mi madriguera o mi bunquer. Había dado conmigo. Yo no quería volverlo a ver en mi vida. Después de los numeritos que me había formado no quería saber nada de él.

-¡Hiza!-gritaba pulsando una vez y otra el timbre. La cabeza estaba a punto de explotarme.-¡Hizaki!-golpeaba fuerte la madera de la puerta retumbando en toda la casa, o al menos lo percibía así en mi estado de salud. No estaba bien. Aún me duraba la ebriedad y no quería aguantarlo.

Abrí la puerta y le miré como si mirara a un enemigo, en realidad él lo era. Le atravesé con la mirada de demonio y gruñí golpeando fuerte el marco de la puerta. Mi aspecto no era el mejor, creo que parecía que me había pasado por encima un tren.

-¡Vuelve a gritar una sola vez y te mato! ¡Te juro que saco un revolver y lo apunto a tu sien! ¡Maldito chupapollas! ¡No quiero saber más de ti! ¡No me molestes más joder!-entonces noté la lluvia de flashes.

-Este joven dice ser su amante ¿es cierto?-preguntó uno mientras le hacían fotos mientras él lloraba, yo sólo gruñía.

-¡No es cierto! ¡Es un maldito acosador y no tengo nada que declarar sobre él salvo que estoy harto!-cerré la puerta y me fui a la ducha arrancándome prácticamente la ropa.

Sabía la repercusión que eso tendría en la prensa. Ese maldito crío no dejaba de molestarme y me había hecho una encerrona. Estaba con ganas de agarrarlo a golpes. Ya no era sólo que no quería ser su amigo ni su amante, ya era simplemente que no quería que respirara el mismo aire que yo. Además estaba mintiendo en la prensa y Olivier podría pensar mal sobre ello. No quería que pensara que seguíamos juntos.

Mientras me duchaba sentía como la cabeza me retumbaba fuerte. El cabreo y la resaca hacían un efecto doloroso. Era como una bomba de relojería a punto de explotar. Me dolía la sien y sentía que todo mi cuerpo caía. Ese maldito idiota decía amarme pero sólo complicaba mi vida, la hacía una ruina.

Nada más salir de la ducha puse la televisión, aunque bajé bastante el volumen, y vi como los malditos programas del corazón me ponían a parir. Hablaban de cosas que ni sabían. Yo me quedé ojiplático ante todo lo que se montaba en los platós. El teléfono comenzó a sonar y acepté la llamada.

-Hijo pon la siete.-dijo mi padre.-Hazme caso y pon la siete.-era su móvil, no había visto el número. Tan sólo acepté la llamada para que no sonara más.

Al poner la siete vi como hablaban de un supuesto embarazo de una chica, una chica que decían que estaba embarazada y que al parecer yo era el padre de la criatura. Ahí no quedaba la cosa. Todo ese follón lo había empezado Yue. Sus berrinches y lloros en mi puerta estaba dando la vuelta a todo el maldito país.

-¡Yo a ese capullo lo mato!-grité molesto sin despedirme de mi padre, tan sólo apagué el móvil y furioso rompí un cojín haciendo que las plumas de este llenaran todo el salón.-¡Hijo de puta!

Durante horas los programas de televisión no paraban de emitir imágenes mías del concierto, pero entre ellas había comentarios sobre a quién cantaba realmente y si Olivier sabía que tenía un amante y un hijo esperándome. Algunas de las chicas de mi club de fans en la ciudad intentaron defenderme en vano porque las cortaban, hacían como si las llamadas se cortaran o ellas colgaran.

Finalmente los abogados de mi familia intervinieron. En los juzgados hubo movimientos rápidos puesto que denunciaron por una intromisión a mi privacidad, además de injurias y calumnias hacia mi persona. Los programas al día siguiente estaban tan acojonados que no hicieron nada. Esa era la valentía de la prensa rosa. Las mentiras se pagan caras, muy caras. Pero aquel día fue una pesadillla.

A mí no me importaba hacer declaraciones o conversar durante horas en un plató de televisión. Para mí ese mundo era algo brillante y su brillo me cegaba. Si bien, odiaba que hablaran únicamente de mi vida en vez de mi trabajo. Terminé por decepcionarme profundamente. Muchos de mis programas de música dejaron de emitir canciones mías y videos míos por el hecho de todo el revuelo que se había formado. Pensaban que yo mismo lo había hecho para darme repercusión. A mí no me hacía falta eso.

Tuve que darme varias duchas y correr bastante en mi bicicleta estática, incluso hice pesas durante casi todo el día y di buenos golpes al saco que tenía de boxeo. Cuando me relajé escribí un poco más de aquella novela. Ya iban más de quinientas páginas. No tendría más de setecientas, estaba llegando a los momentos culmen.

Sin embargo, en plena noche me puse mi ropa de deporte y salí a correr. La prensa no pensaba que podía salir a eso de las dos de la mañana, estaban dormitando en sus coches haciendo guardia. Pasé por sus lados arañando sus vehículos sin que se dieran cuenta de mi jugada. Sonreí de forma cínica guardando mis llaves y comenzando a correr como alma que se la llevaba el diablo.

Pasadas algunas calles me quité la capucha y abrí mi sudadera. Noté la humedad de la noche sobre mi cuerpo, más bien sobre mi piel. Corría por los parques cercanos hasta decidir ir a ver aquella maravilla de la naturaleza. Fui al mirador. Eran más de tres horas corriendo, pero no importó. Llegué casi al filo de las seis de la mañana y vi amanecer. Alcé mis brazos estirando las puntas de mis dedos hacia el cielo y tomé aire.

-¡Que os jodan a todos malditos bastardos! ¡Ojala os pudráis! ¡Maricones de mierda! ¡Desgracia social! ¡Me cago en la prensa de este puto país de mierda! ¡Que os follen!-grité a pleno pulmón aferrándome al puente de madera.

-Sabía que vendrías aquí.-escuché una voz familiar, pero no podía dar crédito que fuera él.

Al girarme vi a un hombre harapiento con barba mal cortada de al menos tres meses. Parecía ojeroso y no haber comido bien en semanas. Su ropa apestaba a alcohol barato. Era Lexter. Hacía mucho tiempo que no nos veíamos las caras.

-¿Qué quieres?-dije asustado.

-Volverte a ver.-murmuró.-Te diría que no has cambiado nada, pero pareces un chico más seguro e incluso pareces haber crecido.-dijo con cierta melancolía en la voz.

-¿Para qué me querías ver?-pregunté maldiciéndome por no haber recurrido a uno de mis escoltas para aquella aventura.

-Quería ver de nuevo a la única persona que realmente he amado.-respondió.-El único hombre que me ha llevado a la locura y a la miseria.

-¡Cállate!-grité molesto.-¡¿Cómo puedes ser tan cínico?!-espeté.-¡Me usaste! ¡Usaste a mi madre!

-¡Estaba confundido! ¡Cuando supe que te amaba ya me habías echado de tu vida y tu madre me había largado a la calle!-gruñó.-Pero no te culpo porque es lo que me merezco.

-Te mereces la muerte.-dije desafiándolo con la mirada.

-Tal vez ella venga a mí.-susurró.-Pero antes quería ver por mis propios ojos al chico de oro de la ciudad.-encendió uno de sus cigarros y se giró para marcharse.-Se feliz en la vida Hizaki Sakurai de la Rosa, disfruta de tu pareja y ámalo con toda tu alma. No jodas lo que tienes, no lo desperdicies, o te verás con la soga al cuello.

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